En Terio tenemos, en
nuestra entrañable pandilla de amistades y bellas sensaciones, la encarnación del
pararrayos perfecto.
Incluso de aspecto:
Enjuto. Alto. Espigado. Impasible. Equilibrado. De sonrisa tranquilizadora. De resistencia
física consistente. De un saber estar de alcurnia.
La suya es la
figura, hecha hombre, de un pararrayos.
Y como tal
pararrayos, atrae las bromas y risas, que con inmenso cariño se le profesan, en
el convencimiento del guasón de turno, de que en Asterio caerán bien; y que
como el rayo cuando cae en el pararrayos, la luz y el trueno no tendrán
peligro, y si, sólo, belleza; la belleza de las tormentas sin riesgo, porque
nuestro amigo, este amigo, está hecho por fuera (y por dentro) del mejor material
posible: ¡calidad humana!.
En nuestro amigo
Asterio tenemos el ejemplo vivo de que “Dios escribe derecho con renglones
torcidos”.
¿Cómo si no, se
entiende que el hijo intermedio de tres hermanos pase de “pasar desapercibido”
a percibirse que es quien mejor vive de todos nosotros?.
Asterio, el hombre
inteligente, culto y tranquilo, que nos sonríe inmutable y nunca nos fallará,
tiene y monta un caballo psicosomático que le permite, por ejemplo, agobiado por las mujeres (dos que le querían
tomar medidas) desaparecer, en un arranque de genio infantil, pero muy suyo (el
genio, no el infantilismo) hacer como que escapa de casa, y aparecer, en pleno
ataque de nervios de toda la familia, horas y horas después, debajo de la cama
de sus padres ….¡¡¡dormido!!!.
Dormido como un
bendito, como un bendito que es.
Dios escribe derecho
con renglones torcidos, y en el caso de Asterio Mayo, sin tachaduras.
Y así, un renglón
torcido de Dios, corresponde a cuando nuestro hombre decide estudiar Derecho
(en su casa se vivía bien gracias a esa profesión, y a sus maravillosos padres y hermanos) y, paradojas de la vida, aunque
es el único abstemio de todos nosotros, en aquellas fechas, ve doble.
Cambia pues el rumbo
de su nave, e influido tal vez porque en la Encomienda le han dado un Curso de
Vela, se hace Marino Mercante y Contramaestre-Piloto de grandes petroleros; lo que le permite dar
la vuelta al mundo, y salvar, audazmente, durante una salvaje tormenta de
gigantescas olas (como las de aquellas películas que veíamos en las matinales
del cine Barrueco) a un miembro de la tripulación cuando, tronchado el palo
mayor por los arreones del viento, cayó sobre aquel compañero de travesía.
Dejándonos claro este
suceso, que Asterio es, el Segundo de Abordo y el Primero, “¿de acordo?”, en Valía
y Valentía.
De carácter un tanto
infantil, es como un niño, con todas las ventajas que eso acarrea (“Quien no
sea como una de estas criaturas no entrará en el reino de los cielos”).
Y por ello, aunque
gran observador, confunde lo de que “los marinos tiene una novia en cada puerto”,
con que sería lo mismo tener una novia que valga por todas en el mismo puerto
(pongamos que hablo de Santander).
Y así lo hace, y
allí la tiene; pero de nuevo el renglón torcido de Dios, y su admirado Joaquín
Sabina, con el dicho “No sabe un hombre lo que gana cuando pierde una mujer”,
enderezan su vida.
Desde entonces,
admirador, de Estados Unidos, no lo es tanto de “Estar Dos Unidos”.
Es en esa fase de su
vida cuando cristalizan su flema británica y su aspecto de lord inglés, en un
maridaje tan perfecto que nunca se sabrá qué hecho influyó en cual; si el del
aspecto en el carácter o el del carácter en el aspecto.
Y aquí le tenemos:
Sibarita, exquisito; fenomenal nadador que sabe guardar la ropa, dado a la
buena y merecida vida, protagonista-tenor de la ópera de su propia existencia,
merecedor de todo lo que tiene, y de
nuestro cariño, que siempre lo tendrá.
Asterio, te queremos
y admiramos. Agradecemos la amistad que nos brindas. Y mal rayo nos parta, si
no bendecimos la suerte de tener un amigo pararrayos. Tan gran amigo. ¡Viva
Asterio!
Paco Molina.
Cuellar. Edades del Hombre del 2017. 1 de Julio
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