LAS
MUJERES
Confieso. Yo me lo
pasaba pipa con el consultorio de Dª. Elena Francis. Entre un buen teorema de
matemáticas y la carta de ¡qué quieren que les diga!
Me lo pasaba mejor con la misiva.
Eran los años
66-67-68-69 del Siglo XX. Entonces España era un país perfecto y sus mujeres
más perfectas todavía; por eso, a parte de la curiosidad de cada caso, el
programa de la Señora Francis resultaba como un balón de oxígeno en medio de
tanta y tan asfixiante perfección.
Resultaba que las mujeres tenían problemas
(afectivos, emocionales, vitales), resultaba que no era sólo la Tierra la que
se movía, sino que también se movía la vida.
Pero lo que más me
llamaba la atención de aquel inefable consultorio era una frase que se repetía
con harta frecuencia y casi a modo de muletilla. Era esta: "Hija mía, ni un solo hombre merece una sola de nuestras lágrimas".
¡Qué crueles debemos
ser los hombres para que las mujeres opinen así de nosotros!, pensaba.
Y hoy, finalizado el
programa (que se emitía en la Cadena Ser), me entero de que la Señora Francis eran doce machos, con
lo cual ahora me digo: <¡Cuánto más crueles debemos ser los hombres para que
los propios hombres pensemos así de nosotros mismos!>.
Y sin embargo: Si
merece la pena llorar por algo es por una mujer.
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