domingo, 11 de mayo de 2014

Monólogo simpaticólogo (el tren y la guerra)


EL TREN SALVADO

Por lo oído, algunas líneas férreas caen porque al año suponen un gasto de mil millones de pesetas. (estamos en los años 80 del siglo pasado)

Como por otro lado los gastos militaristas en nuestra Patria son de más de mil millones al día, creemos que hemos encontrado la fórmula para salvar el tren.

En efecto, usted lo ha adivinado, basta con quitar el dinero de la defensa de un día (mil millones) para mantener el tren todo el año.

Pero, naturalmente, si los gastos militares son tan grandes por algo será, así que el no gastarse los mil millones un día pude ponernos en peligro.

Ante eso, tras varias semanas de darle al coco se nos ocurre lo siguiente: Que cada 28 de Diciembre se decida qué día del año próximo, vamos a quedarnos expuestos al enemigo.

Dicho día, por supuesto, sería otro de los muchos secretos de estado que justifican lo que justifican.

La probabilidad de que el enemigo decida atacarnos en nuestro “día tonto” (habría que llamarlo así, puesto que sería una fecha para sentimentales y no para razonables) es pequeñísima.

El problema surge en los años bisiestos, ya que al “día tonto” habría que añadirle ese otro que nos trae Febrero, y claro eso ya nos pone en una situación muy delicada.

Como somos gente muy preparada (¡preparados, listos!...¡fuego!) también ofrecemos, por el mismo precio, la solución a este segundo “día tonto”.

Veamos: Al venir los años bisiestos con periodicidad “cuatro”, no sería nada costoso invitar, en uno de los días en los que no hemos gasto los mil millones en armamento, al jefe de los enemigos. Porque es casi seguro que, aunque son unos bestias, no nos atacarían durante tal visita.

Lógicamente, esos años, seguiría habiendo otro día de peligro, pero la probabilidad de que lo descubran, ya dijimos, es pequeñísima y…además…de descubrirlo, como ese día se eligió en la festividad de los Santos Inocentes, el perro sarnoso del enemigo siempre dudará si no les estaremos tomando el pelo, lo mismo que nosotros dudamos si no nos estarán tomando el pelo cuando nos dicen que hay que perder el tren de verdad para no perder el tren del progreso.

 

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