LAS
RELIGIONES Y SUS FUNCIONES.
Hace pocos días, en
Cataluña, un árabe entró en un Comisaría con un cuchillo en la mano y un grito
en la boca (“Alá es grande”) intentando matar a una agente de los Mossos.
Ésta, ante el
peligro que corría, disparó tres veces y el insospechado visitante murió
inmediatamente.
Sobre lo que motivó al agresor a una acción tan suicida
(puesto que, aunque hubiera podido matar al primer agente no habría podido
escapar del hecho de que le mataran a él los demás) corren dos versiones.
1ª.-Que se trató de
un acto terrorista coordinado con otros, que aún se desconocen, lo que supone la
existencia de cómplices, jefes, etc.
2ª.- O bien que…Como
dice su mujer, este hombre fuera homosexual (tremendo pecado en el mundo
islámico) y al no poder soportar tal infamia (de la que por otra parte no era
culpable) decidió suicidarse mediante un acto que le permitiera al mismo tiempo
purgar sus pecados y granjearse la admiración y el perdón de su comunidad, y de
su Dios (en este caso Alá).
Pero si se fijan
ustedes, las dos versiones tienen un demoledor y destructivo factor común:
Hay un Dios por
medio (una religión), que prohíbe cosas, con unos humanos (sacerdotes o
asimilados) que dicen quien es bueno y
quien es malo, según ese Dios que sólo ellos saben interpretar (Y que habitualmente interpretan según los
gustos del gobernante de turno).
Curiosamente, los
dos dioses más conocidos por estas latitudes (Dios y Alá) tienen la misma
obsesión con la conducta sexual de los humanos (Al parecer no se pronuncian
sobre el sadismo de la mantis religiosa, o la promiscuidad indecente de los
estambres y los pistilos).
Obsesión ésta (la
del sexo) muy inteligente y bien buscada, porque al ser el placer sexual un
instinto básico en la persona (el otro sería su ansia de seguir viva) el
prohibirlo, o limitarlo, o castrarlo, va a condicionar al 99 % de los ciudadanos, ya que al no poder
cumplir esas normas tan rigurosas y prohibitivas, se van a sentir verdaderas y
sucias ratas, y por tanto indignos de
llevar la contraria a un Gobierno (el Poder) que le pide cosas que benefician
sólo a los poderosos (Luchar contra el infiel para conseguir nuevos territorios, hacer guerras santas,
odiar al prójimo, ser racista, etc.).
A cualquiera se le
puede ocurrir inventarse un Dios y una religión (incluso hoy en día), pero
tengan ustedes por seguro de que sólo prosperará dicho invento, si las
consecuencias de esa religión son que esos fieles sean fieles, no únicamente al
Dios recién inventado, sino también y sobre todo al verdadero dios, el
Poderoso.
El fracasado Golpe
de Estado del General Franco en España, derivó en una guerra civil de 3 años
porque muchos españoles se unieron al bando que estaba con Dios (no vaya ser
que vayamos al infierno en la otra vida).
Y así vemos, en el
ejemplo de hoy, que el árabe que asaltó la comisaria catalana, tanto en una
versión como en la otra, no lo habría hecho de no existir Dios (o sea, de imperar
la cultura de la verdad, que no hay Dios que valga ((la pena)).
Sin Alá no habría
terroristas suicidas que creen (porque les han hecho creer) que una vez muertos
todo será mejor para ellos, y sin Alá, nadie se sentiría atacado, despreciado o
despreciable por ser homosexual.
Ah!! y no se me
vengan arriba los católicos o protestantes, creyendo que su Dios es el
verdadero porque no es tan fiero.
En efecto, no es tan
fiero porque ahora, aunque en los altares tienen un dios estos creyentes, en
sus corazones tienen otro (el que le interesa al Poder de turno y del momento),
el Dinero.
En el mundo rico,
tal vez por serlo, el Dios verdadero es el dinero
“Tanto tienes tanto
vales”; y mueres y matas por dinero, y la sagrada familia los es hasta que
llega el momento de la herencia o reparto, y aceptamos la guerras por dinero, y
ponemos fronteras racistas por dinero, etc.
Nuestro progreso o evolución (hacia el Dios Dinero)
se aprecia observando que aún hay rastros de que nuestra religión es tan falsa
(o equivocada) como la islamista, en cuanto que aún en amplios sectores se odia
y desprecia la homosexualidad, se cuestiona el aborto, no se acepta la promiscuidad,
a los del LGBTI se les mira como si fuesen enfermos, se lincha
culturalmente a quien se sale del
rebaño, etc. etc.
Por tanto, si
queremos acabar con el fanatismo, tenemos que acabar (culturalmente hablando)
con las fábricas de fanáticos, las religiones.
De lo contrario
seguirá el desgarro de querer que el animal humano viva como si fuera divino.
Paco
Molina. Zamora. 23 de Agosto del 2018.
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