Aprovechando que
tengo unos ahorrillos (vulgo “capital”) voy a poner en marcha un negocio para
que se me multiplique (vulgo, “pasaré a ser un capitalista”).
Me he dado cuenta de
que una vulgar hoja de papel, que como mucho costará 0,10 euros, adquiere mucho
encanto si la convierto en una pajarita (a los niños les gustan).
El problema es que
no se hacer “pajaritas”.
He decidido pues
contratar a un experto en papiroflexia. Que además sabe hacer muchas más figuras
que la sencilla, aunque simpática, pajarita.
Él por hacer de un
folio de papel una pajarita, me cobra 0,40 euros; aunque en realidad me gasto
0,20 euros más por lo que me cuesta su Seguridad Social.
Se que hay otros
gastos, pero para la esencia de lo que les quiero contar no cuentan.
En definitiva, cada pajarita
me cuesta lo que suman estos conceptos: los 0,10 € del papel, los 0,40 € del
papirofléxico (en adelante “trabajador”) y los 0,20 € de la Seguridad Social
del trabajador, es decir, “fabricar” una pajarita me sale por 0,70 €.
Y lo sorprendente es
que la puedo vender por 1€, porque a los niños, y a los padres de los niños,
les parece que les compensa el gasto a cambio de algo simpático y decorativo.
Pero entonces, si
cada pajarita me cuesta 0,70 € y la vendo por 1 €, resulta que en cada pajarita
voy a ganar 0,30 €.
Aunque el negocio
está claro (y en ello estoy, ya les digo) me sorprendió el que gastándome por
cada pajarita una cantidad, la pudiera vender por una superior.
Supongo que el truco
estaba en que soy muy listo y entre mis cualidades está la de vender cosas por
más de lo que cuestan.
Pero por mi maldita
manía de querer comprobar las teorías, me puse a vender e intercambiar otras cosas,
para sacarle provecho a esa innata capacidad mía que me permitía vender
artículos por encima de su coste.
Sin embargo, para
asombro mío, comprobé que no había manera. Es cierto que a veces conseguía
vender algo, algo más caro de lo que valía, pero luego comprobaba una y otra
vez que cuando yo compraba a mi me pedían más de lo que valía el objeto en
cuestión (según mi opinión).
O sea, en esto del
trueque (aunque haya dinero de por medio) los humanos solemos pagar por cada
cosa lo que nos parece que vale; y si en ocasiones nos pasamos en otras nos quedamos
cortos.
Por tanto los 0,30 €
que yo voy a ganar con cada pajarita no provienen de mi habilidad como vendedor.
¿Y entonces?.
Hasta que Dios, sin
duda al verme tan angustiado, hizo que se me apareciera Carlos Marx ( a otros
les envió otras apariciones).
Y ahora lo entendí.
Yo (capitalista) vendo mi producto al precio que tiene (entre otras cosas
porque si se descubriera el pastel o apareciera la competencia, adiós mi
negocio).
Mi pajarita, no es
cierto que valiera únicamente 0,70 € (coste del material más el del
trabajador).
Mi pajarita vale 1€
como así compruebo día a día, cuando se las quitan de las manos a mis vendedores.
¿Pero, y esos 0,30 €
que gano por ejemplar, de dónde salen?.
De la habilidad del
trabajador para crear riqueza, del arte de darle gracia al folio de papel, es
decir de su capacidad para multiplicar el valor de las cosas.
¿Pero qué cosa es la
que me permite vender un simple folio a un euro? Que ya no es un únicamente un
folio, es una pajarita.
¿Y quién convirtió al
folio (la materia) en pajarita (en otra mercancía mejor)? La capacidad de
trabajo del obrero, su capacidad para crear e insuflar valor a la materia.
¿Pero esa capacidad
para crear valor no se la estaba ya pagando yo con los 0,40 € de salario y sus
0,20 de Seguridad Social? .
Pues evidentemente
no. Otra cosa es que el trabajador (que es un santo) se conforme, pero está
claro que los 0,30 € de ganancia (que me llevo yo) los creó él, puesto que yo,
ni aparezco por la fábrica, y ni le conozco.
¿Cómo le voy a
conocer, si al ver que el asunto iba viento en popa, y que cuantas más
pajaritas vendiera mejor, he ampliado tanto el negocio, que tengo fabricas y
trabajadores por todo el mundo?
Los 0,30 € que yo
(capitalista) gano por cada pajarita, son la plusvalía (una riqueza que crea el
trabajador pero se queda el empresario).
Por tanto, me doy
cuenta que cuantas más pajaritas fabrique (yo, jejeje) mejor para mi, y en
consecuencia: prolongo la jornada de mis trabajadores todo lo que puedo y
contrato a todos los que la reinversión de las ganancias me permite.
A más obreros, mas
mercancías y por lo tanto, más dinero.
Aunque ahora voy a
tener que despedir unos miles de papirofléxicos porque se ha inventado una maquina
que hace pajaritas más de prisa, y por menos dinero cada una, y más perfectas,
y encima no tengo que darla de alta en la seguridad social.
Porque claro, como
dije al principio, yo no me puse a esto para crear puestos de trabajo (que
quiere que les diga, y cuando a veces he
dicho lo contrario, era una mentira piadosa), el motivo por el que puse este
negocio, y lo confesé, era para multiplicar mi capital (y eso es lo que me
convirtió en capitalista)
.
Y si usted se
pregunta qué por qué hago pajaritas y no otras cosas más útiles para la
Humanidad, le diré, mire compa, estamos en el mundo capitalista (el mejor, eh)
y de lo que se trata es de hacer dinero sea como sea, y no de hacer que la
gente viva mejor.
Paco
Molina. Zamora 24 de Mayo del 2017
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