ZAMORA:
Las plazas de la plaza.
La ciudad de Zamora
es como un largo lagarto que reposa paralelo al río Duero, de manera tal que
aunque sus calles no están numeradas como en Nueva York aquí tampoco puedes
perderte.
Al entrar en ella se
desemboca en la primera de sus
llamativas plazas, llamada de La
Marina. En realidad un hibrido de parque y plaza con parking subterráneo. Lugar ideal para dejar el coche y estrenar la
ciudad. Además en la parte de arriba, en la plaza propiamente dicha, suele
haber cantidad de eventos de esos que tanto gustan: desde la feria de la
cerveza a la del libro antiguo, pasando por todo lo imaginable.
Enclave donde si se
deja el coche, al salir a la superficie, se ven locales para desayunar,
reponerse del viaje e incluso la clásica oficina de turismo.
Si esta es la cola
del lagarto, basta con adentrase por la calle comercial y peatonal de Santa
Clara para sin torcer, ni a derecha, ni a izquierda, llegar con paciencia a la
cabeza del mismo, a la Catedral con su cimborrio.
Pero vayamos
despacio, que hemos venido en viaje de placer.
Antes de entrar en
la arteria principal de la ciudad, una singular farola, obra del escultor de la
tierra Señor Coomonte, nos recuerda otra que estuvo en medio de la calzada
cuando apenas había coches, y donde quedaban las gentes como punto de
encuentro.
Nada más adentrarnos por Santa Clara, y aunque hoy no
toca, vemos el callejón que lleva a los célebres pinchos morunos (“2 que sí 1
que no”, según sean picantes o descafeinados).
Seguimos y enseguida
desembocamos en la Plaza de Hacienda,
enjambre de niños y niñas invadiéndola en horas no lectivas, felices porque les
protegen sus padres, y también les protege la citada institución, que recauda
para que no les falte de nada el día de mañana.
Si la plaza de
Hacienda está a la derecha la siguiente, a la izquierda, y casi sin separación,
es la de Fernández Duro agujero
negro de la ciudad pues en ella está Zara, lugar que traga transeuntas por
quítame allá ese modelito.
Antes de abandonar
esta plaza habría que meditar por qué tenemos una dedicada a la Marina y ésta a
un marino, cuando aquí, como en Madrid, tampoco hay playa. Tal vez sea porque Zamora es tierra de
contrastes.
Seguimos y enseguida
está la Plaza de la Constitución,
más conocida como la de la Subdelegación.
En esta plaza, que encima tiene un templo románico coqueto y bello,
encontramos los 3 poderes del Estado: Iglesia, Banca y Gobierno.
En ella, tal vez por
ello, se concentran todas las manifestaciones de protesta, amén de un mercado
de productos ecológicos los sábados.
Pero sigamos, y
toparemos con un rincón de singular belleza, donde lo más sorprendente no es
que el monumento a la madre se encuentre en la Plaza Zorrilla, y si el modernismo del antiguo Casino
compitiendo con el arte del Palacio de los Momos, hoy de Justicia, y una bella
maternidad de Baltasar Lobo en pleno jardín.
A la izquierda y un
poco a traspiés, otra plaza de bullicio y niños. La plaza del Maestro Haedo (antes de San Gil).
Esta, por estar
bastante bien cercada de edificios, ofrece un ambiente protector, y, o bien por
eso o por las terrazas que circundan el parque infantil, hace que si éste es un
hervidero de niños, la plaza sea un hervidero de adultos que se solazan de ver
jugar a su criaturas y disfrutar a sus paladares.
Volviendo al eje que
seguíamos, la célebre calle de Santa Clara, y casi de sopetón, al salir de la
que acabamos de comentar, está la Plaza
Sagasta.
Esta plaza, plena de
edificios modernistas y un Adán, recién expulsado del paraíso y abrumado porque
había inaugurado el Pecado Original, es actualmente el epicentro comercial de
la ciudad y lugar de encuentro de las guías turísticas con sus clientes.
La citada plaza
tiene forma de embudo, y tal como vamos caminando su parte estrecha está al
final. Pues bien, ahí, hacia la izquierda, la calle Viriato es toda ella un
cúmulo de confortables terrazas; mientras que hacia la derecha, de una forma
casi inverosímil por su estrechez, está la calle Quebrantahuesos, calle que
desemboca en otra de las célebres plazas zamoranas, la Plaza del Fresco.
Plaza esta
fundamental para la movida zamorana, que encuentra en ella desde el Célebre
Gran Café Jalisco, para tomar una copa con música de todos los tiempos, hasta
una bocatería para reponer fuerzas los reyes de la noche, amén de otros locales
de encuentro.
Y ahora, tras
regresar a la arteria principal, damos 100 pasos y entramos en la Plaza Mayor por uno de sus
vértices. Esta plaza basa su atractivo en que es un sin sentido.
