LA
SANTA ESPOSA
Tres asuntos me
inclinan a compartir con ustedes este tema.
El primero, el que
con motivo de mi libro “LA ESTAFA SEXUAL” los Reyes Magos me trajeron el del
filósofo señor Marina ("El rompecabezas sexual") que a su vez vino
por Zamora y en conferencia dijo que es más inteligente quien usa la inteligencia
"emocional" y es feliz en pareja, que quien sabe resolver ecuaciones
diferenciales.
El segundo, el
comentario de un concejal en LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, según el cual “la
violencia doméstica existió y existirá”
y el tercero, que se
acerca el Día de la Mujer Trabajadora, o sea de todas.
Aunque en mi libro
hablo del tema con mayor detalle, dado que este periódico llega a muchísima más
gente, abordemos el asunto.
Para empezar
conviene recordar lo ya demostrado por otros.
La familia, la
pareja, se estructura sobre la base de que "la esposa" es propiedad
del marido. Propiedad privada que él quiere para, por este orden, garantizarse
el goce sexual, la descendencia y los cuidados de la casa.
Es pues una
estructura de dominio, en la que quien domina tiene más ventajas que el
dominado, como cae de cajón.
Últimamente parece
que las parejas formalizan sus relaciones porque libremente así lo eligen.
Cuestión que hacen
porque se quieren mucho.
No obstante esa
sutileza, se está ante una estructura aún machista. Es decir de dominio del señor.
Digamos que la
familia primitiva es al Estado-Dictadura como la familia-evolucionada actual es
al Estado-Democrático, las formas y libertades han mejorado, pero la estructura
sigue indicando que "todavía hay clases" (sociales, claro, y una
domina a otras. aunque se firmen convenios colectivos).
Acierta aquí de
pleno el filósofo citado al decir que es "más inteligente" quien
resuelve el tema de la felicidad que quien descubre la penicilina.
Naturalmente, porque
hay que ser un genio para ser rematadamente feliz en una estructura donde ella
fue y es dominada (por lo menos por el miedo) y donde el machito se siente un
machete.
Es como decir que es
más capaz físicamente quien va de Santurce a Bilbao haciendo el pino que quien
va andando. Efectivamente.
Lo que corrobora, en
el presente, que la familia o pareja es una estructura machista que está en la
lucha, lucha que en ella se libera, por parte de la mujer, para liberarse.
Esta lucha tiene,
para simplificar, dos vertientes, una la social o laboral, y otra la sexual.
Si repasamos
acontecimientos, sobre la primera, vemos que la mujer pide, y poco a poco
consigue, que el hombre comparta las tareas del hogar.
Eso es un logro,
pues esas tareas tenían que resolverlas ellas que para eso, en parte, se fundó
la institución familiar.
La desaparición de
esas situaciones, que suponen pérdida de estatus para el varón, ratifican cuál era la situación de dominio.
No obstante, esta revolución es incruenta por
cuanto a cambio de "hacer las cosas de la casa", el señor permite a
su señora salir a trabajar fuera y traer dinero para casa.
Cuestión que
compensa ampliamente.
Sin embargo, en
paralelo con esa situación, de revolución en las costumbres, se va dando una
revolución o evolución imparable en el orden de la sexualidad.
Eso hace que la
Santa Esposa deje de ser santa (no por ser mala, sino por ser normal) en casa y ¡ojo! fuera de casa.
Las costumbres en el
vestir, la ola de erotismo que nos invade, las tentaciones que se multiplican,
etc, hace que ellas reivindiquen, sin decirlo,
su derecho al devaneo, como devaneó siempre el hombre casado.
Se llega así a una
situación de dominio en la que la dominada se rebela y se produce la violencia.
Que antes solo era
latente, pues la santa esposa solo cuidaba una cosa, su santidad.
Y ahora la violencia
casera es evidente, pues no se adapta y acostumbra el macho a perder su situación
de privilegio. "La mía es mía, y las demos de todos".
Las asesinadas son
las oprimidas que como en toda revolución caen victimas del estatus dominante
que se resiste a un nuevo orden.
Disparan el gatillo
los celos. Siendo lo de menos que sean fundados o no.
Entonces el macho, que
mata por celos y no por otra cosa, ya no ve ventajas en la nueva situación, así
como las veía antes (él hace la colada a cambio de que ella traiga un dinerito
a casa).
Ahora más bien teme perder a quien le daba la
ración sexual garantizada y se siente derrotado, frustrado y sin tener lo que
creía que tenía como cosa suya y en exclusiva.
La salida está en
aceptar que los celos son el veneno, que no son algo natural y por tanto se
pueden combatir.
FRANCISCO
MOLINA. La Opinión de Zamora. Imperecedero
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