LA
INJUSTICIA DE LA JUSTICIA
Vivía la Humanidad
una situación paradisiaca (nos ayudábamos unos a otros para conseguir
satisfacer nuestras necesidades básicas: deseos de larga y placentera vida) pero
por culpa de la aparición de la propiedad privada, se tuvo que inventar la
justicia.
En efecto, sin
justicia, sin leyes que protejan a los débiles, los fuertes, al principio, y
los poderos, después, se quedarían con lo de los demás.
Emerge así todo el
tinglado de lo que ahora se conoce culturalmente como “la justicia”, el
derecho.
Que la razón de ser
de la justica es proteger a los débiles de los abusos de los fuertes lo
ratifica la sabiduría popular cuando popularizó la expresión como grito de
indignación de: “No hay derecho”,.
Por tanto es hora de
que en el catecismo de las reivindicaciones se incorpore, a la defensa de la
Educación y la Sanidad Públicas, la demanda de una Justicia Justa. Porque eso
es igual de importante o más para la sociedad.
Para saber qué es
una Justicia Justa debemos recordar el origen de la Justicia, que era proteger
a los débiles. Y es por esa tarea tan del pueblo, por lo que la Justicia
española está como está, “abandonada de la mano de Dios”.
Porque la falta de
medios de la Justicia es deliberada por parte de los poderosos para que así
ellos puedan campar a sus anchas, y si les descubren, que puedan eludir a la
Justicia porque esta (una tortuga) corre detrás de los Ferrari de los corruptos
y no los alcanza nunca o a tiempo.
La Justicia es un
centauro cuyo cuerpo de caballo son las leyes, hechas por los políticos (y de
las que no vamos a hablar para abreviar, pero que se deben mejorar), y cuya
otra parte, la humanoide, son los medios materiales y personales con los que
cuenta. Escasísimos, irrisorios, insultantes.
Sólo hay 5.000
jueces en España y la mitad de fiscales. Sobre estos dos tipos de profesionales
hay acusaciones de clasismo, y en casos, como de vendidos al sentenciar deliberadamente
a favor de los poderosos.
Pero salvo contadas
excepciones no es así, ocurre simplemente que los resultados de los juicios
serían otros si tuvieran más medios para investigar, más tiempo para dedicar a
cada caso (a veces ni se les sustituye cuando por enfermedad o vacaciones, no
trabajan) y más inspectores y expertos de todo tipo que les asesoren.
Por tanto, lo que
habría que hacer es multiplicar su número por cuatro o por cinco, si no más.
Esto permitiría que tuvieran, cada uno, más tiempo para cada asunto pudiendo
evitar los engaños “legales” de los fuertes y sus potentes gabinetes de
abogados.
Con este aumento de
fiscales y jueces, además, la justicia podría ser casi instantánea, a tiempo
real, regla básica del derecho y de la reparación de daños.
Condenar a quien
robó una gallina es fácil porque fácil es verificar si fue o no cierto. Pero
castigar a un defraudador con cuentas en el extranjero, etc. es algo mucho más
complicado y por tanto algo fácil de que acabe en el célebre sermón de “en caso de duda a favor del reo” (y hay
que absolverlo).
Multiplicar el
número de jueces y fiscales, arrebataría además, el aire de elitismo que
pudieran tener al ser tan pocos, y creerse, sin querer, especiales. Mi padre
fue catedrático cuando sólo había uno por materia y provincia pequeña, y por
tanto alguien socialmente significativo, yo lo soy ahora que hay muchos y por
tanto no resulto importante al no haber púrpura para tantos.
Complementar todo
esto con muchísimo más personal de justicia y medios materiales solventes,
convertiría a la justicia en justa, pero eso, claro, no lo quieren los poderos
porque eso, la Justicia Justa, se creó para proteger a los débiles de los
poderosos.
Paco
Molina. Zamora. 29 de Octubre del 2014
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