sábado, 31 de diciembre de 2016

Rermigio Hernández Morán presentando libro de Guarido-Molina

PRESENTACION del libro “69 caras blandas y caraduras en caricatura” por Remigio Hernández Morán (5 de Abril de 1993).

Sin entrar en el detalle erótico y subliminal de la política y del título “69 carasblandas y caraduras” de la Zamora bigotuda -digo Viriatuda — y sin ni siquiera como reflejo en la portada de pacientes porteadores de ese paso consistorial izando como imago pagana al imperator de la urbe, vengo hoy a acompañar con mi pregón — en su sentido más etimológico — la presentación de este libro abierto democráticamente, apaisado y a la llana y al revés, porque en eso consiste la caricatura del ser, en darle la vuelta, volverlo del revés, escudriñarle el envés, pues de la haz, de su cara — dura o blanda — ya estamos más que saturados.

Pudiera ser que el dorso del tamiz nos mostrara lo insólito, lo mejor y más natural, pero por su modestia prefiere la cara oculta, la recóndita y humilde, y conviene a veces pasearla, sacarla a hombros a la luz del día, pues casi todas ellas — por tratarse de hombres públicos — necesitan como los toreros darles una vuelta al ruedo, que no en vano su profesión está al descubierto de cualquier cornada malhadada.

Los dos autores son colegas y compañeros, y el hilo conductor nos vino por la docencia en ese laberinto maravilloso del Instituto "Claudio Moyano".

Corrían los años 70 más lentamente que los agobios de Francisco Molina Martínez; fue la década prodigiosa en que se deshizo el nudo gordiano de la cuarentena: la figura desgarbada y vivaracha que profesoraba aquellas aulas y recorría aquellos pasillos no ha abandonado su quehacer inquieto y hasta cabe que alguna de aquellas termites, en estado larvado entonces, ya se le inoculara en este su ingenio de carcoma y destrucción de todo cuanto represente la injusticia.

Las caricaturas en que aquí aparece nos hablan de un cuerpo manojo de nervios, puro espíritu sobre apenas huesos en que aposentar para devenir en persona, peinado “ad—lib”, ojos de lince, barba rala y pose de liebre, rauda a todo lo que se mueva y tímida para crecerse, dispuesta a la sonrisa abierta preludio de dentellada.

Lo que no quita para que en su cátedra de números no le salgan las cuentas como él quiere.

Ha dado al cazador alcance y dispuesto está a cualquier calvario o sacrificio, aunque tenga que arrastrar la cruz a  cuestas de la hoz y el martillo — esas herramientas ya trasnochadas frente a la técnica y la industria postmodernas — camino del Gólgota de la Casa de las Panaderas.

Aposentado está como edil y al acecho de todo desaguisado, compañero de fatigas y desfacedor de entuertos con ese que le coordina provincialmente entre las siglas del IU — antecedente guerrero de los indios como grito de júbilo !IU, IU, IU! y de luz.

 Francisco Guarido Viñuela es el sosia, el alter ego de Molina, forma con él el busto bifronte de un nuevo Jano sólo abierto a la paz, nunca a la guerra.

Éste si que ha sido uno de los afectados por las termites del "Claudio” ; dos años en el exilio, ha visto, al fin, recompensada ahora su paciencia y su resignación con ese Gran Hotel color albero al exterior, palacio de Minos, aeropuerto y hall impresionante en el interior, a la espera de cualquier despegue o aterrizaje, en su recogida cabina que orienta a cualquier perdido,  sin menoscabo de estudios magistrales, históricos, políticos, hobbies y atenciones, conserje del trajín diario, de la charla y el buen hacer.

Su caricatura es la de un cuerpo entrado en trance, lo más probable en sueño senatorial, su barba recortada son las puntas de iceberg de sus ideas claras, rotundas y prendidas y no con alfileres, son los pinchos con que pica los derechos de Violeta y Claudia, las niñas de sus ojos.

“69 carasblandas y caraduras” son una antología de humorismo gráfico publicado en el fenecido “El Correo de Zamora” y ahora medio resucitado; monos o monigotes que representaban, en caricaturas, la flor y nata — medio marchita la una y convertida en yogur la otra — de los personajes públicos del momento en el ámbito nacional o local y que nos demuestran — sic transit gloria mundi — lo endeble de estar en la pomada y lo efímero de la cresta de la ola.

