Ella era muy bonita
(ahora es bella), estaba en el culmen de la adolescencia (ahora es preciosa) y
tal vez por ser de provincias (de una con pretensiones) quería ir a la última
moda.
Él era discreto
(ahora triunfador), estaba estudiando su carrera (ahora un gran profesional) y
tal vez por ser de provincias (de una pobre) cuidadoso y prudente.
Ha comenzado una
década, y él ha conocido a una niña-diez (ahora mujer “cum laude”).
Ella es inteligente,
comedida y humilde, y quiere ir a la moda, para no desentonar (ahora nunca
desentona).
Y dice (en la casa
que le acoge unos días en Madrid). “¡Ay! Si tuviera unos calcetines “verde
oliva”” (¿Pensando en el Ché Guevara?).
Y él (ahora todo un
esposo) que sin ser depredador, cuando conoció a la chica, se dijo para sí: “Tiene
que ser mía”, le informa, con esa carcajadiña de cariño que es música de fondo
cuando con él se habla:
“Je je. No creo que
necesites nada para estar más guapa de lo que eres; pero si tanta ilusión te
hace y te atreves con mis calcetines de la mili…..”.
Hoy hablamos, claro;
alto y claro, de Inma y Luis.
¿Queréis saber cómo
siguió la historia?.
Ella se puso los
calcetines, y él se puso las botas.
Debiendo entender
ese “ponerse las botas”, no en el sentido grosero, que no hay nadie como Luis
respetando a las amigas.
Queremos decir que
se las puso en diferido, pues él, risueño y alegre, pero formalmente serio, quería
un contrato indefinido.
No que ella fuera de
él, pero sí que ella aceptara que él fuera de ella, ¡para siempre!.
Porque Luis ya se ha
fijado en ella (desde el minuto cero), pero ella aún no se ha fijado en él.
A pesar de su
notable inteligencia, Inma (16 años) no sabe qué cuando uno se pone los
calcetines de otro (y más si son lo de Luis) queda más atrapado de sus encantos
que Carracuca, y que la Cenicienta cuando se probó el zapatito de cristal que
le ofreció el príncipe.
Y en efecto, Inma,
cuando se los quita, tras su fiesta de guerrillera, por fuerza piensa en él.
No le ha dado
respeluz ponerse aquellos calcetines (que aunque cuidados y limpios, han sido usados
en mil combates sin sentido).
Del dueño de ellos,
del chico, recuerda que su semblante es agradable, y sonríe perpetuamente
cuando la mira ¡¿embobado?!.
Además es amigo
íntimo de su hermano Gonzo, lo cual es credencial y garantía, de buena persona.
Semilla y tierra
empiezan a germinar.
Nuestra querida
amiga Inmaculada Alló Ayala, más conocida entre los obreros de la construcción
por su acrónimo IAA (porque “IAA…que
tía”, es lo que le gritaban desde los andamios mientras se gestaba la burbuja inmobiliaria)
pudo irse en su día, por figura, cara y talento, a triunfar a Hollywood; pero
la suerte nos sonrió, ya que un cierto miedo al avión nos la dejó aquí, cerca,
con nosotros.
Nuestro querido
amigo Luis Fernando Muñoz Haedo, más conocido por Güichi (tal vez por una
deconstrucción en la pronunciación de su hermano mayor- y el de todos nosotros-
Ramiro), también está aquí de milagro.
Era muy niño y
empezó a faltar a clase. Los amiguitos no salíamos de nuestro asombro, hasta
que alguien nos dijo. “Ha estado muy malito. Le tuvieron que hacer una punción
lumbar (clavarle una jeringuilla en la columna vertebral). Tenía acetona”.
Inma y Luis, pues,
están con nosotros de milagro, por lo que debemos celebrarlo aún más, por todo lo
alto, si cabe.
