CHAPAPOTES
DE SANGRE
Aquel que pensó que
enviando a alta mar un buque que se estaba hundiendo lleno de petróleo, se
quitaba un problema de encima. Aquel que por tomar "sabia y
responsable" solución equivocada, ha llenado de chapapote y ruina económica
tantos kilómetros de costa y tantos miles
de hogares, pide ahora que se confíe en él y en su sentido de la responsabilidad,
para una guerra.
Además, la manera de
razonar en lo técnico, es la misma: “Malo será que una guerra tan lejana y que vamos a
ganar, por mal que en ella nos vaya, nos perjudique", debe pensar su señoría.
No ha aprendido nada
con lo del barco, que por estar precisamente "en el quinto pino", está
causando más y mayor daño que si se hubiera llevado a la costa, sacado la carga
y luego actuado para recuperar esa pequeña parte de litoral dañado.
Pero pesar de su
error, confesado como propio en gran medida al no atreverse a pisar Galicia a pecho
descubierto, ahora resulta que pide que se confíe ciegamente en él.
Mal está el
despotismo ilustrado, pero peor sin duda es el despotismo sin lustrar, ese despotismo
analfabeto que llevó a Caín a matar a Abel, creyendo que así, a pesar de lo
traumático del asunto, con ese último recurso, resolvían ya todos los problemas
sobre la Tierra.
Toda violencia, y más
la guerra, violencia de las violencias, hace a ésta despreciable, por el
chapapote de sangre, dolor y muerte que produce.
Toda guerra es
despreciable, no porque cause víctimas inocentes, sino porque todas las víctimas
son inocentes.
Como inocentes son
no solo las mujeres y niños iraquíes, sino también los soldaditos de su ejército,
que seguro van, como todos los soldados, forzados a matar, o sea a morir por
las circunstancias
Incluso son
inocentes esos soldados de los ejércitos civilizados de Occidente que
"matan, mueren, por dinero", siendo más inocentes por cuanto por
dinero matan.
Ya que, está claro, que
si tuvieran dinero no irían a matar o morir por dinero.
Todo esto sirve para
recordar la inmundicia de cada guerra, de toda guerra.
Chapapotes de sangre
por dinero unos, o por conservar la vida otros, que a los desertores se les
paga con la muerte.
Chapapotes de cuajos
de sangre por la depredación del dinero acumulado, capitalismo en acción, que
busca multiplicarse sin fin, y sin principios.
Como chapapote fue,
y es, y seguirá siendo el que produzcan barcos viejos, de un solo casco, y con
el tiempo, de un solo tripulante, que el caso es bajar el coste, a costa de lo
que sea, para "sacar más ganancia-, que hay que ser competitivos.
Y lo explican muy
bien y con descaro. "Que a veces ocurren estas cosas que nadie quiere, que,
qué se le va a hacer, es el progreso, nos dicen, y aun nos espetan más, “¿no
queréis tener calefacción, coche y un buen trabajo, pues aceptad un poco de
chapapote de cuando en vez".
Y estos días, los
que mandan, a la guerra, quieren que aceptemos chapapotes de sangre, para que
sigamos progresando.
Pero ellos, los que
toman las decisiones, por si acaso, no van a la guerra. No quieren convertirse
en chapapotes de sangre.
Que en eso consiste
el progreso, que unos manden y otros obedezcan.
Si será fácil matar
y morir en las guerras, que a quienes mueren y matan, como eso lo hace
cualquiera, cobran menos que quienes se quedan en retaguardia, porque tienen
mucha responsabilidad, en realidad toda, a salvo y tan ricamente. Jamás mejor
dicho.
Eso sí, el chapapote
de sangre del héroe muerto en combate, tras matar lo que pudo, se le oculta a
la familia tras chapapotes de chatarra que llaman "medallas al valor”.
Cómo es posible que
nos consideremos seres superiores. ¿Acaso no somos un chapapote de imbéciles?.
FRANCISCO
MOLINA. La Opinión de Zamora. Imperecedero
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