QUÉ BONITO EL PROTOCOLO
Esto era un
presidente (o presidenta) de un ignorado país.
En su visita a uno
de los lugares donde fue invitado (para ser agasajado o realizar un jornada de
trabajo) y al llegar al lugar donde se iba a celebrar la comida regia, ocurrió
que: instintivamente se sentó o hizo ademan de sentarse en el lugar que le
apeteció o pareció oportuno.
En esto, el jefe del
protocolo se le acerca con discreción, y le indica:
“Excelencia, la presidencia
esta allí”, a lo que el interpelado respondió: “Se equivoca, la presidencia está
donde yo estoy”.
Puede servir esta
anécdota sobre protocolos para que se charle de ellos.
Por ser todas las personas
iguales (incluso ante la ley) es necesario algo que las haga distintas, porque
si no todos seriamos iguales.
Paréntesis: En lo dicho
no hay ningún error, aunque lo parezca.
Y aprovéchase para
indicar que en el último “zamoramiento”, el titulo debía de ser “No te rías que
es mejor”, y donde decía “nacionalismo-histórico” debía poner “nacionalismo-histéricos”.
Fin del paréntesis.
Y volviendo a lo
dicho: como todos somos iguales hay que hacer cosas para parecer distintos.
Y he aquí, pues, la
función social del protocolo (conjunto de comportamientos, normas usos que bien
por costumbre o por ley, se repiten en determinadas situaciones donde hay que
subrayar el poder).
Era protocolo que
los emperadores llevaran ropajes especiales (cuanto más llamativos mejor) para
que alguien que era igual que los demás pareciera ser superior (incluso decían
que lo eran, por la gracia de Dios).
Es protocolo que el
Papa (que es un humano igual que todos) vaya en silla gestatoria (portada a
hombros de personas) para subrayar su poder supraterrenal.
Es protocolo (era)
que al entrar el profesor o profesora en clase, los alumnos/as se pongan en pie
(a sus órdenes).
Y hablando de órdenes,
en el ejercito, todo es protocolo, pues cuanto más jerarquizado esta un medio o
cuerpo social, mayores razones tiene para recurrir a las apariencias (la principal
razón del protocolo es aparentar, para mantener el papanatismo estructural).
En la cama, el
protocolo exige que la mujer se ruborice ante las propuestas del macho o ante
sus propios pensamientos, para que así dos iguales parezcan distintos y uno con
más poder que el otro.
El derecho de pernada
era el mejor protocolo que existía, pues dejaba de golpe las cosas claras, “quien
era el amo y de quien eran los siervos”.
(Se recuerda que dicho
derecho, lo era del señor feudal, y por el estaba autorizado a inaugurar la
luna de miel de todas las novias de sus dominios).
El protocolo, en
cuanto que subraya la diferencia entre iguales es importantísimo y debía
respetarse y hacerse respetar, si es que queremos que nada cambie.
Al inaugurarse las
primeras cortes democráticas de esta era (1977) algunas miembros del PCE -al
presentarse en vaqueros- y el Rey -al ir sin corona- hicieron un flaco favor al
orden establecido.
Si bien tuvieron más
culpa las diputadas que el monarca, pues ya hacía tiempo que los reyes no llevaban
corona... y es que los protocolos, se pueden modificar, pero solo si quieren
los que mandan, que para eso se los inventaron, para atontizar al pueblo, haciéndole
creer que hay seres superiores a él.
FRANCISCO
MOLINA. El Correo de Zamora. 27 de Junio de 1991. Imperecedero
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