Carlos Marx, si
hubiera nacido en la actualidad, sin duda habría sido diagnosticado como niño con
altas capacidades (vulgo persona superdotada).
Marx vivió en el Siglo
XIX. En ese siglo, la ciencia (y la revolución industrial consecuencia de ella)
multiplica la aparición de máquinas y la creación de riqueza.
Sin embargo, a Carlos
Marx lo que le choca y llama la atención, es que cuanto más rica era la sociedad
peor vivían sus gentes. Cuestión que también se daba a nivel mundial.
¿Cómo es posible que
si se producían más bienes materiales y con mayor facilidad, resultara después que
la gran mayoría de los ciudadanos (los obreros) cada vez vivieran peor o en
todo caso, igual de mal?.
Es a raíz de ese
problema, que se plantea así mismo, por lo que comienza sus estudios sobre este
asunto, que culminarán en su conocida obra “El Capital”.
Siendo la conclusión
que esa injusticia (la de que quien produce la riqueza con su trabajo, en la
fábrica o en el taller o en el surco de la tierra, sea quien peor vive) es
porque los medios de producción y la tierra como tal, son propiedad de un
particular (el capitalista) y no del conjunto de la sociedad, y menos de los
trabajadores.
Para que se entienda
mejor, reparen ustedes en que cuando la Humanidad descubra una vacuna o
medicina eficaz contra el cáncer, no va a ocurrir que así sea.
Porque resultará que
tal descubrimiento se hará en los laboratorios de una empresa (que es de un particular,
de un empresario) y ese descubrimiento, que en sí sería un bien para todos,
pasaría a ser sólo un hallazgo (que aunque lo descubrirá un obrero) sería
propiedad del capitalista dueño de esa empresa (y de lo que hagan sus
trabajadores, por muy científicos que sean).
Y por tanto, la
vacuna contra el cáncer será de quien la pague y no de quien la necesite.
Tras todo lo dicho y
llegados aquí, el señor Marx (en compañía de otro genio, Federico Engels) concluye
la teoría de que la solución a los problemas materiales (o sea, económicos) de
la Humanidad, es que los medios de producción (fábricas, tierra y maquinaria)
no puedan ser propiedad de unos particulares (con intereses privados) y sí que lo
sean del conjunto de la Humanidad (o de cada nación o sociedad, poco a poco).
Ahora bien, Marx,
Engels, y pasados unos años Lenin (en este año se celebran los 100 de la
revolución soviética que él lideró) hacen este razonamiento:
1.-Si lo bueno para
la gente es que los medios de producción no sean de los capitalistas
(empresarios privados que sólo aspiran a multiplicar su dinero) habrá que quitárselos
y que pasen a ser de todos.
2.-Para quitarles
los medios de producción debe de ser el Estado (conjunto de la sociedad) quien
lo haga, después de decidirlo democráticamente.
3.- Pero claro, los
propietarios de los medios de producción (que encima son los poderosos de cada país
y por tanto de la Tierra) no van a acatar por las buenas que se les prive de
sus posesiones y se van a oponer a ello con toda sus fuerzas (y todas sus
armas, incluidas las de la compra de lacayos).
4.- En consecuencia,
durante un periodo más o menos dilatado, habrá que hacerles entrar en razón
poniéndoles al Baño María (en cálido remojo) mediante la “dictadura del
proletariado” (democracia trucada a favor de los que tienen menos, en contraposición
con la actual, que está trucada a favor de los que más tienen).
Esos 4 puntos (el
dar por hecho que los capitalistas están dispuestos a morir con las botas
puestas, puestas en los pies de otros a los que comprarán, para conservar lo
suyo) y las circunstancias posteriores, parecen dar la razón a Marx y Lenin porque:
*La misma revolución
bolchevique ve revolverse contra la clase obrera al Ejército Blanco, en lo que derivo
en una Guerra Civil.
**Tal proceso se
repitió inexorablemente en varios lugares:
En indonesia los
marxistas ganan unas elecciones democráticas y se llevó al país, por parte de los poderosos, a
un golpe de estado que acabó con ellos (a cuchillo limpio).
En España una tímida,
y no expropiadora, República Democrática (la 2ª) derivó en otra Guerra Civil,
financiada, en cuanto a los sublevados, por los que teniendo privilegios no los
querían perder.
Podemos ahora saltar
a Chile, donde Salvador Allende gana democráticamente (con una coalición de
partidos) y los ricos deciden poner orden como es tradicional en ellos, con un
golpe de Estado (que si triunfa, fusila,
y si fracasa se transmuta en una cruel guerra civil).
En Argelia, hace
bastantes años, ganan, si no los Hermanos Musulmanes (que no lo recuerdo) si su
primos, y los Poderosos de la Tierra desestabilizaron el país para que lo que
había querido la democracia no lo disfrute el hombre. Lo mismo hace poco en
Egipto.
Es decir, estos someros
(pocos) ejemplos daban la razón a Marx, Engels y Lenin, pues confirman que el
Poder sólo es demócrata si el resultado electoral es el que ellos quieren, o
por lo menos el que les garantice las ganancias (ver mi próximo escrito “La
Papiroflexia, la Plusvalía y el Capital”).
Pero ay, ay; por
alguna extraña transubstanciación, ahora, los Poderoso de la Tierra son unos demócratas
perdidos.
Y se confirma lo dicho
(que para demócratas los ricos) porque no otra explicación tiene el matar tanta
gente para que en Afganistán haya democracia, en Irak haya democracia. Y en
Libia, y en Siria, y en Corea del norte, y en Venezuela.
Por tanto, hoy
podemos decir, con gran satisfacción, que los Capitalistas o Poderosos, son más
demócratas que nadie, y si por ejemplo en España, decidiéramos que la vacuna
contra el cáncer sea de todos y no de un sólo capitalista, ellos respetarían
tal decisión, y no dudarían en financiar unas milicias prodemocráticas que
defendieran la decisión del pueblo de
expropiarles.
En cualquier caso,
en unas décadas, la Humanidad se llevará las manos a la cabeza asombrada de que
en el año 2017 hubiera unos hombres que trabajaran voluntariamente para
enriquecer a otros; lo mismo que
actualmente nos sorprende que hubiera épocas con esclavos y esclavas.
Paco
Molina. Zamora. 22 de Mayo del 2017
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