Bien es verdad que ella fue descrita
en el escrito que dedicamos a su gentil
esposo Don Ezequiel Hidalgo; pero dado que ambos (el matrimonio) son los que
tuvieron a bien reunirnos en estas geniales versiones (edades del hombre) desde
la de Zamora en el año 2001 (¿15 sesiones ya?), y que entre sus tareas entra la
de viajar con antelación al lugar, probar los potenciales manjares, sacar las
entradas y servirnos la mesa, bien merece que ampliemos su imagen.
Sigue pues un “Apéndice
sobre Lola Galache”. Su verdadero nombre es María
Dolores Galache Riesco.
La presentamos como
un “apéndice” de Ezequiel, no porque no llegue a ser su “costilla”; sino por
todo lo contrario.
Ezequiel no existiría
si no es por Lola.
Es decir, es
Ezequiel quien es un apéndice de Lola. Voluntario y glorioso, pero LOLAdependiente.
Lola y Ezequiel se
conocieron por inmersión. Sus familias eran tan amigas y comunicativas, que
ellos, salvo por la diferencia que pueda haber en años, crecieron al unísono, y
si no compartieron cuna y chupete fue por higiene, que no en vano procedían de
familias de médicos, y menudos son los galenos para esto.
Y si del roce nace
el cariño. Y si del buen humor de él nace la alegría, y si de la buena imagen
de ella nace la felicidad; ya sabemos todos cómo nació su amor.
Y tan grande amor
es, que Ezequiel no tiene ojos más que para ella; y tan grande el amor es, que
Lola, que pudo elegir, eligió ser “mater amantísima”, tal vez en honor a
aquella que acompañaba de niña en procesión, pero sobre todo en acto de
superior inteligencia:
“¿Y si me quedo en
casa, soy la jefa de mi misma, la capataz de mis hijos, el enlace sindical de
mi marido, y el trabajo consiste en hacer felices a los que me hacen feliz?”
Y dejó la facultad,
exactamente cuando había que dejarla. Y enseñó los números a sus hijos y las
letras al banco; y fue subiendo por los escalones de un cielo que está en esta
tierra.
Rodeada de cariño,
de caricias y de cultura, a estas alturas de su vida puede cantar ¡¡¡BINGO!!
Por eso le queda
fuerza y fuerza toma, para, emparejada con su pareja, querer a todos: a sus
hijos por supuesto, a sus nietos y familia, por menos supuesto, y a sus amigos,
por supuestísimo y de propina, de buena propina.
Tanto que, ambos,
Lola y Ezequiel, nos organizan
encuentros (Edades del Hombre y Bellezas de Mujer; como la de ella).
Quienes tienen perro
afirman que son mejores compañeros que las mismísimas personas, por eso tal vez
Lola confunde la maravillosa simbiosis que constituyen Ezequiel y ella, como
algo que supera la relación perro y amo, y por eso lo saca todas las noches a
dar largos y apresurados paseos, con la
disculpa de bajar grasas y subir satisfacciones.
Conoce la vida de
los suyos como la palma de la mano; y a nosotros nos tiene en la palma de su
mano, por lo encantadora, bonita, acogedora, entrañable y afectiva que es.
Nos tiene en
palmitas; porque es tan dulce, familiar, buena amiga y cariñosa, que tal vez ya
no sepa distinguir a los suyos de nosotros; a los de su sangre de aquellos por
los que, por amistad, daría su sangre.
Con el título de
exactas hizo exáctamente lo que había que hacer, convertirse en una gran
persona, hacernos mejores personas, y convertir nuestro grito de cariño en un “¡¡¡Maravillosa
Lola!!!”.
Gloria a ti, dulce
amiga.
Paco
Molina. Edades del Hombre de Cuellar. 1 de Julio del 2017
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