EL DISCRETO ENCANTO DE MI PUEBLO.
Hay 2 clases de egoísmo. El egoísmo del sálvese quien pueda, basado en eso del “primero yo y después los demás”, y el egoísmo inteligente, llamado solidaridad (si a todos nos va bien pues a mí, claro, me irá bien).
El primero, o egoísmo no inteligente, está verificado que es menos eficaz para el interesado (de ahí lo de no inteligente) que el egoísmo inteligente, en base a 2 experiencias suficientemente contrastadas. Las actitudes que recomiendan a los pasajeros de un barco que naufraga y a los afectados por un incendio dentro de un cine.
En ambos casos la idea principal es mantener la calma para mantener el orden (es decir la solidaridad) y así salvar, o todas las vidas o el mayor número de ellas posible. En el caso del barco, previamente han indicado a los pasajeros y tripulantes cual es y dónde está su lancha salvavidas, compensando el cruzar todo el buque para llegar a ella que el querer colarse a bofetada limpia en la primera que encuentres.
De igual manera, en el caso de un cine donde se ha declarado un incendio, todos sabemos que la calma que permita ir saliendo es mejor incluso para el último de la fila, a querer pasar por encima de los anteriores para salir antes, ya que las caídas y los embotellamientos provocarán un tapón que impida salir a la mayoría e incluso provoque más muertes por asfixia de aplastamiento que por humo.
Pues bien, estos 2 tipos de egoísmos se reproducen de igual manera ante las crisis económicas.
Una crisis económica generalizada genera un sentimiento de “qué hay de lo mío” muy profundo, y, a parte del espejismo que venden las extremas derechas, proponiendo no solo que seas conservador sino que le des marcha atrás a tu propia historia (retrogradismo), hay otro que podemos definir como el localismo (en vez de decir “que me salve yo solo”, que hace feo, se dice, que se salve mi pueblo).
Y éste fenómeno, que entre gentes conservadoras tiene su razón de ser, en la izquierda genera una pérdida de energías de tomo y lomo.
Cierto es que el Internacionalismo es más una pose que otra cosa en los tiempos actuales, pues cada partido de izquierdas lo es de ámbito estatal, y de ahí no pasan en solidaridad (Bramaba el Ché de que entre países socialistas no se vendieran las mercancías a precio de coste y si de mercado).
Pero el fenómeno que denunciamos, o contra el que alertamos, es el de los localismos (más o menos fundados).
Fijémonos en el auge del problema. En Galicia, una izquierda pegada al terruño (el BNG) se disparó en votos en las autonómicas, lo mismo ocurrió en el País Vasco con EH Bildu e incluso en Cataluña con la CUP (Es más es lo que deduce que ocurrirá la líder de los anticapitalistas en Andalucía que decide salirse de Podemos para crear una izquierda territorial).
Es cierto que faltan unas elecciones generales que ratifiquen si este localismo del “vivan los de mi pueblo”, va a cristalizar en todas las circunstancias o sólo se mantendrá para elecciones locales.
Pero de momento crea una disfunción en la brújula de dichos partidos. Estudiemos dicha controversia con el caso de ERC (Izquierda Republicana de Cataluña).
Una Izquierda Nacionalista es como un centauro (animal mitológico cuya mitad superior es hombre y la otra mitad caballo) y por lo tanto debe discernir cuando tiene que actuar más como caballo (como territorio) que como izquierda (parte humana).
Si hay que correr hay que ser más caballo que hombre, y si hay que pensar hay que hacerlo más como hombre que como caballo.
Pues bien, es evidente que tras correr vendiendo independentismo (fase de caballo), a ERC le toca ahora pensar, cómo dice ser, ser de izquierdas. Y sin duda para eso tiene que usar la parte de humano, la cabeza. Y sin duda es más fácil que salgan políticas solidarias con un gobierno en el que todos su miembros sean de izquierdas (ERC + PSC+ En Comú Podem+ Cup) que con uno donde está la derecha, encima como pieza fundamental (el catalanismo burgués).
En todo caso, la división de las izquierdas, y de las sociedades en general, siempre beneficia, como se ve incluso en el ejemplo, a las derechas.
Y tal vez por eso, aunque desde el conservadurismo, en Zamora se está pretendiendo hacer una candidatura que luchará por Zamora porque nos tienen olvidados. Candidatura que tanto en generales, como autonómicas y, ojo, locales, obtendría bastantes votos, porque el egoísmo no inteligente del “primero yo y después los demás” se vende bien, aunque no sirva para nada, ni a la larga, ni a la corta.
Paco Molina. Zamora. 8 de Marzo del 2021
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