CLÍTORIS
vs VAGINA.
Clítoris versus
vagina, o clítoris contra vagina, como se quiera indicar, pero indicándolo, es
la mejor manera de meterse en camisa de once varas para poner ésta a tender a
la luz del sol, a la brisa refrescante y a la vista de todas y todos por si sirve
de algo.
Si en los puestos claves
de la sociedad no hay mujeres (o apenas las hay) solo puede deberse a dos
motivos: a) O bien la razón está en que la hembra de la especie es inferior al
macho y como consecuencia no vale tanto como él para puestos de responsabilidad,
b) O bien la mujer es igual que el hombre pero hay en la sociedad mecanismos, leyes
y costumbres, que actuando contra ellas, impiden que tengan las mismas
posibilidades que sus "parejas".
(Este razonamiento
sencillo y rotundo es de una mujer).
Llegados aquí, aquellas
personas que se inclinen por considerar que todo ocurre por el primer motivo,
reciban un muy sentido pésame, porque les va a "pesar" la comprobación
diaria y futura de que no solo no es así,
sino que es muy posible que en efecto hombre y mujer sean diferentes, pero con
la "diferencia” a favor del género femenino.
Hay teorías, basadas
en estudios, que defienden que con anterioridad a la sociedad actual, de tipo
patriarcal (manda el macho) existieron otras estructuras, donde todo giraba en
torno al poder de la mujer (sociedades matriarcales).
Para otros científicos
las sociedades primitivas eran equilibradas (igualdad de derechos y deberes
entre ambos sexos).
Y también los hay, lógicamente,
quienes mantienen que todo esto fue así siempre por razones naturales.
Si de las tres
opciones observamos las dos primeras, se deduce que históricamente se ha
producido un vuelco a favor del hombre.
¿Por qué? ¿Qué le
movió al macho a hacer una revolución contra las hembra? (el cómo pudieron
hacerlo no sería misterio, debido a la mayor fuerza física; violencia que como
ley, aún se trata de imponer a escala familiar o de pareja).
Lo que sigue no es
nada nuevo, pero precisamente por estar avalada de antemano, no viene mal decirlo
con otras palabras:
Si se toman tres parámetros
o características lo suficientemente relevantes, se puede comparar y contrastar
fácilmente, sin perder generalidad, a la mujer con el hombre.
Sean esos parámetros:
resistencia física, potencia sexual e inteligencia.
Sobre la inteligencia
y su igualdad (en el mejor de los casos para el hombre) basten dos pruebas: una,
que cada cual analice por lo que conoce; otra, si a pesar de tenerlo todo en
contra están emergiendo como lo están haciendo, en unas estructuras de
cabezotas (masculinas), queda todo dicho.
En la resistencia física,
al dolor, a las enfermedades, a las vicisitudes, es fácil que la constitución
femenina supere a la del hombre.
Que hay más mujeres
que varones es sabido (en esta ciudad, tres mil más), aunque también es sabido que
ello se explica por otros motivos, mas de organización social (guerras,…..) que
biológicos.
Pero también podría
ser debido a que, la hembra, en cuanto encargada por la naturaleza de la fase
delicada de la procreación, esté dotada por aquella de una mayor fortaleza con
vistas a que el número de óvulos se mantengan en un nivel aceptable (el número
de espermatozoides de un sólo individuo es, comparado con los óvulos de una sola
mujer, infinito).
Así las posibilidades
de subsistencia de la especie aumentan, tendencia de lógica ecológica.
Y se llega al tercer
parámetro: la potencia sexual o la capacidad para sentir y vivir el sexo o la
disposición sensual a la ternura.
En este punto, la
mujer es netamente superior al hombre, zarandajas culturales al margen.
El instinto de
supervivencia de la especie, que en el caso humano se ha demostrado como el más
eficaz hasta el momento (respecto a otros animales) ha hecho que la sexualidad
del hombre sea volátil, en el sentido de ligera.
