SOY
DIOS
(autor
Paco Molina de Zamora. Años 80 del Siglo XX. Aún existían los Países del Este)
- Soy Dios. No creo
que tú necesites ninguna prueba, soy Dios. No te voy a dar ninguna señal de mi
verdad, porque yo soy la Verdad y porque tú eres mi representante en la Tierra.
Mañana te anunciaré algo importante y grandioso.
La primera reacción
del Papa fue no creérselo, no creerse lo que sus ojos y oídos habían sentido.
Repasó sus propios pasos;
después de cenar fue al cuarto de baño a lavarse los dientes, usó la taza y a
continuación, con el ritual repetido de cada noche vaticana, se dirigió a su
capilla privada. Fue allí y mientras rezaba, pidiendo por la paz del mundo,
cuando se le apareció: era una figura incompleta, como de locutor de
telediario, pero con los rasgos típicos de Dios, el mismo Dios que todos
imaginamos sentado a la izquierda de Dios-hijo. Además, la voz no dejaba lugar
a dudas, era el Creador.
Turbado y
conturbado, Su Santidad volvió a sus aposentos, allí se tumbó en la cama, cosa
que solía hacer para pensar mejor, y analizó: “Creo que s eme ha aparecido
Dios, pero un Dios tan igual en la voz y en el gesto al que está en todas las
pinturas, en todos los retablos, que tal vez sea una sugestión mía".
I
- Soy Dios y lo que
voy a comunicar a la Humanidad -a través
de ti- es tan grande y hermoso que no he
querido enviar a la Virgen, ni ningún otro santo, para esta misión, no fuerais
a ponerlos en duda como otras veces.
Tampoco, y por lo mismo, he querido que el
mensaje llegara a través de pastorcillos, parados o señoras de pueblo.
Empezaríais largos procesos de verificación, y lo que os voy a decir es tan
bello y sublime, que debéis conocerlo inmediatamente. Por eso te hablo a ti
directamente, al descendiente de Pedro, al representante de Dios en la Tierra,
al Papa.
- ¡Oh! Dios mío - musitó el Santo Padre.
- Escucha: A partir
del 1 de Enero del año 2000 no volverá a haber guerras en la Tierra. ¿Me has
comprendido?
- ¡Oh! Santo Dios. A
partir del próximo siglo no va a haber guerras.
- En efecto: A
partir del 1 de Enero del año 2000 no volverá a haber guerras en la Tierra.
Desapareció.
Entonces, el Papa bajó su mirada y adoptó una postura de recogimiento.
- Lo hemos visto,
nosotros también lo hemos visto - gritaron tras él unas voces histéricas y
discordantes.
II
La noche anterior Su
Santidad, embargado por la duda llegó a consultar con su hombre fiel, un
cardenal, y éste, a su vez, sugirió incorporar a la deliberación a su brazo
derecho, otro cardenal. El asunto que les ocupaba fue calificado de
extremadamente delicado y, por tanto, secreto. No obstante, la otra resolución
tomada, exigió una ampliación en el número de iniciados, ya que habían decidido
instalar una cámara secreta de vídeo, para ver si podían grabar la supuesta
aparición, no fuera a ser que el Papa, por la edad, empezara a desvariar. Su
Santidad estuvo de acuerdo.
Por eso, ahora,
cuando todos los que estaban en la sala privada de proyección habían visto y
oído, con sus propios ojos, a Dios, la espera para la proyección del vídeo era
de verdadera angustia.
¿Habría podido
grabarse lo que ellos tan claramente vieron y oyeron? El ruido de la cinta en
marcha les cortó la respiración. Aparecieron unas barras propias del casette,
luego, algo de oscuridad, como si se hubiera grabado sin apenas luz y de
repente... Dios, y no sólo Dios, también su voz "SOY DIOS..."; todo
ello grabado íntegro y con una nitidez cristalina.
III
A continuación todo
se produjo si no como Dios manda, sí como debe ser.
¿Cuándo y cómo
comunicar al género humano aquella trascendental noticia? Para decidirlo
quedaron reunidos, aquella misma noche, el Papa y las escasas personas de su
entera confianza.
El lugar desde donde
se debía comunicar el mensaje de Dios se resolvió sin un titubeo: sería desde
la Plaza de San Pedro en Roma; pero había que conseguir que en todas las
televisiones mundiales retransmitieran en directo.
Resuelto; para
conseguirlo deberían estar presentes en el acto todos los Jefes de Estado, en
representación de todos los países de la Tierra, por pequeños que éstos fueran,
al fin y al cabo se iba a anunciar la Paz, una paz garantizada no por los
cascos azules sino por la Palabra de Dios.
El día D, el día de
Dios, tendría por tanto que atrasarse, hasta una fecha en que fuera posible
contar con todos los representantes de los Estados del Planeta.
Esta decisión se
adoptó por mayoría -hubo que votar- y entre esa mayoría se encontraba el Santo
Padre.
