PRESENTACION del
libro “69 caras blandas y caraduras en caricatura” por Remigio Hernández Morán
(5 de Abril de 1993).
Sin entrar en el
detalle erótico y subliminal de la política y del título “69 carasblandas y
caraduras” de la Zamora bigotuda -digo Viriatuda — y sin ni siquiera como reflejo
en la portada de pacientes porteadores de ese paso consistorial izando como
imago pagana al imperator de la urbe, vengo hoy a acompañar con mi pregón — en
su sentido más etimológico — la presentación de este libro abierto democráticamente,
apaisado y a la llana y al revés, porque en eso consiste la caricatura del ser,
en darle la vuelta, volverlo del revés, escudriñarle el envés, pues de la haz,
de su cara — dura o blanda — ya estamos más que saturados.
Pudiera ser que el
dorso del tamiz nos mostrara lo insólito, lo mejor y más natural, pero por su
modestia prefiere la cara oculta, la recóndita y humilde, y conviene a veces
pasearla, sacarla a hombros a la luz del día, pues casi todas ellas — por
tratarse de hombres públicos — necesitan como los toreros darles una vuelta al
ruedo, que no en vano su profesión está al descubierto de cualquier cornada
malhadada.
Los dos autores son
colegas y compañeros, y el hilo conductor nos vino por la docencia en ese
laberinto maravilloso del Instituto "Claudio Moyano".
Corrían los años 70 más
lentamente que los agobios de Francisco Molina Martínez; fue la década
prodigiosa en que se deshizo el nudo gordiano de la cuarentena: la figura
desgarbada y vivaracha que profesoraba aquellas aulas y recorría aquellos
pasillos no ha abandonado su quehacer inquieto y hasta cabe que alguna de aquellas
termites, en estado larvado entonces, ya se le inoculara en este su ingenio de
carcoma y destrucción de todo cuanto represente la injusticia.
Las caricaturas en que
aquí aparece nos hablan de un cuerpo manojo de nervios, puro espíritu sobre
apenas huesos en que aposentar para devenir en persona, peinado “ad—lib”, ojos
de lince, barba rala y pose de liebre, rauda a todo lo que se mueva y tímida para
crecerse, dispuesta a la sonrisa abierta preludio de dentellada.
Lo que no quita para
que en su cátedra de números no le salgan las cuentas como él quiere.
Ha dado al cazador
alcance y dispuesto está a cualquier calvario o sacrificio, aunque tenga que arrastrar
la cruz a cuestas de la hoz y el
martillo — esas herramientas ya trasnochadas frente a la técnica y la industria
postmodernas — camino del Gólgota de la Casa de las Panaderas.
Aposentado está como
edil y al acecho de todo desaguisado, compañero de fatigas y desfacedor de
entuertos con ese que le coordina provincialmente entre las siglas del IU —
antecedente guerrero de los indios como grito de júbilo !IU, IU, IU! y de luz.
Francisco Guarido Viñuela es el sosia, el
alter ego de Molina, forma con él el busto bifronte de un nuevo Jano sólo
abierto a la paz, nunca a la guerra.
Éste si que ha sido
uno de los afectados por las termites del "Claudio” ; dos años en el
exilio, ha visto, al fin, recompensada ahora su paciencia y su resignación con
ese Gran Hotel color albero al exterior, palacio de Minos, aeropuerto y hall
impresionante en el interior, a la espera de cualquier despegue o aterrizaje,
en su recogida cabina que orienta a cualquier perdido, sin menoscabo de estudios magistrales, históricos,
políticos, hobbies y atenciones, conserje del trajín diario, de la charla y el
buen hacer.
Su caricatura es la
de un cuerpo entrado en trance, lo más probable en sueño senatorial, su barba
recortada son las puntas de iceberg de sus ideas claras, rotundas y prendidas y
no con alfileres, son los pinchos con que pica los derechos de Violeta y
Claudia, las niñas de sus ojos.
“69 carasblandas y
caraduras” son una antología de humorismo gráfico publicado en el fenecido “El
Correo de Zamora” y ahora medio resucitado; monos o monigotes que
representaban, en caricaturas, la flor y nata — medio marchita la una y
convertida en yogur la otra — de los personajes públicos del momento en el ámbito
nacional o local y que nos demuestran — sic transit gloria mundi — lo endeble de
estar en la pomada y lo efímero de la cresta de la ola.
