II
TODO
LO MATERIAL Y LO QUE ENTENDEMOS POR ESPIRITUAL ESTÁ EN MOVIMIENTO Y POR TANTO
EN CONTINUO CAMBIO. TODO ESTÁ CAMBIANDO CONTINUAMENTE, MANTENIENDOSE SOLAMENTE
EL PROCESO, SIN FIN, DEL APARECER Y DESAPARECER.
Entender y recordar
esto puede resolver las historias de muchos grupos políticos que olvidan que
todo lo que se hace, aunque esté bien hecho (no digamos nada si encima está mal
hecho) ¡puede ser mejorable!. Porque nada quedará quieto, nada quedará detenido
en la presunta perfección, y, por tanto, el derecho y el respeto a la crítica
de los que indican esas posibles mejoras deben ser tenidos en cuenta.
Nunca podrá haber una
revolución definitiva. Siempre, por continuo movimiento, por el continuo cambio
de la vida y de las cosas, será la sociedad susceptible de ser mejorada. Por
ello, no hay que desilusionarse cuando los resultados de una revolución
empiezan a ser puestos en cuestión por reformas o por otra revolución. Sólo hay
que buscar la satisfacción y la alegría en ayudar, en contribuir a que los
cambios sigan el sentido de la flecha, y que la flecha apunte hacia una
humanidad más humana, hacia unos países en los que el que peor viva de sus
miembros viva dignamente. Sin carencias materiales y sintiéndose libre, ¡¡libre
para crear, libre para vivir, libre para no matar!!
El principio del
continuo cambio tiene como consecuencia inmediata el dar paso al “PRINCIPIO DE
OPTIMISMO”. Al estar todo en continuo
movimiento, como dice la intuición popular: “no hay mal que cien años dure”, lo
que unido al hecho real de que es más fácil desplazar y encauzar lo que está en
movimiento que lo que está quieto, lleva como consecuencia, a ver con grandes esperanzas las
posibilidades de llegar a este tipo de sociedades donde todo sea mejor. El
cauce de un rio es más fácil de cambiar que el lecho de un lago, porque el agua
del rio está en movimiento y la del lago está estancada.
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