sábado, 23 de junio de 2018

Fernando García Tomé y Josefa Lozano Gil

(En la foto y comenzando por la izquierda 1ª y 4ª personas)

DEL PORTAL AL PORTÓN.

Bajo este título vamos a hablar ahora de nuestros buenos amigos Jose (la gemela) y Fernando (Sandeli);  en realidad, Josefa Lozano Gil y Fernando García Tomé.

Como sabéis son matrimonio. Si recordáis fue hacia 1975, acabando el año, que decidieron atarse para que nada los separase, y a Fe que lo han conseguido.

En aquel acto, celebrado en la Iglesia de San Torcuato, el sacerdote que dirigía la ceremonia, tal vez influido por el debate social de la época (estaba en boga, o bogando, el uso de las píldoras anticonceptivas) se cogió una perra sobre el asunto, y repitió una sarta de veces, como recomendación y casi súplica  a los contrayentes, “que por favor, que no cegaran las fuentes de la vida”.

“Queridos hermanos no ceguéis las fuentes de la vida”. Decía sin parar.

Y los queridos hermanos, nuestros queridos amigos Jose y Fernando, que si siempre han sido ciudadanos y creyentes ejemplares, en aquellos tiempos tan juveniles para todos, lo eran más, tal vez para complacer al cura, se programaron un viaje de novios a Canarias, de nada menos que ¡¡un mes.!!

El calorcito de las islas afortunadas, y un tiempo más que prudencial de arrumacos, debieron ser argumentos que en la mente, ordenada, científica y pulcra de Fernando, pesaron para planificar dicha súper luna de miel.

Y allí se fueron, a que las fuentes  de la vida vieran la luz, y ella, Jose, quedara abocada (a dar a luz).

Pero a pesar del empeño mostrado en el asunto (autores apócrifos relacionan el origen de los célebres gritos guanches con aquellas fechas); Dios, que escribe derecho con renglones torcidos, les dotó del Don de no tener e hijos, y oh! Divina suerte, gracias a eso estamos ante, tal vez, la única esposa de la pandilla a la que aún hoy en día, le llevan el desayuno a la cama.

Se lo lleva él, su amor, su hombre, el apuesto caballero de larga estatura, de templada cordura y de exquisita ternura. Quien tanto la quiere y la mima: Fernando.

Y no es de extrañar, porque, pongámonos en situación.

Éramos adolescentes o por ahí, y por las calles de Zamora paseaba la Santísima Trinidad de la Belleza.

Eran tres hermanas preocupantes (si las veías te quedabas turulato de lo turbadoras que eran). Ahí es ná: “Charines y las  gemelas”, que era como se las conocía.

Afortunadamente en Zamora no se celebraban misas negras o satánicas, pero sin duda, una sacerdotisa como Charines y dos monaguillos como Jose y Begoña, hubieran sido motivo de excomunión inmediata.

Porque en efecto, Jose (y por ende su hermana gemela, y por edad su hermana mayor) eran, es, una niña preciosa.

Sumamente guapa, atractiva e inteligente, añadía (y no ha perdido el hábito) un cierto sentido de la picardía, entendida como tal, el ser, que lo es y lo era, una chica trasta.

En la Medalla Milagrosa, su colegio, el único milagro que no han podido hacer fue  domar a las gemelas.

Así las cosas, Fernando, que de adolescente era tímido (como casi todos) pues era pasivo.

Pero, tal vez porque el sistema sanguíneo por muy quieto que sea el interfecto, no para de circular, bombeado por el corazón (y por la vista), el caso es que Fernando empezó a ver, en nuestro glorioso Club Náutico, lo bien que le quedaba el maillot, vulgo traje de baño, a Jose.

Y, o bien porque esa visión más pormenorizada le permitiera descubrir, qué se yo, una pequilla, o alguna otra señal corporal en Jose, el caso es que Fernando empieza a distinguir entre las dos hermanas gemelas quien es la que le gusta a él (Y por qué; aunque eso nunca lo sabremos).

A partir de esa capacidad de discernimiento, Fernando, cuando subíamos en tropel, del río a la ciudad, iba quedándose cada vez más al lado de Jose, unas veces delante, otras detrás, otras por la acera de en frente, pero siempre significándose.

Siempre dejando las migas de pan de Pulgarcito, que indicaban que estaba naciendo una pareja. Una gran pareja.

Fernando, con los cimientos de una infancia feliz, forja su carácter estudiando, interno, Derecho en Valladolid, ese carácter que le permite aún hoy en día (que está gloriosamente jubilado) afrontar la pereza que todos conocemos, e irse a sus largas caminatas o marchas, hasta la catedral, cuando descara el día, y tan temprano que le permita estar en casa a la hora precisa.

Recordar que tiene que llevar, que va a llevar, encantado, el desayuno a la cama.

Porque Jose, se ha dicho a si misma, “si la dicha consiste en poder hacer lo que se quiere, y yo puedo, bendito sea el Señor y Su Santo Nombre”, y agradecida, disfruta de la vida.

Monoteista del amor, Fernando idolatra a Jose. Y aunque, lógicamente tiene otras devociones (flamenco, buenos manjares, cocinar, navegar, etc.) la preferida es su mujercita, a la que ver leyendo la prensa diaria, entre las sábanas desordenadas, y oyendo la Ser entre las noticias actualizadas, mientras él sigue con sus quehaceres, le hace sentirse más feliz que un capitán de barco cando llega a la dársena tras una mar picada.

“Qué suerte me ha dado la vida”, sin duda musita.

Sin darse cuenta de que tal vez se deba a que él es un buen capitán de barco (sin barco), un profesional inteligente y una bellísima persona, bueno y cabal hasta decir basta.

El buen humor de Jose, y el que Fernando no sabe enfadarse, han hecho de esta pareja de amigos otra pareja feliz.

Tan feliz, que han puesto de moda en Zamora el café torero (ya sabéis, “nos tomamos unas tapas con estos amigos, y otras con esos amigos, alguna más con aquellos amigos, y casi que ya nos pedimos el café porque hemos comido”) con lo que con este súper plan, a su casa sólo regresan “para no cegar las fuentes  de la vida”.

Porque amigos,  aunque él sabe hacer cocochas, se pasan el día (o la noche) tomando ricas tapas por esos bares de Baco.

Jose y Fernando, por la época de su noviazgo, seguro que se despedían en el portal de ella, y allí caería el primer beso (o los demás, qué más da), y ahora se besan sin beso, entre guiños, en uno de sus rincones favoritos, el Portón, lugar de reunión y manjares a mogollón.

Larga vida tengáis amigos, vuestra vida se resume en que habéis ido del portal al Portón traspasando así el Pórtico de la Gloria.

Ojalá se sigan cumpliendo vuestros sueños, que eso os deseamos.

Paco Molina. Aguilar de Campó. 23 de Junio del 2018

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