Resulta a veces muy
interesante esta excerpta intermitente de los periódicos diarios, baúl de los
recuerdos y del mañana, modesta
enciclopedia literaria del bullir vital de la ciudad o del país, índice catalizador,
pulso a tomar en el latir del pueblo, paradigmas muchos del articulo o
comentario del bien escribir y, en este caso, del buen describir a trazos de
ingenio y de plumín.
Y ahí están, para ejemplo, el sonreír
campechano de nuestro Rey esquiando y escalando las montañas suizas en unas
vacaciones fantasmas de tres días, y el rumor del pueblo a la caza de brujas,
cuando no estaba haciendo más que cumplir con su oficio: "coronar"
hasta la cumbre.
O cuando tuvo otro
desliz, esta vez cuesta abajo en la nieve, y fue embestido democráticamente por
un estudiante que le dejó renco del pie derecho, señal inequívoca de los mal
pensados para saber de qué pie cojeaba el monarca, cuando lo más lógico sería
definirle por la pierna que le quedó indemne y, por ello, la más fuerte y en la
que más se apoya, la izquierda.
Y aquí aparece
nuestro paisano D. José Carlos Romero Herrera, exministro de Agricultura, mente
privilegiada en sus estudios secundarios y a quien a nuestro caricato no se le
ocurrió más que dibujarlo de extravagante espantapájaros en medio del barbecho
como defensor del campo, único medio de protección, campos de soledad, mustio
collado, al que se ve abocado el exprimido campesino.
Y, mientras tanto,
caminata arriba, caminata abajo, tractorada en el arcén, leche cortada y
derramada, y carneros entre diputados.
Sátira política es
la base de este florilegio.
Como buenos
curanderos, ponen el dedo en la llaga y a veces curan con vinagre, llaman la
atención y publican a los cuatro vientos y a voz en grito lo que ya generalmente
piensa el pueblo llano y soberano y quiere ver en molde, en los papeles, a los
protagonistas, para que nadie se llame a engaño y por si aún ha quedado algún
ingenuo traspuesto o en Babia o chupándose el dedo.
Estos cirujanos del
estilete y de la actualidad logran que ese dedo señale y acuse al presunto
embaucador o trufaldín.
La crítica política
es la crítica que más juego da, la más socorrida: tal vez sea porque no ha
mucho no había juego ni cancha y ahora nos resulta una novela por entregas, un
culebrón, y es sencillamente porque el circo está abarrotado de caretas, de la
claque que vive del cuento, hace teatro y a veces tragedia en la escena
nacional.
Su cama-redonda, la Izquierda
Unida de sus entretelas, ha tenido la habilidad de encontrar a ese iluminado,
zahorí moruno con la estampa del último abencerraje, un Anguita leído y
aprendido muecín contrarreloj, que ha venido a recomponer con pegamento
"Imedio" y engrudo zapateril los cascos rotos, tejuelos y añicos, de
un PCE reconvertido y hacer de él juegos malabares con la hoz y su martillo.
Yo tengo mal
recuerdo de esos emblemas del trabajo, porque con ellos me segaron las
ilusiones y me martillaron mi alma de niño; la hoz, símbolo del hombre del
campo, segador ajustado y mercenario, espaldas paralelas a la tierra, encorvado
como el mundo, camisa enhiesta sudorosa y puesta en pie, reseca, del salitre
que la empapó, parece mentira que esa hoz guadaña de juguete con su acíe afilada
rebanara tantos cuellos y alzacuellos inocentes, y el martillo, signo del
esfuerzo y del remate, sirviera para remachar los clavos de tantos crucificados.
Anagrama y logotipo
que aún se debaten en la paradoja de Rusia donde la ultraizquierda de otrora
sea la ultraderecha de ahora, de lo que se deduce que en cuestión de política -y
de todo lo demás - este mundo y esta historia es una noria, un carrusel, la
pescadilla que se muerde la cola.
