CARTA A
LAS SEÑORAS DE
VOX Y AFINES.
Tuve la oportunidad
de escuchar el discurso de una de ustedes como padre de la patria (es decir en
el congreso) en que en resumen venía a decir que lo que existe es la violencia
a secas, pero no la violencia de género.
Antes de seguir
aclaro que el llamarlas “padres de las patria” es para usar un término cultural
de antaño, sin caer en el tan denostado
lenguaje inclusivo, que nos llevaría a un “madres de la patria” de poco
uso.
Bien, sigamos. No es
por llevarles la contraria pero me preocupa que por tener la suerte de contar
con maridos o esposos maravillosos no hayan detectado que existe el machismo
como fenómeno cultural. Porque las consecuencias serían como si un diputado,
por ser empresario o simplemente rico, y nunca haber estado en paro o ante el
peligro del paro, se negara a reconocer que existe el paro.
Les invito a que
partamos de aquello que compartimos, la idea base de que lo que es seguro es que
existe la violencia.
Ahora bien,
reconocerán conmigo que la experiencia ha invitado al ser humano a catalogar
los distintos tipos de violencia, para tratarlos de manera diferente.
Y así, por ejemplo,
vemos que la violencia que usa un terrorista, la vemos de una manera e incluso
la juzgamos de un modo distinto a otras violencias, mientras que por ejemplo la
violencia que genera una guerra, o un acto en defensa propia, se ve con otra
perspectiva.
Pues bien, vamos a
ver ahora si es que existe una violencia que podríamos definir como de género o
machista.
Empecemos por
repasar la cultura que nos han metido en la cabeza y sus consecuencias.
Por usar la ideología
en la que han sido educadas por voluntad de sus padres (y nadie quiere otra
cosa para sus hijas que lo mejor) tenemos qué:
En el paraíso había
un hombre y una mujer, y mira tú por donde, a quien se le ocurre no cumplir el
mandato divino de no comer la manzana prohibida es a la mujer.
Una vez que por
distintos avatares se inventa la pieza fundamental de la familia, la pareja;
ella, la mujer, pasa, en cuanto esposa, a tener que dar a su marido, hijos,
sexo y todo tipo de cuidados, a cambio de que él mantenga a la familia, incluida la esposa, claro está.
Esta relación no
estaba basada en el amor (hablamos de hace mucho) sino en un acuerdo pactado
entre las familias.
Es decir, la mujer
se adquiría o compraba, teniendo la familia del novio que hacer un gasto en ese
proceso, y recibiendo la familia de la novia además un alivio (pues así, en la
medida en que se “colocaba” a la hija, se quitaba un problema de encima).
Este acuerdo
mercantil o de compra venta (en el cual lo que se vendía y compraba era a la
mujer; como todavía vemos en culturas más atrasadas que la nuestra) tenía un
problema (y lo tiene). El de la fidelidad, o la simple libertad de tomar un
café divertido.
Es verdad que esa
cruz (la de ser fiel cuando la naturaleza nos invita a probar de todos los
frutos prohibidos) obligaba por igual a machos y hembras, pero si el caballero
no podía resistir la tentación pues no recibía castigo y menos social, mientras
que si la adultera era ella, se le daba un master de puta o mala madre como
mínimo.
Este tema de la
fidelidad, tan peliagudo, algunas culturas han tratado de resolverlo con la
llamada ablación del clítoris (o sea, se le corta el órgano del placer a las
niñas y así no tendrán tentaciones de mayores, cuando sean esposas).
No se si hasta ahora
han captado cómo la cultura que tanto apreciamos (la nuestra) va poniendo a la mujer en el
sitio que le interesa al macho, por debajo del hombre.
Volviendo al
paraíso, no deja de ser chocante que todos los dioses monoteístas sean machos,
por más que los definamos como espíritus puros. La mujer cuando reza implora al
Padre (Padrenuestro que estás en los cielos…).
Pero es que en la
Católica, de la que ustedes son devotas gracias a la fe, tienen una Santísima
Trinidad en que ni la paloma es mujer.
Si, se puede alegar
que la madre de Cristo era mujer. Faltaría más. Pero fíjense que para que fuera
la mejor mujer del mundo tuvo que ser virgen a pesar de dar a luz, siendo el
mensaje muy claro, yacer con hombre es algo sucio (salvo para procrear, y en
este caso ni para eso).
Es decir estamos
ante un mensaje similar al de la ablación del clítoris (en este caso no
hablamos de la virgen, sino de todas ustedes) en que la ablación del clítoris
pretende ser mental, cultural, inducida.
Una buena mujer ha
de ser fiel, porque de lo contrario es una mala mujer.
¿Y qué se hace con
las mujeres malas, con las infieles?
Hay culturas donde
se les castiga por la sociedad, es decir no es el señor ofendido, o engañado,
quien castiga, es la ley. Cosa que no ocurre en el caso contrario cuando quien
cae en alguna tentación es el varón.
Castigo que no
consiste en poca cosa, si no en ser lapidadas, asesinadas vamos.
Todo esto en un
clima en que la ley fundamental de la vida doméstica era “la mujer con la pata quebrada y en casa”, lo
que dio lugar a que incluso en la Iglesia Católica, sean ellas las de clausura
(el sueño de cualquier hombre, una esposa de clausura) y ellos, los machos, papas,
cardenales, obispos, párrocos y directores espirituales.
Inclinación de la
balanza hacia el macho donde las haya, pero es que si ustedes mismas, que como
muy bien dicen, han llegado a ser madres de la patria por lo que valen y no por
cuota, repasan la presencia de mujeres en todo tipo de órganos de dirección
(políticos, institucionales, sociales, económicos, militares) ven que no había
mujeres o apenas las había, y eso sólo puede deberse a dos cosas.
O bien es que la
mujer es por naturaleza un ser inferior al hombre, o bien es porque la cultura
machista imperante cierra o cerraba el paso a las mujeres. Por citar el caso
más grotesco, en nuestra gloriosa constitución hasta hace poco se decía que
entre macho y hembra, el rey debería ser el macho.
Y así llegamos al
ámbito doméstico, donde cuando uno mata al otro, ustedes dicen que hay
violencia doméstica, y las culturas más avanzadas, las no machistas, dicen que
esa es una violencia de género (es decir mamada en un ambiente machista).
Dios quiera que sus
maridos sigan siendo tan buenas personas como parece, pero procuren que no
entren los cuernos (o la mera sospecha de cuernos) en casa, porque las
estadísticas dicen que quien enviste y muchas más veces mata, es el macho.
Y además para esto
los hombres son muy sinceros y lo dicen claramente. “Si no eres mía no eres de
nadie”. El macho cree, por machismo, por cultura, que la mujer es suya. Incluso
no hace tanto tiempo así consideraba a sus hijas (mera propiedad), y cuando una
les deshonraba quedándose embarazada sin marido
la echaban de casa para salvar el honor de la familia. El honor del
macho.
Por todo ello nació
una ley contra la violencia de género, porque en la estructura matrimonial, la
doméstica, quien tiene las de perder como se ve, es la sufrida esposa. Ello no
supone no respetar la presunción de inocencia del cónyuge o ex pareja, lo mismo
que el derecho laboral no está hecho contra los empresarios y cuando hay un
juicio por despido improcedente si se respeta la presunción de inocencia de
quien despidió.
Sigan siendo felices
pero no confundan su dicha, el limbo de los justos en el que afortunadamente
viven, con un mundo ideal, que no existe, y menos en el ámbito doméstico en
cuanto que fue un invento machista.
Paco
Molina. Zamora 3 de julio del 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario