martes, 1 de diciembre de 2015

LA SANTA ESPOSA


LA SANTA ESPOSA

Tres asuntos me inclinan a compartir con ustedes este tema.

El primero, el que con motivo de mi libro “LA ESTAFA SEXUAL” los Reyes Magos me trajeron el del filósofo señor Marina ("El rompecabezas sexual") que a su vez vino por Zamora y en conferencia dijo que es más inteligente quien usa la inteligencia "emocional" y es feliz en pareja, que quien sabe resolver ecuaciones diferenciales.

El segundo, el comentario de un concejal en LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, según el cual “la violencia doméstica existió y existirá”

y el tercero, que se acerca el Día de la Mujer Trabajadora, o sea de todas.

Aunque en mi libro hablo del tema con mayor detalle, dado que este periódico llega a muchísima más gente, abordemos el asunto.

Para empezar conviene recordar lo ya demostrado por otros.

La familia, la pareja, se estructura sobre la base de que "la esposa" es propiedad del marido. Propiedad privada que él quiere para, por este orden, garantizarse el goce sexual, la descendencia y los cuidados de la casa.

Es pues una estructura de dominio, en la que quien domina tiene más ventajas que el dominado, como cae de cajón.

Últimamente parece que las parejas formalizan sus relaciones porque libremente así lo eligen.

Cuestión que hacen porque se quieren mucho.

No obstante esa sutileza, se está ante una estructura aún machista. Es decir de dominio del señor.

Digamos que la familia primitiva es al Estado-Dictadura como la familia-evolucionada actual es al Estado-Democrático, las formas y libertades han mejorado, pero la estructura sigue indicando que "todavía hay clases" (sociales, claro, y una domina a otras. aunque se firmen convenios colectivos).

Acierta aquí de pleno el filósofo citado al decir que es "más inteligente" quien resuelve el tema de la felicidad que quien descubre la penicilina.

Naturalmente, porque hay que ser un genio para ser rematadamente feliz en una estructura donde ella fue y es dominada (por lo menos por el miedo) y donde el machito se siente un machete.

Es como decir que es más capaz físicamente quien va de Santurce a Bilbao haciendo el pino que quien va andando. Efectivamente.

Lo que corrobora, en el presente, que la familia o pareja es una estructura machista que está en la lucha, lucha que en ella se libera, por parte de la mujer, para liberarse.

Esta lucha tiene, para simplificar, dos vertientes, una la social o laboral, y otra la sexual.

Si repasamos acontecimientos, sobre la primera, vemos que la mujer pide, y poco a poco consigue, que el hombre comparta las tareas del hogar.

Eso es un logro, pues esas tareas tenían que resolverlas ellas que para eso, en parte, se fundó la institución familiar.

La desaparición de esas situaciones, que suponen pérdida de estatus para el varón,  ratifican cuál era la situación de dominio.

 No obstante, esta revolución es incruenta por cuanto a cambio de "hacer las cosas de la casa", el señor permite a su señora salir a trabajar fuera y traer dinero para casa.

Cuestión que compensa ampliamente.

Sin embargo, en paralelo con esa situación, de revolución en las costumbres, se va dando una revolución o evolución imparable en el orden de la sexualidad.

Eso hace que la Santa Esposa deje de ser santa (no por ser mala, sino por ser  normal) en casa y ¡ojo! fuera de casa.

Las costumbres en el vestir, la ola de erotismo que nos invade, las tentaciones que se multiplican, etc, hace que ellas  reivindiquen, sin decirlo, su derecho al devaneo, como devaneó siempre el hombre casado.

Se llega así a una situación de dominio en la que la dominada se rebela y se produce la violencia.

Que antes solo era latente, pues la santa esposa solo cuidaba una cosa, su santidad.

Y ahora la violencia casera es evidente, pues no se adapta y acostumbra el macho a perder su situación de privilegio. "La mía es mía, y las demos de todos".

Las asesinadas son las oprimidas que como en toda revolución caen victimas del estatus dominante que se resiste a un nuevo orden.

Disparan el gatillo los celos. Siendo lo de menos que sean fundados o no. 

Entonces el macho, que mata por celos y no por otra cosa, ya no ve ventajas en la nueva situación, así como las veía antes (él hace la colada a cambio de que ella traiga un dinerito a casa).

 Ahora más bien teme perder a quien le daba la ración sexual garantizada y se siente derrotado, frustrado y sin tener lo que creía que tenía como cosa suya y en exclusiva.

La salida está en aceptar que los celos son el veneno, que no son algo natural y por tanto se pueden combatir.

FRANCISCO MOLINA. La Opinión de Zamora. Imperecedero

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