AUTOINCULPADOS
SIN CULPA
El impuesto más duro
que tienen que pagar los españoles es tener que ir a la mili.
Su dureza radica en
su excesiva duración (actualmente el mozo es apartado de la sociedad civil
durante 9 meses), en su excesivo peligro (por accidentes directos o desequilibrio
psíquico —que puede acabar en suicidio— cada vez hay más víctimas por culpa de
este impuesto) y también y por último, la mili es un impuesto, una obligación
del Estado a la persona, extremadamente duro para aquellos que consideran la
paz incompatible con las armas, las
guerras, los odios colectivos.
Todos estos factores
hacen que la sociedad española rechace la mili, y hace también que dentro de
esa sociedad surja un sector que de forma radical, son los insumisos, pretende,
por el bien de todos, acabar con el servicio militar obligatorio.
Y el termino
"acabar" lo utilizan pacíficamente, pues su intenciÓn democrática es
conseguir que los partidos políticos cambien la ley en esta cuestión.
No aceptan "el
impuesto blanco" (por comparación con la mili) de la Prestación Social
Sustitutoria (Objeción de Conciencia), que al durar tres meses más, de hecho
busca equipararse en dureza a los 9 de instrucción militar, amén de que en
definitiva "hacer gratis trabajos que podrían desempeñar otros
cobrando" no es más que un impuesto económico encubierto añadido.
Esos jóvenes
radicales "plantan cara” a este problema político del servicio de armas
obligatorio para inclinar la balanza a favor de la paz, y para inclinar la
balanza a favor de la supresión de la mili, cuestión deseada por la mayoría
absoluta del pueblo.
Utilizan para ello
métodos nobles y pacíficos. No son los insumisos terroristas que asesinen
militares y luego envíen comunicados pidiendo que se suprima la mili, tampoco
ponen bombas indiscriminadas, ni selectivas.
Sencillamente
"prefieren ir a la cárcel" antes de entrar en el juego militaristas;
prefieren ir a la cárcel y no ceder porque así conseguirán que la sociedad (no
ellos, que acaban teniendo que hacer "el servicio penitenciario obligatorio")
se libre de la sumisión al orden militarista.
No son pues los
insumisos delincuentes, son presos políticos, perseguidos políticos, que pueden
acabar en el banquillo pero por oponerse a una ley represiva y no necesaria.
Siempre las
dictaduras han tenido presos porque "alguien no cumplía las leyes políticas",
eran detenidos políticos, aunque siempre el dictador de turno los definía como
comunes.
Los insumisos son
pues presos sin culpa. Inocentes.
Y junto a ellos, no
sólo está el aliento y el aplauso (aunque a veces secreto) de muchas gentes,
hay también "in-sumisos del alma"; son aquellas personas que aceptan
"atarse a ellos", en la presión para cambiar una norma injusta e
inadecuada —la mili— y se atan a ellos: autoinculpándose, es decir diciendo
"si ese es culpable yo también, porque los dos pensamos igual... y los dos
somos inocentes".
No es frecuente que
la gente se autoinculpe. Solo se hace cuando el acusado es inocente; por eso,
por ser inocentes los insumisos consiguen que gente "de orden" diga
"yo estoy con ellos".
Ahora, la máquina de
la ley, no solo va a seguir poniendo penas monstruosas a los insumisos (¿saben
ustedes lo que es una cárcel por dentro? En la de Zamora en el mismo mes murió
un recluso por arma blanca y otro de SIDA); sino que parece que va a actuar
contra los autoinculpados, a los que "les caerían las mismas penas".
No se puede
consentir esta aberración. Necesitan (insumisos y autoinculpados) el apoyo de
la sociedad, porque son inocentes y porque siempre cuando las cosas han
mejorado, ha sido porque unos valientes hicieron gestos y gestas de valor.
Si no fuera por el
temple de gentes de este tipo seguiríamos en la época de la esclavitud y la
mayoría de nosotras y nosotros ¡esclavos!
FRANCISCO
MOLINA. El Correo de Zamora. 1990 o así
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