Hacen
falta sanatilanos
La Casa de Zamora en Madrid tuvo la gentileza de invitarme a dar
el pregón de sus fiestas (San Atilano) en el año en que celebraron los 75 de
existencia. Se lo agradezco tríplemente. Por el detalle en sí; por atreverse a
apostar por una persona presuntamente inadecuada (querían que les hablara de su
patrón cuando sabido es que ninguno es santo de mi devoción) y lo mejor,
hicieron coincidir el pregón con la elección de
Reina y Damas de Honor, con lo
que el salón estaba en su plenitud.
Aunque
naturalmente busqué comentarles cosas que fueran prácticas, no pude por menos
que documentarme sobre el santo en cuestión. Ya saben, San Atilano, el que al
irse de Zamora tira el anillo de Obispo al río desde el puente (que por cierto
estaba aguas abajo) y años después, al regresar, se lo encuentra dentro de un
pez, entendiendo así que Dios le ha perdonado.
En
general estas leyendas de santos son tan exageradas que ríete tú de “La Lámpara de Aladino” e incluso de todas
“Las Mil y Una Noches” juntas. Sin embargo sí me chocó una cosa que pudiera ser cierta.
A
Don Atilano, que estaba feliz por tierras de León en plan eremita, con Froilan (hoy patrón de
Lugo), le presionan el Papa y el Rey de turno, para que venga a fundar la
Diócesis de Zamora. A Froilan le encargan cuestión parecida en otros lares,
pues los dos son buenos “Flautistas de Hamelín”, para con la melodía del
cristianismo arrastrar a las gentes a la entonces necesaria tarea de configurar un frente ideológico
contra los musulmanes, que nos tenían conquistaditos. Sabido es que los
poderosos siempre han utilizado alguna religión para echar cemento armado a sus
propios cimientos.
Además
aquella era una época en la que Almanzor entraba y salía en Zamora como Pedro por su casa; por tanto,
urgía conseguir un líder social que convirtiera en trinchera moral y física
esta fronteriza zona geográfica. Acepta Atilano, se pone el anillo episcopal y
a ¡hale! a mandar.
Pero
¿qué se encuentra? Una tierra pobre y despoblada (¿les suena?), que encima
sufre oleadas de ataques de los moros (¿la PAC, las grandes superficies, la
deslocalización, la legislación laboral,..?) y para colmo llegó la peste (¿las
vacas locas de lengua azul, la falta de infraestructuras?). En resumen, un
desastre y encima sin democracia formal.
Ocurre
que como en esos tiempos el ser Obispo era como ahora pero sin disfraz, (es
decir, se tenía y ostentaba un gran poder político, además del espirituoso),
Atilano llega a considerar que tenía
ante su pueblo toda la responsabilidad de un gobernante. Entonces, incapaz de
conseguir que Zamora mejore (¿cabe mayor paralelismo?) se siente pecador,
incompetente e inservible (osease, culpable) y en consecuencia decide emigrar
políticamente, es decir, dimite moralmente.(¿A que esto ya no les suena tanto?) . Pues
ahí está la moraleja. Porque más les valdría a quienes llevan gobernando aquí
desde que se inventó el invento, con su propio cuerpo o el cuerpo político que
les cobija, sin resultado alguno, que hicieran
el San Atilano.
¿No son zamoranistas a tope? Pues que respeten a su
San Atilano y hagan mutis por el foro, y
si no al cementerio del mismo nombre, y si no devolviendo el anillo de oro que
se han embolsado por no hacer nada o hacerlo mal (¿qué será peor?), lo menos
que pueden hacer es tener vergüenza torera y cruzar simbólicamente el río,
casando así su incompetencia con su lejanía (política) y dejando a Zamora
jugársela a otra carta.
FRANCISCO MOLINA
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