Resulta a veces muy interesante esta excerpta intermitente de los periódicos diarios, baúl de los recuerdos y del mañana,  modesta enciclopedia literaria del bullir vital de la ciudad o del país, índice catalizador, pulso a tomar en el latir del pueblo, paradigmas muchos del articulo o comentario del bien escribir y, en este caso, del buen describir a trazos de ingenio  y de plumín.

 Y ahí están, para ejemplo, el sonreír campechano de nuestro Rey esquiando y escalando las montañas suizas en unas vacaciones fantasmas de tres días, y el rumor del pueblo a la caza de brujas, cuando no estaba haciendo más que cumplir con su oficio: "coronar" hasta la cumbre.

O cuando tuvo otro desliz, esta vez cuesta abajo en la nieve, y fue embestido democráticamente por un estudiante que le dejó renco del pie derecho, señal inequívoca de los mal pensados para saber de qué pie cojeaba el monarca, cuando lo más lógico sería definirle por la pierna que le quedó indemne y, por ello, la más fuerte y en la que más se apoya, la izquierda.

Y aquí aparece nuestro paisano D. José Carlos Romero Herrera, exministro de Agricultura, mente privilegiada en sus estudios secundarios y a quien a nuestro caricato no se le ocurrió más que dibujarlo de extravagante espantapájaros en medio del barbecho como defensor del campo, único medio de protección, campos de soledad, mustio collado, al que se ve abocado el exprimido campesino.

Y, mientras tanto, caminata arriba, caminata abajo, tractorada en el arcén, leche cortada y derramada, y carneros entre diputados.

Sátira política es la base de este florilegio.

Como buenos curanderos, ponen el dedo en la llaga y a veces curan con vinagre, llaman la atención y publican a los cuatro vientos y a voz en grito lo que ya generalmente piensa el pueblo llano y soberano y quiere ver en molde, en los papeles, a los protagonistas, para que nadie se llame a engaño y por si aún ha quedado algún ingenuo traspuesto o en Babia o chupándose el dedo.

Estos cirujanos del estilete y de la actualidad logran que ese dedo señale y acuse al presunto embaucador o trufaldín.

La crítica política es la crítica que más juego da, la más socorrida: tal vez sea porque no ha mucho no había juego ni cancha y ahora nos resulta una novela por entregas, un culebrón, y es sencillamente porque el circo está abarrotado de caretas, de la claque que vive del cuento, hace teatro y a veces tragedia en la escena nacional.

Su cama-redonda, la Izquierda Unida de sus entretelas, ha tenido la habilidad de encontrar a ese iluminado, zahorí moruno con la estampa del último abencerraje, un Anguita leído y aprendido muecín contrarreloj, que ha venido a recomponer con pegamento "Imedio" y engrudo zapateril los cascos rotos, tejuelos y añicos, de un PCE reconvertido y hacer de él juegos malabares con la hoz y su martillo.

Yo tengo mal recuerdo de esos emblemas del trabajo, porque con ellos me segaron las ilusiones y me martillaron mi alma de niño; la hoz, símbolo del hombre del campo, segador ajustado y mercenario, espaldas paralelas a la tierra, encorvado como el mundo, camisa enhiesta sudorosa y puesta en pie, reseca, del salitre que la empapó, parece mentira que esa hoz guadaña de juguete con su acíe afilada rebanara tantos cuellos y alzacuellos inocentes, y el martillo, signo del esfuerzo y del remate, sirviera para remachar los clavos de tantos crucificados.

Anagrama y logotipo que aún se debaten en la paradoja de Rusia donde la ultraizquierda de otrora sea la ultraderecha de ahora, de lo que se deduce que en cuestión de política -y de todo lo demás - este mundo y esta historia es una noria, un carrusel, la pescadilla que se muerde la cola.