Cuando Luis era
niño, preadolescente, y luego joven, rubio y acogedor, se dedicó a aprender. A
ver, oír, callar, estudiar y tomar nota.
No buscaba destacar
en nada, y ahora sabemos que fue por sabia decisión (era, aún Güichi, y ya era un
sabio).
Ahora es Luis y
destaca por todo.
Cuando llegó su
momento, liberó todos los ahorros espirituales, que guardaba ¡cómo no!, en un
calcetín, y buscó, seductor, a aquella chavala tan exquisita que conoció en la
casa en que compartía habitación, amistades y hermano, mientras estudiaba en
Madrid.
Tiempos de Juanita
y Venturi (tías abuelas de Inma), Gonzo (hermano de ella), y Ramiro
(hermano de Luis a quien no olvidamos; como no olvidamos a José Mary Francia,
Fernando Casaseca, Antolín Martín, Loli Martín, Lola González).
Inma, una muchachita
de Valladolid, y tan muchachita, que con nueve hermanos, se veía a sí misma una
de tantas y sin más ínfulas; no sólo era un cofre que guardaba un tesoro (mente,
sensibilidad, dulzura) sino que era un tesoro dentro de un cofre…. de oro puro (de
puro oro).
El cruce de Gonzalo
(honrado, trabajador, inteligente), su padre; y Juven(tina), (luchadora,
cirinea de todos los suyos, abierta a la gente), su madre, que descansa en paz;
han marcado a Inma con la marca de una categoría de humanos de postín.
Entonces, levanta la
mirada de sus pies (tras quitarse los calcetines) y ve a un Luis rubio, con
cara de bueno, guapillo, excelente
persona, gran conversador; e Inma, que por vocación, ya era virtualmente experta
en biología, se da cuenta de que está ante un espécimen de animal que merece la
pena (si es que hubiera pena, que no la hubo).
Al tiempo que Luis,
experto en Obras Públicas, vista la oportunidad que le dan, se monta y cabalga,
a galope tendido (¡Voto a bríos!) en el Caballo de Longinos, en el Babieca del
Cid y en el Blanco de Santiago, y sale al campo de la verdad, enamorado, a
enamorarla.
Allí, un 1 de Julio
de 1.974 se casan. Allá, un 4 de Diciembre de 1.976 tienen una hija, Paula, que
no pretende otra cosa en la vida (amen de ser feliz, que lo es, con su tropita)
que al final de la misma: “Sus hijos la valoren como ella valora tener unos
padres así”.
Luis contribuyó a
construir autopistas con gran sapiencia.
Inma volcada en la
docencia, extraordinaria profesora de Ciencias Naturales y Biologías Especiales;
contribuyó a construir autopistas del saber, con gran talento, para miles de
chicas y chicos en su lugar de residencia, Logroño.
Ese Logroño de
insuperables vinos, e insuperables nietos (India, Elio).
Bien entendido que
todos los nietos del mundo son insuperables para sus propios abuelos, queriendo
decir nosotros que India y Elio ponen con su firma, un broche provisional de
oro, que no final, a los 43 años de feliz matrimonio.
Ahora Luis, lector
infatigable, se empacha encima con un club de lectura, tal vez para aprender a
leer en los ojos de todos (tantos) que le quieren tanto (que le queremos
tanto), que así es.
E Inma,
contradicción andante, con su corazón de oro, está representando en nuestro
Hollywood imaginario (donde pudo ser estrella seductora), el papel de hada
madrina de todos los que la necesitan, que son todos.
Y así se van
deslizando los deliciosos días de la jubilación por sus vidas.
Inma y Luis son un lujo
ambos, cada uno por su lado y ambos en conjunto, constituyendo una pareja
equilibrada, profunda, una pareja de extraordinaria calidad.
¡¡¡Gloria eterna: A la chica sin par y al chico del 8 bajo par
¡!!.
Paco
Molina. Cuellar. Edades del Hombre del 2017. 1 de Julio.
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