Un macho tiene que
depositar semen en el mayor numero de hembras posibles a fin de fecundar a
alguna, y por eso su sexualidad responde a un único esquema o ley: se excita
con facilidad siempre que fisiológicamente esté dispuesto (cosa que no es posible
de una manera continua, como se hace evidente al tener necesidad de un periodo
de recuperación, que aumenta con la edad).
El sexo del hombre
es pues ligero y "de paso".
Paradójicamente
aparece como más obsesionado porque siempre está pensando en lo mismo (le obliga
la naturaleza como grupo, aunque como individuo se distrae mucho de pensar en
lo mismo), incluso le gusta cualquier cosa con faldas; pero sus periodos de
recuperación hacen que "no siempre esté pensando en lo mismo" y su decadencia
sexual hace que pase de que "le gusten todas" a que sólo le gusten
las jovencitas, es decir las únicas que levantan su impotencia creciente.
Por contra, la
hembra humana fue dotada de una continua disposición exterior a quedar
embarazada (con vistas a la reproducción) y esa "disponibilidad-sin-remilgos-y-sin
descansos temporales" solo se podía lograr con un deseo sexual de tal calibre
que SIEMPRE la tuviera en celo (con capacidad para el placer SI LA EXCITAN), y
además, con tal potencia de goce que puede olvidarse de "quien trae ahora
la semilla reproductora"; la supervivencia de la especie no permite
desperdiciar semen por un “quítame allá ese príncipe azul".
Esta es la paradoja
sexual:
Fisiológicamente, a
quien le gustan todos es a las hembras, mientras que el macho cuando le toca calentarse
"lo hace sin enterarse de con quién”.
Pero con esas
diferencias a favor de la mujer, en una sociedad organizada al modo civilizado,
el hombre no podía soportar la risa feliz de la mujer, eso le amargaba (la
competitividad ya había vencido).
Y más o menos conscientemente,
guerreó socialmente contra ellas.
Su carácter violento
le permitió la victoria, y ahora en épocas cultas una de sus armas más cruel
consiste en mantenerlas en la esquizofrenia del Bien y el Mal, con la
esquizofrenia de lo correcto y lo incorrecto, es decir haciéndolas enemigas de
sí mismas “una a una".
La nueva fuente de
complejos para el mundo femenino, ya que la existencia del orgasmo para ellas
no se oculta ya, está en diferenciar los que provienen de acariciar el clítoris
de los que provienen del coito (orgasmo vaginal).
Así surge una nueva
incertidumbre, ¿qué es lo normal, tenerlo por aquí o por allá o por los dos ? ¿
qué es mejor? etc.
Por si eso fuera
poco, las pobres ahora tienen que buscarse el punto G.
Ah! y como no lo encuentren:
se la han cargado !otro complejo!.
Pues bueno, de todos
estos rollos, se defiende aquí la teoría de que todos los orgasmos son frutos
del mismo árbol, el clítoris.
Que además, puede
ocurrir que ese árbol tenga las raíces más o menos extendidas.
Si esas raíces son
largas se habrán ramificado por la vagina y claro, tocar ahí también dará
placer.
Si hay alguna raíz (en
la vagina) más concentrada se estará tocando un punto G.
Pero en definitiva, el
órgano de placer de una mujer es el clítoris, y todo lo demás partes de él.
De lo único que se
trata es de coger el fruto de ese árbol por donde se pueda.
FRANCISCO
MOLINA. ZAMORA-11-8-1991 . No creo que se publicara.
NOTA.
25 años después afirmo dos cosas:
1.-
No es la naturaleza la que dispone las ventajas reproductivas de ninguna
especia animal, sino que quien las tiene malas desapareció (dinosaurios) y
quien las tiene buenas siguió (humanos).
2.-Así mismo la razón por la que el macho esclavizó a la hembra es para controlar la
reproducción, no por envidia como digo aquí (ver mi libro LA ESTAFA SEXUAL)
No hay comentarios:
Publicar un comentario