Y la política local no anda a la zaga. Ellos están en el chocolate del loro y saben cómo se cuecen las habas. Los problemas que acucian al peatón de Santa Clara, a ese pobre zamorano con las manos en los bolsillos que le ha tocado habitar el Oeste español, resignado, conforme con su paseo intrincado por la calle que dicen peatonal, sencillo, a cuestas con su alma y sin comprender tantos guisos, le vuelven la cabeza estos políticos que un día le hablan de un Canal Olímpico y él interpreta, acongojado, que lo abren a él en paridad; o de un Cuartel Viriato que le soñaron Campus universitario y él confunde con un campo de esplendentes girasoles o subterráneos de remolacha, pero jamás Universidad para sus hijos; o de la penúltima reforma del Bosque de Valorio para respirar hondo, contar hasta diez y que se le aparezca la Puri en forma de princesa detrás de un abeto, el cuento del bosque encantado; o de la urbanización y adecentamiento de las riberas del Duero o de la Estación Depuradora del Agua para mirarse en ella y creerse un Narciso, o de las grandes autovías que crucen y mareen la provincia y tenga que conformarse con una cañada al borde de las antiguas "viñas" que otros le vendimiaron; o resignarse con un tren de juguete y una maquina ajada y prostituida en el Parque de la Marina porque para llegar hasta el mar no le quedan más que unas piraguas olímpicas Duero abajo sin llegar a Oporto.

Otros personajes familiares desfilan también por sus plumas, gentes de buena voluntad e intención clarificada, ese bonachón de epíscopo recién ido -D. Eduardo Poveda Rodríguez - entregando el relevo a duras penas - el hisopo refrescante y aspergente - al nuevo corredor de fondo y de chapela, su atlético epígono D. Juan María Uriarte Goiricelaya.

O ese compañero machacón - Francisco Iglesias Carreño - espadachín del PREPAL, portaestandarte del león que levanta su patita para desahogarse a gusto contra el castillo.

Y qué decir de Ángel Bariego Núñez, el Ángel custodio del Cuartel, el santo de las causas perdidas, su reino no es de este mundo, a punto de dársela con queso.

Estos son los tipos, las figuras descollantes y las jaquecas diarias de la vecindad, que con una de cal y otra de arena proyectan su luz y sombras sobre esta pantalla zamorana, pasarela satírica de la cháchara, del comadreo político, del cuchicheo a la solana.

Es verdad que a veces rozan lo atrevidillo, a ratos lo obsceno en el sentido etimológico de lo que debiera estar fuera de escena, lo escatológico y la palabra rotunda y cacofónica.

Pero ofrézcaseles a los autores como un brindis de chistes dirigidos a quienes no van a comprar el libro.

Aquí sí que no puede decirse que no han dejado títere con cabeza.

Si, es verdad que este libro de registro hubiera menester en su texto de un raspado, de un desbaste y un pulido, para que la poda hubiera dejado más al aire, al descubierto y a la vista, lo que va de un diamante a un brillante, pues toda idea - por venir del hombre - piedra preciosa es.

Yo sí creo que, ahora que D. Paco Molina y aprovechando que el Duero romántico pasa por Zamora y él es concejal de su digno Ayuntamiento, bien pudiera pedirse un viaje subvencionado al Monte Parnaso de las Musas griego y hacer un cursillo intensivo de poesía, de versos liricos, que todo ello redundaría en bien de la ciudad y los lectores y sería muy de agradecer por todo el vecindario.

Y Paco Guarido no es que pinte o dibuje a ojo, sino a recuerdo, de memoria, no del natural, sino de la idea interior que bulle en su cabeza al fin y al cabo, la realidad no es más que la visión física del mundo platónico de las ideas.

Que todas estas páginas redunden en cultivar el sentido del humor, en su tenencia, sine qua non este mundo se trocara en inmundo.

Que no degenere esta Ocellum Durii en un patio de Monipodio, con sus telarañas al viento, ondeando por banderas sus trapitos; que no se convierta en un corral o en atrio de comedias en que sus vecinos vociferen, aireen sus defectos, verduleen y exhiban sus cuchipandas, sus quejidos y sus lloros; que su intimidad se quede en ellos mismos y a los problemas pongan todos manos y que de esta manzana de casas que conforman este patio vecinal no salga ninguna gusanera, sino que florezca en lo más alto del árbol, dorada al sol y envidia no solo de socialistas sino de todos, porque será señal de que el frutal ha sido bien regado con el esfuerzo y el sudor y la sonrisa a su sombra leyendo y disfrutando de estos monos y monigotes de estos dos autores a cuál menos caradura, pero de blando corazón.


Firmado: Remigio HERNANDEZ MORAN

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