Con
esta narración se entenderá mejor que la sociedad en que vivimos no es la mejor
posible. Así como que los pilares de nuestra civilización están basados en la
mentira.
Piénsese
en un barco o avión que sufre un accidente. Imagínese que se
salvan todos y acaban en una isla desierta y hostil. Y añádase como dato que
los náufragos son muchos y de todos los estamentos sociales, desde un rey hasta
algunos parados.
Trátese
de discurrir ahora qué harán:
Como
animales que son, tienen instintos básicos. O sea impulsos
incontrolados o inconscientes, comunes a todo el mundo. El primero de
esos gritos, surgido de la naturaleza que todos llevamos
dentro, es el de querer seguir viviendo (Instinto de supervivencia)
Pero
lo malo de querer seguir vivo es que hay que ponerse a trabajar, para escapar
del frío, las enfermedades, los accidentes y, en fin, de todo tipo de
adversidades.
Aceptado
que hay que trabajar es fácil concurrir en que los náufragos se repartirían las
tareas según sus cualidades; la de correr a quien mejor corra, la de cazar a
quien mejor cace, etc. Y es fácil también ver que no se
dejarían burlar, ni engañar, si uno les dijera.
“Yo
soy Rey, luego lo lógico es que no trabaje, salvo como representante
de todos, y que le de estabilidad a esta sociedad, así que mantenerme
dándome la sopa boba”. Tampoco consentirían que uno dijera. “Soy cura. Por
tanto no trabajaré como vosotros, porque mi tarea es estar pendiente de vuestro
bienestar espiritual. Pero dadme de comer como si trabajara”.
Aquí
se pueden seguir suponiendo ejemplos de trabajos improductivos cuyos profesionales querrían
escaquearse de las tareas para la supervivencia. Y se puede meditar sobre si
el colectivo de náufragos consentiría esas cosas.
En
efecto: Lo elemental es que todos trabajaran en la medida en que
pudieran. Y más elemental todavía sería que a cada uno se le
diera todo lo que necesitara (incluso si estaba enfermo y no pudo
producir, o si su edad lo impedía).
Respecto
a la vida en sociedad, lo más probable es que siguieran con los parentescos y
normas ya conocidas para eso de hacer el amor y otras
cuestiones. Aunque ¡recapacítese, sobre si todo eso podría llegar a crear
conflictos a la larga!.
Sigamos:
ya han resuelto el problema de querer seguir vivos, trabajando
todos y repartiéndolo todo. Se necesitan y lo saben. La relación es
laboralmente cordial y socialmente inquietante.
Ahora
vamos a hacer un mayor esfuerzo imaginativo. Se vuelve a producir el naufragio,
se vuelven a salvar y acaban igualmente en la isla desierta. Pero
ahora han recibido un fuerte golpe y han perdido la memoria.
¿Cuál sería
ahora la situación?.
Vuelven
a sentir ganas de seguir vivos. Vuelven por tanto a tener que trabajar
a la fuerza. Y discurrirían lo que fuera necesario para resolver los
problemas de la subsistencia. Llegando a la conclusión del supuesto anterior.
Les interesaría más ser todos para uno y uno para todos que
cualquier otra fórmula.
Pero,
resuelto lo de la lucha por la supervivencia, ¿qué pasaría más pronto que
tarde?. Que otro instinto básico, el de disfrutar del placer sexual, haría acto
de presencia creando nuevos problemas.
¿Cómo
los resolverían? Sencillamente; dado que no tienen memoria, ni por tanto leyes
restrictivas y represoras metidas en la cabeza contra ese
instinto, se buscarían unos a otros según sus ganas, y se darían ese
festín de placer que es EL PREMIO de la vida, el premio de estar
vivo .
Y
¿qué sería mejor para no tener conflictos? ¿La promiscuidad de ahora, o el
orden contra natura del primer naufragio, cuando aún recordaban y querían
mantener las normas estrictas de la estructura familiar y el amor con
fidelidad, como fuentes de escape sexual?
Conclusión:
Sólo hay dos instintos básicos: El de supervivencia y el de disfrutar el placer
sexual. Nada tan instintivo, ni tan determinante, salvo esos dos instintos, hay
en común entre los humanos. Por tanto, sólo del olvido de que somos
animales vienen nuestros males.
Del
libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina
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