DEL
PORTAL AL PORTÓN.
Bajo este título
vamos a hablar ahora de nuestros buenos amigos Jose (la gemela) y Fernando
(Sandeli); en realidad, Josefa Lozano
Gil y Fernando García Tomé.
Como sabéis son
matrimonio. Si recordáis fue hacia 1975, acabando el año, que decidieron atarse
para que nada los separase, y a Fe que lo han conseguido.
En aquel acto,
celebrado en la Iglesia de San Torcuato, el sacerdote que dirigía la ceremonia,
tal vez influido por el debate social de la época (estaba en boga, o bogando,
el uso de las píldoras anticonceptivas) se cogió una perra sobre el asunto, y
repitió una sarta de veces, como recomendación y casi súplica a los contrayentes, “que por favor, que no
cegaran las fuentes de la vida”.
“Queridos hermanos
no ceguéis las fuentes de la vida”. Decía sin parar.
Y los queridos
hermanos, nuestros queridos amigos Jose y Fernando, que si siempre han sido
ciudadanos y creyentes ejemplares, en aquellos tiempos tan juveniles para todos,
lo eran más, tal vez para complacer al cura, se programaron un viaje de novios a
Canarias, de nada menos que ¡¡un mes.!!
El calorcito de las islas
afortunadas, y un tiempo más que prudencial de arrumacos, debieron ser
argumentos que en la mente, ordenada, científica y pulcra de Fernando, pesaron
para planificar dicha súper luna de miel.
Y allí se fueron, a
que las fuentes de la vida vieran la
luz, y ella, Jose, quedara abocada (a dar a luz).
Pero a pesar del
empeño mostrado en el asunto (autores apócrifos relacionan el origen de los
célebres gritos guanches con aquellas fechas); Dios, que escribe derecho con
renglones torcidos, les dotó del Don de no tener e hijos, y oh! Divina suerte,
gracias a eso estamos ante, tal vez, la única esposa de la pandilla a la que
aún hoy en día, le llevan el desayuno a la cama.
Se lo lleva él, su
amor, su hombre, el apuesto caballero de larga estatura, de templada cordura y
de exquisita ternura. Quien tanto la quiere y la mima: Fernando.
Y no es de extrañar,
porque, pongámonos en situación.
Éramos adolescentes
o por ahí, y por las calles de Zamora paseaba la Santísima Trinidad de la
Belleza.
Eran tres hermanas
preocupantes (si las veías te quedabas turulato de lo turbadoras que eran). Ahí
es ná: “Charines y las gemelas”, que era
como se las conocía.
Afortunadamente en
Zamora no se celebraban misas negras o satánicas, pero sin duda, una
sacerdotisa como Charines y dos monaguillos como Jose y Begoña, hubieran sido
motivo de excomunión inmediata.
Porque en efecto,
Jose (y por ende su hermana gemela, y por edad su hermana mayor) eran, es, una
niña preciosa.
Sumamente guapa,
atractiva e inteligente, añadía (y no ha perdido el hábito) un cierto sentido
de la picardía, entendida como tal, el ser, que lo es y lo era, una chica
trasta.
En la Medalla
Milagrosa, su colegio, el único milagro que no han podido hacer fue domar a las gemelas.
Así las cosas,
Fernando, que de adolescente era tímido (como casi todos) pues era pasivo.
Pero, tal vez porque
el sistema sanguíneo por muy quieto que sea el interfecto, no para de circular,
bombeado por el corazón (y por la vista), el caso es que Fernando empezó a ver,
en nuestro glorioso Club Náutico, lo bien que le quedaba el maillot, vulgo
traje de baño, a Jose.
Y, o bien porque esa
visión más pormenorizada le permitiera descubrir, qué se yo, una pequilla, o
alguna otra señal corporal en Jose, el caso es que Fernando empieza a
distinguir entre las dos hermanas gemelas quien es la que le gusta a él (Y por
qué; aunque eso nunca lo sabremos).
A partir de esa
capacidad de discernimiento, Fernando, cuando subíamos en tropel, del río a la
ciudad, iba quedándose cada vez más al lado de Jose, unas veces delante, otras
detrás, otras por la acera de en frente, pero siempre significándose.
Siempre dejando las
migas de pan de Pulgarcito, que indicaban que estaba naciendo una pareja. Una
gran pareja.
Fernando, con los
cimientos de una infancia feliz, forja su carácter estudiando, interno, Derecho
en Valladolid, ese carácter que le permite aún hoy en día (que está
gloriosamente jubilado) afrontar la pereza que todos conocemos, e irse a sus
largas caminatas o marchas, hasta la catedral, cuando descara el día, y tan
temprano que le permita estar en casa a la hora precisa.
Recordar que tiene
que llevar, que va a llevar, encantado, el desayuno a la cama.
Porque Jose, se ha dicho
a si misma, “si la dicha consiste en poder hacer lo que se quiere, y yo puedo,
bendito sea el Señor y Su Santo Nombre”, y agradecida, disfruta de la vida.
Monoteista del amor,
Fernando idolatra a Jose. Y aunque, lógicamente tiene otras devociones
(flamenco, buenos manjares, cocinar, navegar, etc.) la preferida es su
mujercita, a la que ver leyendo la prensa diaria, entre las sábanas
desordenadas, y oyendo la Ser entre las noticias actualizadas, mientras él
sigue con sus quehaceres, le hace sentirse más feliz que un capitán de barco
cando llega a la dársena tras una mar picada.
“Qué suerte me ha
dado la vida”, sin duda musita.
Sin darse cuenta de
que tal vez se deba a que él es un buen capitán de barco (sin barco), un
profesional inteligente y una bellísima persona, bueno y cabal hasta decir
basta.
El buen humor de
Jose, y el que Fernando no sabe enfadarse, han hecho de esta pareja de amigos
otra pareja feliz.
Tan feliz, que han
puesto de moda en Zamora el café torero (ya sabéis, “nos tomamos unas tapas con
estos amigos, y otras con esos amigos, alguna más con aquellos amigos, y casi
que ya nos pedimos el café porque hemos comido”) con lo que con este súper plan,
a su casa sólo regresan “para no cegar las fuentes de la vida”.
Porque amigos, aunque él sabe hacer cocochas, se pasan el día
(o la noche) tomando ricas tapas por esos bares de Baco.
Jose y Fernando, por
la época de su noviazgo, seguro que se despedían en el portal de ella, y allí
caería el primer beso (o los demás, qué más da), y ahora se besan sin beso,
entre guiños, en uno de sus rincones favoritos, el Portón, lugar de reunión y
manjares a mogollón.
Larga vida tengáis
amigos, vuestra vida se resume en que habéis ido del portal al Portón
traspasando así el Pórtico de la Gloria.
Ojalá se sigan
cumpliendo vuestros sueños, que eso os deseamos.
Paco
Molina. Aguilar de Campó. 23 de Junio del 2018
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