Cuando todo el mundo
era Charlie (en señal de apoyo a los humoristas del semanario satírico “Charlie
Hebdo” asesinados por terroristas yihadistas) el Papa Franciscus dijo que “las armas
las carga el diablo”.
Y claramente afirmó,
que si tú te metes con alguien, pues éste se puede sentir muy molesto y
reaccionar en plan vengativo.
No seré yo quien
juzgue al Sumo Pontífice, entre otras cosas porque su misma religión ( o sea la
sabiduría popular, lo deja bien claro. “no juzgues y no serás juzgado”).
Pero la ocasión la
pintan calva para filosofar:
Todos nacemos con la
cabeza vacía ( o llena de serrín) y dos únicos instintos básicos: seguir vivos
y disfrutar de los placeres carnales.
Sin embargo, a
medida que crecemos, se nos va sacando el serrín del coco y en su lugar se nos colocan
ideas (o ideales). Esa operación se hace poco a poco y nunca se detiene.
Todo este proceso es
tan importante para que el rebaño lo sea, que uno de los mandamientos más
sagrados de nuestra cultura y civilización es: “Que hay que respetar las ideas
de todo el mundo”.
Y ahí les propongo a
ustedes la discrepancia: En mi opinión, “lo que hay que respetar es a las
personas y no sus ideas”.
Tenga cualquiera las
ideas que tenga hay que respetarle como persona (No hacerle daño físico).
Pero ¿por qué hay que
respetar “las ideas”, cuando algunas son tan disparatadas y otras tan
cambiantes (incluso dentro del mismo colectivo social)?.
Fíjense sin ir más
lejos en la propia Iglesia Católica que tan pronto nos dice que tenemos que ser
“buenos” por miedo al infierno, como que no hay infierno, etc.
Para el Poder, y el
Papa es Poder, las ideas son más importantes que las personas. Porque las ideas
son las cadenas que encadenan a las personas, esas cadenas que les permiten
creerse libres sin serlo.
Y aquí cobra
relevancia el asunto del Humor.
¿Por qué una de las ideas
que a todos, absolutamente a todos, nos han metido en la cabeza, y con gran
éxito, es esa de que “de mi no se ríe nadie”?
Porque el humor hace
evidente que lo que nos han vendido como idea importante, suele ser una
tontería como una casa. Es decir, el humor es lo más corrosivo que existe
contra el mundo de las ideas.
Hay múltiples
estudios sobre ello siendo el más ameno, la tesis de Umberto Ecco en su libro “En
el nombre de la Rosa”.
Si los humoristas se
pasan de la raya, y se mofan y ridiculizan lo que es ridículo (las ideas más
importantes de la civilización) apaga y vámonos.
El Poder perdería
poder y el pueblo descubriría el pastel, rompiendo así entre carcajadas las
cadenas que le atan y no le dejan ser feliz.
Pasco
Molina-Zamora 21- Enero del 2015
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