Con forma
rectangular dislocada, presenta en sus lados más cortos, uno frente al otro, al
Ayuntamiento Viejo y al Nuevo y actual. Mientras que al tiempo, sus 2 lados más
largos se dan de bofetadas pues en uno hay una hilera de soportales, al más
puro estilo castellano, y en el otro, para pasmo del personal, una iglesia
gigantesca que algunos confunden con la Catedral, y que ni siquiera está
colocada en simetría con el resto de la plaza.
Pero la Divina
Providencia y el gremio hostelero han plagado esta plaza de mesas y sillas para
tomar todo tipo de manjares y menús.
Esta plaza comunica,
en su fondo, con la mencionada antes como Plaza del Fresco, la que habíamos
bautizado como centro de la movida, pero que ahora nos exige ser más rigurosos.
En la Plaza del Fresco, por tradición o poder adquisitivo, la selección natural
hace que sus moradores nocturnos sean gente de más edad.
¿De más edad que
quién? Que los de la movida juvenil.
Movida que desde siempre se concentró en la llamada Calle de los Herreros, que
como ustedes vendrán por acá, les indico que es la callejuela que sale de la Plaza
Mayor y que está enfrente del Merlú.
El Merlú es una
escultura de 2 cofrades, con trompetín y tambor, situada a los pies de la
Iglesia que profana lo que debería ser una plaza típica de la meseta
castellana.
Por cierto, la
Semana Santa de Zamora ya saben que es la mejor del mundo, ¿no? Pero hoy no es
el tema, ni el momento de hablar de ella.
El caso es que en la
plaza Mayor, donde nos encontramos, ya acabó la peatonal y comercial Calle de
Santa Clara, esa que nos servía de eje en nuestro viaje a pie, paseando y
disfrutando.
¿Cómo no perdernos
entonces? Pues siguiendo la dirección que nos marcaba la citada calle. Y así en
línea recta hasta el fin de la ciudad.
De esta manera
llegamos a la Plaza de Viriato,
con un curioso arbolado, más el Parador Nacional y un lugar ideal para noches
de jazz en verano o mercado de antigüedades los domingos. Por cierto, en ella
luce una escultura de nuestro idolatrado Viriato, del mismo autor que el Adán
arrepentido de su pecado que ya vimos. Eduardo Barrón.
Tras pasar esta
plaza, nos introducimos en el casco artístico, que no describimos pues estamos
a plazas y no a setas, lo que nos lleva a la triangular Plazuela de San
Ildefonso, sin otra peculiaridad que pasando por el arco que tiene a su
izquierda, se desemboca en la entrada principal del citado templo, y en la Plaza de Fray Diego de Deza.
Esta es el rincón
ideal para hacer unos ejercicios ¡¡¡espirituales!!!. Acción que puede tener como premio que veas
pasar una de las abundantes bodas que se celebran en el templo adyacente. Lo
cual es un aliciente nada despreciable a tenor del esfuerzo inversor que para
multiplicar su elegancia intrínseca hacen las invitadas de todas ellas,
convirtiendo los singulares espacios de piedra de Zamora en espectaculares
pasarelas del encanto de ellas.
Por cierto, hay que
decir que Zamora es un lugar ideal para casarse aunque no se sea de aquí,
porque se ahorra dinero y a la vez se introduce calidad de arte y vida en el
evento. ¿No ensayan hoy en día hasta coreos bailables los felices novios? Pues
¿porqué no venir a “consumar tanto amor”
al mejor escenario posible?.
Y por fin
desembocamos en la Plaza de la
Catedral, la del cimborrio gallonado
majestuoso.
Esta plaza, que a su
vez da a la plaza de armas que en su día fue el castillo, a parte de su valor
artístico, reúne la peculiaridad de que, por no tener otros vecinos que los
espíritus puros que en ella puedan habitar, se ha convertido en centro de
espectáculos culturales de todo tipo en verano: cine al aire libre, bailes
folclóricos, conciertos de bandas y de leyendas, obras teatrales. Todo ello en
lo que un buen escritor describiría como
“un marco incomparable”.
Los eventos son tan
de todo tipo que durante 2 o 3 años se celebró en la plaza de la Catedral un
festival trans. Trans de transgresor (el transfest) organizado por gentes del área
de influencia de los colectivos LGTBi.
Tal descoque enseguida fue atajado por la autoridad competente, vulgo obispado,
que presionó y consiguió que el escándalo no escandalizara a la nobles piedras del
lugar. Aunque sigue celebrándose en Zamora que no en vano un tal Palomino
escribió un libro titulado “Zamora y Gomorra”
Todo esto se cuenta
para que ustedes vean que Zamora, además de ciudad pétrea es una ciudad viva. Tan viva que en ella
ocurre de todo, de manera tal que nuestro lema podría ser:
“Si no vienes a
Zamora no te pasará nada, pero si vienes puede pasarte de todo”.
Y todo bueno.
FRANCISCO
MOLINA MARTINEZ. 18 de Octubre del 2022
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