ROMERO
Y JULIETA
(((Emitido
por Radio Zamora el 12 de Abril de 1985)))
Romero estaba
profundamente enamorado de Julieta y esta, a su vez, amaba a su Romero hasta
las últimas consecuencias.
Pero su amor, como
todos los amores que se precien, era imposible. (Los amores que no se precien
allá ellos).
Pero volvamos al
nudo de la cuestión. ¿Por qué decíamos que el amor de Romero y Julieta era
imposible?
Porque Julieta
estaba casada, y nada menos que con Romeo. ¿Quién no ha oído hablar de Romeo y
Julieta!
Estando así las
cosas, a Romero le dio por darse con la cabeza en las paredes; lo cual no era
muy grave ya que, en aquella época, la mayoría de las casas eran de adobe.
Todo se complicó
cuando Julieta, harta, no sólo de lo aburrido y soso que era Romeo, sino también
de que todos los pusieran como modelo de pareja ejemplar, decidió implorarle a
Romero que pidiera por ella.
Éste, ni corto ni
perezoso, corrió a la Catedral más cercana, que por cierto era la única, y se puso
a pedir…..pero al pedir se acordaba de ella……..y al acordarse de ella se
enamoraba más…….y al enamorarse más y no tenerla le vinieron de nuevo las ganas,
irreprimibles, de darse con la cabeza en las paredes, con tan mala fortuna que
esta vez, al ser las susodichas de dura piedra (no en vano el templo era
románico puro) las consecuencias fueron…..de pronóstico reservado.
Romero cayó en cama
y en coma, y a partir de ese momento fue Julieta la que, aunque en secreto,
pidió por él.
Pero ella, aun
sumida en parte por el dolor de un amor imposible y en la otra parte por la
angustia de ver a su enamorado entre la agonía y la muerte; más lista que el
hambre y que el hombre, como cualquier mujer,
en previsión de que pudiera darle también a ella por golpearse con la cabeza
en las paredes, decidió salir a rezar al campo, donde lo más duro que te puedes
encontrar es un alcornoque.
Pronto a Julieta se
le unieron otros enamorados y enamoradas desconsolados, que también iban al
campo a rogar por su amor, pero sin miedo a que, de sobrevenirles un ataque
como el de Romero, acabaran en la UVI.
Y los curas, que
saben latín, al ver que la gente oraba en la campiña en vez de en el templo,
decidieron, al grito de “si la montaña no viene a mí, yo iré a la montaña”
sacar las imágenes allí donde, fervorosos, se reunían los fieles.
Y murió Romero y
murió Julieta, pero la costumbre siguió, y como todo empezó por AQUÉL, a los
que acuden a actos religiosos en el campo se les llama, en homenaje a esta
bella historia, ROMEROS.
Tal
vez este relato resulte peregrino, pero ello no hace más que confirmar su
verosimilitud, porque, Vd. lo sabe bien, ¡Cuánto MÁS PÈREGRINO, MAS ROMERO!.
Paco Molina
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