LA PLAZA DEL FRESCO
TORTURA Y JUSTICIA
El Mercado Medieval ha tenido un
éxito apoteósico (salvo para los vendedores, pero claro la crisis es la
crisis).
Le está ocurriendo al
Ayuntamiento de Zamora que lo que hace mal o no hace, en otros ámbitos, en los
de animar la calle lo está bordando.
El Verano Musical, el S. Pedro
insípido pero callejero, la magia de Septiembre y ahora esto, por no hablar del Castillo gratuito, le está
permitiendo hacer disfrutar al respetable del aire libre, dándole una calle viva.
Pero volvamos ahora con el
Mercado Medieval. Se supone que fue la Divina Providencia, pero fue divina, la
que hizo que los antiguos instrumentos de tortura que exponían estos “ciudadanos
medievales” estuvieran frente al Palacio de Justicia.
Bien es verdad que la mayoría
eran utensilios de la intrusa Justicia de la Inquisición, de los de la Iglesia,
de los del No al Aborto que defienden al “no nacido” pero no al “mal nacido”.
Allí, entre otras lindezas de la
tortura (posiblemente no haya mayor tortura que la tortura) estaba, rampante e
insultante, un garrote vil.
Un garrote vil con una punta roma
y que por tanto era difícil que le diera la puntilla al reo sin antes
destrozarle la nuca por presión y sin clavarse en el pescuezo del ajusticiado.
En su época la Justicia podía
condenar a alguien al garrote vil ¡qué bestiada!.
Hoy día no, lo que demuestra
que si el Derecho va cambiando es que todo es relativo, nada es fijo, ni
inamovible, ni inmutable.
Amén
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