RESERVADO
PARA MUJERES
Este artículo podría
titularse, “la cuota femenina”, pero con ese nombre usted a lo mejor hubiera
pasado de largo (y mas siendo mujer) porque piensa o dice que no le interesa la
política (pero lo que sigue puede servir lo mismo para un roto (la política)
que para un descosido (la vida misma).
El último estudio
económico solvente acaba de indicar que en trabajos similares las mujeres, por
hacer lo mismo que ellos cobran
una media del 26% menos.
Es decir, que donde a un macho le dan 100 pesetas
a ella le dan 74).
Todo esto basta para
partir de la base de que hay una desigualdad en la sociedad, en el trato a los hombres y a las damas,
siendo éstas las que llevan las de perder (hasta ahora).
Para tratar de
compensar esta situación, algunas
organizaciones políticas y sindicales (y hay que suponer que otras mas) han
institucionalizado la cuota femenina, que consiste en que haya una reserva de
plazas en los equipos directivos o en las delegaciones representativas (de
congresos, asambleas, etc.) de forma tal que por fuerza sean ocupadas (esas
plazas) por mujeres.
Ante esto, que
técnicamente se llama “discriminación positiva” (en castellano, trampa para
garantizar que haya mujeres en todos los órganos de poder en una cuantía
estimable); bueno pues ante este paso “para compensar” las trabas que encuentra
la mujer (como conjunto) para participar en la vida activa (“la mujer, la pata
quebrada y en casa”, no solo es un dicho, de hecho es un hecho) saltan personas
diciendo que eso es un disparate, que a esos sitios y puestos el que vaya lo ha
de ser por su valía” (y no de florero), etc., etc. y entre quienes más se
oponen a esta catapulta, que les da ventajas dentro de las organizaciones para
compensar las desventajas que les da el sexo (como género, aunque... puede que
como sexo) están muchas mujeres.
Sí, hay muchas “guerreras”
que consideran que a ellas si se les elije para algo ha de ser por ser quienes
son y no por ser hembras.
En principio eso les
honra, pues es una frase que jamás han dicho los hombres, como se verá después,
pero no tiene razón de ser si no la llevan (la idea) hasta el último extremo,
porque: discriminaciones positivas (que favorecen o no entorpecen a los machos)
las hay por todas las partes y pocos las han protestado.
La más gorda es la
de nuestro sistema electoral. La ley no dice que al parlamento vayan las 350 personas más valiosas del país, ni
siquiera dice que vayan las 350 personas que quiera el conjunto de la sociedad,
dice que vayan, por ejemplo, 3 de Zamora (cantidad que encima no corresponde ni
por porcentaje), y lo hace como discriminación positiva, para garantizar que de
aquí (de donde no saldría nadie casi nunca) salgan tres que tengan un no sé qué
de la tierra.
El que luego sean
floreros o no, es problema de los que eligen.
En los partidos políticos,
idem de idem, suelen reservar plazas por provincias (y nadie chista, ni grita “yo
quiero ir por ser quien soy y no por ser de mi pueblo”); en los sindicatos no
digamos, se busca que salgan un par de animales de cada especie (mineros,
profesores, metalúrgicos, laborales...)... y tampoco se ha oído el rugido metafísico
de “a mi o me eligen por mi o como carbonero no me muevo de casa”.
Es decir, el hombre,
“que no tiene un pene de tonto”, siempre ha convivido con la discriminación
positiva y ahora, ante la reserva de plazas para mujeres, se espanta. ¡Que
espanto!
FRANCISCO
MOLINA. El Correo de Zamora. Imperecedero
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