Consuelo Arnáez González. Chelo. Cocinera.
Del
bocadillo de chorizo a la crema americana.
Esa es la
trayectoria vital y personal de Chelo. Que es
por quien vamos a empezar hablando,
dado que amenaza con llorar de emoción y ponerse más histérica que si viera un
ratón, cuando oiga lo que se dice de ella.
Chelo es tan de la
Universidad Laboral que durante años no sólo trabajó aquí, sino que incluso vivía
aquí (o sea, allí). Pudiendo por ello corroborar fehacientemente que los otros
inquilinos (los salesianos) tenían voto de castidad, lo cual a falta de
democracia no es mal voto.
Cosa, la dicha, que
tiene su mérito, pues Chelo era un bomboncito. Ya aficionada a los bocatas de
chorizo y cantarina de coplas que acompañaban su alegría.
Persona
muy inteligente y trabajando en un lugar regentado
por curas, aplica al pie de la letra lo de adorar al santo por la peana, y
cuando corresponde, enflorece a María Auxiliadora en una imagen que está en la
cocina, según la teoría de Santa Teresa de Jesús de que Dios también anda entre
pucheros.
Ella había llegado de Rojas de Bureba (Burgos) y
como toda hija del Cid que se precie tiene un carácter que se las trae, pero
hay un compañero, que arribando años más tarde desde Cantalapiedra (Huesca) y
que es educador, le ablanda el corazón.
Hablamos ahora de
Pepe Cabrera, su actual esposo. En aquella época Cabrera es goloso (y ahora
también) y se comería a ese bomboncito que es Chelo de un bocado, pero de
momento se limita a degustar sus guisos.
Hasta que ella le
pone el anzuelo en forma de Declaración de la Renta: “Y tú, guapito, ¿me harías el IRPF?”. A lo que el educador Cabrera,
educado pero conocedor del dicho: “lo cortés no quita lo valiente”, no solo le
hace el IRPF sino que se lo hizo tan bien que desde entonces se lo hace sin
parar. Incluso les ha salido a devolver una hija extraordinaria.
Agradable
y divertida, Chelo hace suya la máxima de su
pueblo, “Nunca digas de este agua no beberé, y menos si el agua es de Calabor”.
Y así pasa de Ayudante
de Cocina a Coordinadora de la misma, mostrando
una gran capacidad para el trabajo en general y para el trabajo bien hecho en
particular.
“El bocato di
cardinale”, en la Universidad Laboral de Zamora, se traducía por “bocato de
salesiani” o crema americana (una crema de café) que Chelo hacía como los
ángeles, pionera pues del delicatessen, y qué llevaban en una furgoneta de un
edificio a otro temblando por si los baches daban con el exquisito manjar por
los suelos.
Como veis Chelo es
la historia viva de lo que se ha dado en llamar “vivir como un cura”, y viva
historia también de una Universidad Laboral repleta de anécdotas insospechadas
cuando no secretas.
Chelo, tu
inteligencia, tu arte y tu alegría te han permitido pasar 42 años por la Uni
como si nada, como si todo. Tu función, cocinar, la has hecho tan bien que sólo
cabe quitarse el sombrero ante ti. Ahora regresarás a tu tierra a donde te
seguirá tu marido Pepe dentro de un año, siempre que no le pidan que haga un
IRPF, así que como eres muy inteligente, ¡tú verás!. ¿No sería mejor que te
quedaras por aquí que así podemos verte, oírte cantar una copla, y tal vez
hacernos una cremita americana, tú que eres tan bella persona y apetecible
amiga?
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