I
NO
EXISTE NINGUNA VERDAD ABSOLUTA Y LO DICHO ES TAN CIERTO QUE HASTA PUDIERA SER
QUE ESTO NO FUERA VERDAD.
Traducido al
castellano, todo es relativo. Es decir “todo depende”. Recordado esto, por
fuerza hay que asombrarse de que algunos estudiosos hablen de “principios
esclerotizados de la izquierda”, cuando el citado y principal de ellos todo lo
relativiza, todo lo somete a discusión.
Como consecuencia de la
aceptación de este primer punto surge el “PRINCIPIO DE DEMOCRACIA”.
Si nada es absoluto
todo es relativo, incluso lo bueno y lo malo y, por tanto, la democracia se
convierte en una necesidad, ya que al no existir garantía sobre lo que es bueno
y lo que es malo SÓLO LA MAYORIA debe decidir el camino a seguir.
También de ese arranque
marxista se deriva otro importante ingrediente de la vida social, el “PRINCIPIO
DE TOLERANCIA” que hunde sus raíces en la no existencia de absolutos, en la no
existencia de verdades rotundas, en definitiva, en la no existencia de nada que
justifique o dignifique la intolerancia o el terror.
Y también el “PRINCIPIO
DE VITALIDAD” está encerrado en lo dicho, y no conviene olvidar que el
principio de vitalidad es la mejor garantía para toda teoría ya que el aceptar
cuestionarse a si misma está aceptando una verdad histórica; toda teoría puede
ser superada, mejorada e incluso desplazada, simplemente cundo aparezca otra
que explique mejor los fenómenos que ayudaba a analizar la anterior.
¿Qué otra teoría -salvo la anarquista- aguanta un arranque como este- no existe
ninguna verdad absoluta- que todo lo cuestiona
y que, por tanto, todo lo deja en libertad?.
Vivir con este
convencimiento entre ceja y ceja da alas al alma.
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