En la Física
inventaron una magnitud (la Entropía) que mide el grado de desorden de la masa
(o de la energía que lo mismo es, pues Einstein demostró que E=mc2 donde “E” es
la energía, “m” la masa y “c2” la velocidad de la luz al cuadrado).
Del estudio de la
Entropía se deduce que en el Universo, a medida que pasa el tiempo, aumenta el
desorden. Es decir, el orden cada vez está menos ordenado.
A su vez la teoría
marxista (preséntenme una mejor) sobre la lucha de clases como motor de los
cambios históricos, apunta en el mismo sentido en lo tocante al (des)orden
social.
Afirmando Marx que
en este momento histórico, el modo de producción capitalista (ahora que el
Dinero ya es el Dios Verdadero) se está imponiendo en todo el planeta, y es
imparable; arrasando a su paso con cualquier otro principio o valor moral
(honor, familia, patria, fe, monarquía, dignidad…).
Es decir el “tanto
tienes tanto vales”, ha hecho (y está haciendo) que todo salte por los aires.
Por eso hoy, el desorden social, es mayor que ayer, que hace décadas, que hace
un siglo.
Y en este orden de cosas (desorden de ideas) el Capital ha introducido en sociedad (para
multiplicar su dinero) el fabuloso invento de la informática, de las redes
sociales.
Dándole lo mismo que
esa sea la puerta que da a la verdadera libertad de expresión (o al menos a la
libertad de desahogo) a la que cada cual tiene derecho.
Pero claro, el Poder
Político (un pelele al servicio de los ricos) teme que mucho desorden
desemboque en el caos (¡El Caos! El coco o “asusta niños” que nunca existió;
como muy bien mostró Agustín García Calvo; y usted puede corroborar repasando
su vida).
Consecuencia de todo
lo anterior, y por el natural miedo al desorden imparable, se ha inventado el delito
de incitación al odio.
Hasta hace bien
poco, como los medios de comunicación son de los poderosos, todo estaba lo suficientemente
contralado (incluso la presunta incitación al odio) pero ahora que cualquiera
puede (a través de internet) lanzar al mar su botella de naufrago con la carta que
pide auxilio dentro (mostrando su ira), ahora, la rama política de ese poder
sin entrañas, quiere poner puertas al mar y controlar lo incontrolable.
Ya los antiguos
dijeron que los pecados capitales (lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia
y soberbia) eran un peligro para la convivencia de la tribu.
Pues bien, fíjense
que entre ellos está la IRA.
Porque es la ira la
que genera el odio, y claro, en este orden social injusto (el 1% de súper ricos,
el 20 % de adláteres de ellos, y un 79 % de parias de la tierra y del sufrimiento)
la ira se genera y propaga sola.
Decía Lenin, “el
pueblo es la pólvora y la verdad es la chispa; acercar la chispa a la pólvora
(la verdad al pueblo) y estallará (la revolución)”.
Si se sabe la
verdad, que otro mundo es posible, estallará la ira, y con ella el odio, contra
el reparto injusto y no natural, de los bienes de la Tierra.
Históricamente,
cuando los ricos han querido que atacáramos a otros pueblos, previamente nos
han inculcado odio contra ellos, contándonos que eran bárbaros, despiadados, de
religión equivocada, o atrasados por bestias. Etc.
El ser humano no
quiere matar a un semejante, salvo que le odie, por eso el odio es útil.
En consecuencia, los
poderosos quieren controlar ese arma de destrucción humana (como controlan las demás) y dicen, por tanto,
que la ira y su hijo, el odio, son cosas que sólo debe poder administrar o
difundir el Poder.
El desorden,
sinónimo de libertad (“apetitos desordenados” los denomina la santa y sabia Madre
Iglesia), es imparable, aunque mucha gente caerá en el camino.
Y es imparable,
porque por ejemplo, producen ira (la madre del odio) COSAS ASÍ:
Que a los jubilados
no les suban la paga y a los demás si.
Que las ayudas para
los dependientes lleguen dramáticamente tarde.
Que los ricos no
paguen impuestos en comparación con los trabajadores.
Que el que roba
dinero público no pague el delito, ni el dinero, mientras que el roba-gallinas da
con sus huesos en la cárcel.
Que algunos empresarios
(demasiados) no den de alta a sus obreros en la Seguridad Social.
Que no se paguen las
horas extras.
Que un desahuciado
pierda la casa y dinero pagado, y además siga con la deuda de lo que queda por
pagar.
Que tanta gente viva
en torno a la política sin que se vea el fruto de tanto gasto.
En resumen: El
propagar el odio no puede pues ser delito, porque de lo contrario, nos cargamos
el orden establecido (por los odiosos).
Paco Molina. Zamora.
3 de Abril del 2017.
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