miércoles, 3 de abril de 2019

EL TIMO DE LA BANDERITA.


EL  TIMO  DE  LA  BANDERITA.

Es lógico que cada cual ame a la tribu en la que nació. Y que la ame, no por ser la mejor tribu del mundo (que eso sería egoísmo). Ni por ser la más poderosa (que eso sería de cobardicas). Ni por ninguna virtud especial (que eso sería petulancia).

Se la ama por ser la tribu de uno, y porque en ella están (contigo) quienes tiene que luchar porque la vida de todos (y la tuya) sea lo más larga posible (instinto de supervivencia), y lo más grata posible (instinto de disfrute del placer sexual), y lo más divertida y serena posible (instinto de ternura).

Esa unión (de intereses) basada en esas metas comunes, se complementa con que en esa tribu están quienes han ayudado a tus padres y de niño lo veías.

Están quienes te han recogido del suelo cuando aún niño, te destrozabas las rodillas. Etc.

Por lo tanto, acabas queriendo a la tribu porque lo contrario sería anormal.

Cuando eres niño de teta descubres a tu familia, y cuando eres adolescente a la tribu.

En definitiva, tu tribu es tu gran familia.

Y precisamente por serlo (para que lo sea y se haga querer más) ella (la tribu)   tiene que formar contigo (y tú con ella) una simbiosis que podríamos resumir en el lema “uno para todos, todos para uno”.

En esa línea, cuando a alguno de los miembros de esa familia grande (la patria) le surge un problema económico, compete (como en cualquier familia) que los miembros que tienen pudientes (dinero) ayuden a quienes han sufrido pérdidas económica graves.

Y todo el mundo sabe que una familia es mejor (sus miembros son mejores personas) cuando quienes tienen ayudan a quienes no tienen o han perdido lo que tenían.

En consecuencia, una buena patria es la que mediante los impuestos (cobrando más a quienes más tienen) redistribuye la riqueza ayudando a quienes peor les va.

Así de claro, y así de simple.

Pero eso no ocurre. Más bien ocurre lo contrario.

La tribu, la Patria,  en realidad es un Estado (de cosas) que por su derecho a ejercer la violencia contra sus miembros díscolos, reparte la riqueza de abajo a arriba, explotando al trabajador a favor del ricachón.

Y es este acto de abuso de los poderosos contra los débiles el que destroza la identificación de la patria (el Estado) como una familia.

Apareciendo entonces el timo de la banderita.

Se le dice al pueblo que si no ama su bandera (que sería como el apellido de la gran familia) se es una mala persona (alguien desnaturalizado) y que por tanto el Estado tiene derecho a ir contra esos “traidores” (a perseguirlos).

Lenin decía que todas las guerras eran malas, pero que de haber algunas con sentido, estas serian precisamente las guerras civiles, pues en ellas luchan (sin intervención extranjera) los que no tienen contra los que tienen.

En una guerra civil, si vencen los obreros (los que menos tienen) la patria se convierte en familia (el interés del Estados será el bien común). Y si vencen los ricos y poderosos, pues a los obreros (y quienes viven de su trabajo) no les queda otra que esperar tiempos mejores.

En esa guerra civil larvada que se da en tiempos de paz (sin armas por lo tanto), los dueños del país (los banqueros fundamentalmente) engañan al pueblo (los parias de la Tierra) con el discurso tendencioso  de que si no aman lo que ellos dicen (en España la religión católica, los toros, la caza, etc. etc.) no son buenas personas, así que allá ellos si les pasa algo.

Si tú eres de los que se pelea con los hermanos por la herencia de los padres (que menos mal que han muerto y no se enteran de lo que está pasando) entiendes perfectamente que banderas (o apellidos) al margen, el dinero se debe distribuir justamente.

Y si la riqueza del país no se reparte de manera tal que nadie quede desprotegido socialmente, dejadme de banderas para tapar el  egoísmo desmedido de unos ricos que nunca se dan por saciados (a pesar de que tienen  más de lo que nunca podrán disfrutar, ni ellos, ni sus descendientes).

Paco Molina. Zamora. 3 Abril del 2019


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