LA
RESURRECIÓN DE LA CARNE
Aunque sólo fuera
por las pasiones que desata la Semana Santa en Zamora, debería llamarse la
Semana de Pasión.
Incluso, este
acontecimiento, se ha tomado como sistema de referencia para dividir el mundo
en meapilas y modernos.
Si tú eres de los
primeros pedirás que en esos días haya vacaciones escolares, y si eres de los
segundos, has de apostar, bajo pena de muerte, porque esos días de descanso se
produzcan en la siguiente semana.
Todo ello, el
aspecto de lucha religioso /ideológica, para ocultar que con vacaciones después
hay (menos este año) un día más sin clase; para tapar que en esos días ir a
París es más barato y para disimular que uno quiere tener las fiestas los mismos
días que sus seres queridos que viven en otra provincia.
Se ha tomado este
ejemplo como imagen (imaginería semanasantera) plástica de cómo una lucha
lógica, que unos —los docentes— quieran una cosa, y familias y alumnos otra, se
desvía y en vez de dirimirse la batalla a cuerpo limpio, todos sacan en
procesión los fantasmas del espíritu, que son más fantasmas que ninguno.
Llegados aquí
conviene advertir al lector/ a, esté contento o no de cómo van los tiros del escrito
hasta ahora, de que lo que sigue puede herir su sensibilidad..... sobretodo si
usted es presa de las pasiones que desata el tema.
Porque lo que sigue
pretende demostrar que el éxito de la Semana Santa de Zamora está en que
actualmente es una festividad pagana.
Los historiadores y
estudiosos del pasado afirman que las fiestas que conmemora la Iglesia Católica
están situadas, a lo largo del año, de manera que coinciden con las fechas en
que el paganismo tenía sus propias jornadas de descanso, alegría y ruptura con
lo cotidiano.
Ocurre pues que si
se quitara una festividad religiosa debajo se encontraría una fiesta pagana, y
la diferencia entre una cosa y la otra, estaría en que la disculpa para la
vacación, según la Iglesia, estaría en el más allá (religiosidad) y la de los
pueblos sin Dios en el más acá (la orgía).
En ese orden de
cosas la Semana Santa es una festividad religiosa que ha desplazado a una
anterior festividad puramente popular.
Pero el planeta
Tierra, que además de girar sobre su eje, gira en torno al Sol, y con éste, en
galaxia entera, también se mueve, resulta que da muchas vueltas y mira tú por
dónde, es la raíz pagana del remoto pasado la que hoy da sabia y fuerza
indestructible a la Semana Santa.
Sí, se ha dicho
fuerza indestructible, porque si hoy algún mandamás tratara de suprimir este
montón de días especiales, el pueblo se enfurecería y es que; esto “ya es suyo”.
Y es del pueblo, de
todos, en cuanto que tiene la magia de lo pagano, la magia de lo ancestral, la
magia de nuestros propios genes.
La Semana Santa hoy
es una fiesta pagana porque reúne las características de aquellas festividades.
Esos rasgos son:
—Primero, que se
trate de varias jornadas seguidas en que todo se trastoca respeto al orden
habitual.
Y eso ocurre en esos
siete días en esta ciudad.
—Que las fechas de
celebración coincidan con alguna efemérides importante del calendario solar.
Y la Semana Santa
suele emerger como ese conjunto de días
más luminosos que siguen a los oscuros del invierno, cuando empieza a sentirse
la primavera, los cuerpos se despojan del frío, surge la alegría, se pasó la
época dura y hay que celebrarlo. Cuando recomienza el ciclo vital.
—Otra característica de cualquier fiesta
pagana, es que la celebre (la viva) todo el mundo. Eran días de asueto y juerga
popular.
Hoy en Zamora, el
que no se vaya, se ve inmerso en la gran fiesta, aunque no vea ni una procesión,
porque el clima de exaltación está en el ambiente.
—Es también
específico del festival pagano, el ritual o la celebración de ritos de carácter
iniciatico o ritos de iniciación a la vida. Costumbre que aún conservan tribus
no civilizadas, según la cual todo el poblado participa en la iniciación sexual
de las chicas y chicos que en ese año han besado la adolescencia.
Y en Zamora también,
en esos 7 días y medio, de una manera indirecta, no programada, pero imparable,
muchas adolescentes y muchos adolescentes, reciben y dan su primer beso, unen sus
manos con una descarga especial y, con su permiso recién estrenado para salir
de noche, descubren su pasión, perdidos entre tantas gentes.
Y ¿por qué arraigó
así, con esa fuerza, en esta ciudad de meseta seca, esta semana de pasión?
Por la voluptuosidad
que en esos días y noches impregna el ambiente.
Es la voluptuosidad
producida por:
La belleza plástica,
que como toda belleza destila placer.
El ambiente en
ebullición, que produce un contraste agradable y seductor, en sí y respecto al
invierno gris (de niebla) y mortecino (de aburrimiento) del brasero.
Los reencuentros,
con esa revolucionaria melancolía que surge al volver a topar con aquella
persona que te tuvo trastornado/a.
Las apariciones; el
conocer nuevas almas y nuevas perturbaciones, no esperadas, no buscadas.
Las manos cogidas,
para que no sólo el olfato, el gusto, la vista, el oído sino también el tacto
disfrute (cuando te cojo la mano siento el placer que produce en el alma el
tacto).
El paladar satisfecho:
aceitadas, garrapiñadas, sopas de ajo, dos y pingada.
La gula compartida,
que en casa hay invitados.
El disfraz. De hecho
el uniforme de cualquier cofradía produce un bienestar físico, palpable, a quien
se lo pone.
Es una forma de
sentirse transmutado.
Ellos gladiadores;
ellas sacerdotisas.
Los componentes de
paganismo son tantos y tan fuertes que hoy día, esta fiesta de Zamora, al
margen de que lógicamente algunos la vivan como algo especialmente espiritual,
es ya la fiesta de un pueblo y de tal calibre y alegría, que el presunto valle
de lágrimas se convierte en esos días en un valle de colonias.
Y yo que te huela.
FRANCISCO
MOLINA. Publicado en El Correo de Zamora el 12 de Abril de 1992
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