Y la política local
no anda a la zaga. Ellos están en el chocolate del loro y saben cómo se cuecen
las habas. Los problemas que acucian al peatón de Santa Clara, a ese pobre
zamorano con las manos en los bolsillos que le ha tocado habitar el Oeste español,
resignado, conforme con su paseo intrincado por la calle que dicen peatonal,
sencillo, a cuestas con su alma y sin comprender tantos guisos, le vuelven la
cabeza estos políticos que un día le hablan de un Canal Olímpico y él
interpreta, acongojado, que lo abren a él en paridad; o de un Cuartel Viriato
que le soñaron Campus universitario y él confunde con un campo de esplendentes
girasoles o subterráneos de remolacha, pero jamás Universidad para sus hijos; o
de la penúltima reforma del Bosque de Valorio para respirar hondo, contar hasta
diez y que se le aparezca la Puri en forma de princesa detrás de un abeto, el
cuento del bosque encantado; o de la urbanización y adecentamiento de las
riberas del Duero o de la Estación Depuradora del Agua para mirarse en ella y
creerse un Narciso, o de las grandes autovías que crucen y mareen la provincia
y tenga que conformarse con una cañada al borde de las antiguas "viñas"
que otros le vendimiaron; o resignarse con un tren de juguete y una maquina
ajada y prostituida en el Parque de la Marina porque para llegar hasta el mar
no le quedan más que unas piraguas olímpicas Duero abajo sin llegar a Oporto.
Otros personajes
familiares desfilan también por sus plumas, gentes de buena voluntad e intención
clarificada, ese bonachón de epíscopo recién ido -D. Eduardo Poveda Rodríguez -
entregando el relevo a duras penas - el hisopo refrescante y aspergente - al
nuevo corredor de fondo y de chapela, su atlético epígono D. Juan María Uriarte
Goiricelaya.
O ese compañero
machacón - Francisco Iglesias Carreño - espadachín del PREPAL, portaestandarte
del león que levanta su patita para desahogarse a gusto contra el castillo.
Y qué decir de Ángel
Bariego Núñez, el Ángel custodio del Cuartel, el santo de las causas perdidas,
su reino no es de este mundo, a punto de dársela con queso.
Estos son los tipos,
las figuras descollantes y las jaquecas diarias de la vecindad, que con una de
cal y otra de arena proyectan su luz y sombras sobre esta pantalla zamorana,
pasarela satírica de la cháchara, del comadreo político, del cuchicheo a la
solana.
Es verdad que a
veces rozan lo atrevidillo, a ratos lo obsceno en el sentido etimológico de lo que
debiera estar fuera de escena, lo escatológico y la palabra rotunda y cacofónica.
Pero ofrézcaseles a
los autores como un brindis de chistes dirigidos a quienes no van a comprar el
libro.
Aquí sí que no puede
decirse que no han dejado títere con cabeza.
Si, es verdad que
este libro de registro hubiera menester en su texto de un raspado, de un
desbaste y un pulido, para que la poda hubiera dejado más al aire, al
descubierto y a la vista, lo que va de un diamante a un brillante, pues toda
idea - por venir del hombre - piedra preciosa es.
Yo sí creo que,
ahora que D. Paco Molina y aprovechando que el Duero romántico pasa por Zamora
y él es concejal de su digno Ayuntamiento, bien pudiera pedirse un viaje
subvencionado al Monte Parnaso de las Musas griego y hacer un cursillo
intensivo de poesía, de versos liricos, que todo ello redundaría en bien de la
ciudad y los lectores y sería muy de agradecer por todo el vecindario.
Y Paco Guarido no es
que pinte o dibuje a ojo, sino a recuerdo, de memoria, no del natural, sino de
la idea interior que bulle en su cabeza al fin y al cabo, la realidad no es más
que la visión física del mundo platónico de las ideas.
Que todas estas páginas
redunden en cultivar el sentido del humor, en su tenencia, sine qua non este
mundo se trocara en inmundo.
Que no degenere esta
Ocellum Durii en un patio de Monipodio, con sus telarañas al viento, ondeando por
banderas sus trapitos; que no se convierta en un corral o en atrio de comedias
en que sus vecinos vociferen, aireen sus defectos, verduleen y exhiban sus
cuchipandas, sus quejidos y sus lloros; que su intimidad se quede en ellos
mismos y a los problemas pongan todos manos y que de esta manzana de casas que
conforman este patio vecinal no salga ninguna gusanera, sino que florezca en lo
más alto del árbol, dorada al sol y envidia no solo de socialistas sino de todos,
porque será señal de que el frutal ha sido bien regado con el esfuerzo y el
sudor y la sonrisa a su sombra leyendo y disfrutando de estos monos y monigotes
de estos dos autores a cuál menos caradura, pero de blando corazón.
Firmado: Remigio
HERNANDEZ MORAN
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