Sólo hubo uno entre
los allí presentes que se opuso, ya que defendía la idea de que algo tan bello
–no habrá más guerras- comunicado por el mismísimo Dios –cuestión que
certificaba el video- al representante de la Iglesia –lo que confirmaba que se
trataba de la religión verdadera- no tenía por qué demorarse, y menos para
esperar a Jefes Estado, muchos de los cuales posiblemente no querrían ni venir,
¿acaso iba a venir Jomeini, a reconocer públicamente que Alá no es Dios, que el
verdadero Dios es el Dios de los católicos?, ¿o acaso iba a venir Pinochet, a
oír que nunca iba a haber guerras, cuando si no hubiera guerras él no sería
general y por tanto nada?.
El mismo Papa frenó estos argumentos, pidiendo
que se disculpara la vehemencia de quien los defendía, recordando también que
lo que más le gustaba de monseñor X era su simpleza, y que por eso lo tenía
como uno de sus asesores, para que actuara como contrapunto, pero que lo
correcto era seguir confiando en Dios, y más ahora que tenían no sólo Fe, sino
evidencia de su existencia.
- Además -añadió Su
Santidad-, si la paz va a existir en el siglo XXI es porque el Señor está
trabajando para ella, o sea, que está trabajando en las mentes de todos los
hombres, desde el más poderoso de la Tierra, hasta el más humilde, por tanto,
también los hermanos Jomeini y Pinochet entenderán. ¿No le parece, monseñor?.
Monseñor calló. Se
aprobó el plan y Su Santidad pasó a descansar unas horas. Amanecía y se presentaba
una tremenda jornada de trabajo, era por tanto necesario recuperar fuerzas.
IV
Le despertó un sudor frío. Miró el reloj y le
extrañó que apenas hacía dos horas que se había dormido. Qué raro que el valium
no hubiera hecho el efecto acostumbrado. Lo cierto es que, no había terminado
de ser consciente de que estaba despierto, cuando una impertinente idea ocupó
su cabeza: Si no va a haber guerras sobran los militares y ¿quién se lo dirá?
Lo que ha dicho monseñor X de Pinochet puede ser una simpleza, pero....
V
Cuando en la Casa
Blanca recibieron la comunicación ultrasecreta del Vaticano, demandando una
reunión urgente con el Presidente de los EEUU de Norteamérica, porque al Papa
se le había aparecido Dios, las risas fueron tan fuertes que habrían destrozado
los tímpanos de cualquier agente ruso que hubiera podido -cosa imposible- estar escuchándolos con micro-micrófonos
ocultos.
Una vez serenados
los ánimos y los terremotos de hilaridad que habían movido sus carnes, el
Presidente resolvió:
- Que se acerque
nuestro embajador en Roma al Vaticano a ampliar datos, no vayamos a ir
nosotros, se nos aparezca Dios y nos coja con estas pintas –
Y las propias
carcajadas del Presidente arrastraron las de los demás, corriendo en tropel
tras el chistoso chiste.
Cualquiera que
hubiera visto al Papa, disfrazado de intelectual, descendiendo del avión
secreto que le había llevado a la base secreta, de los servicios secretos, del
país más cinematográfico del Globo, habría sentido que las Obras de
Misericordia se quedaban pequeñas ante la misericordia que provocaba tal
imagen.
VI
Tras proyectarles el
vídeo repetidas veces, Su Santidad y su séquito -cinco personas- tuvieron que
responder a un verdadero interrogatorio de los asesores del Presidente.
Nadie se creía que
Dios se hubiera aparecido y menos para anunciar el fin de las guerras.
Pero la cólera de
Este estalló a través de su representante en la Tierra. En efecto, Su Santidad,
cuando ya llevaban cerca de cuatro horas de reunión, dio rienda suelta a una
ira hasta entonces contenida y tras una brillante, tenaz y eficaz intervención,
en que incluso amenazó con denunciar secretos que podrían perturbar la paz
social de Occidente, pudo hacer que los contertulios aceptaran: primero, que
Dios existía; segundo, que se había aparecido al Jefe de la Iglesia Católica, y
tercero, que había profetizado el fin de las guerras.
Al terminar, el
silencio que se produjo tras la intervención del Santo Padre, el Presidente de
Norteamérica, abriendo por primera vez la boca, añadió:
- Habréis observado que lo que el Sumo Hacedor
profetiza es el fin de las guerras en la Tierra, pero no dice nada del espacio,
no dice nada del cosmos, luego se confirma como buena mi propuesta de seguir
desarrollando la guerra de las galaxias.
- Eso, y tampoco
dice nada sobre las guerras civiles y mucho menos sobre la guerra de guerrillas
- añadió de sopetón uno de los íntimos colaboradores del Presidente.
Pero Su Santidad no
les dejó seguir. O bien por inspiración divina o simplemente por ser de natural
más inteligente que los que estaban allí, el caso es que se hizo, tras su
apasionada exposición anterior, el dueño de la situación.
- No desvariemos,
señores. Sin salirnos por la tangente, el problema está AHI, y por eso yo les
había anunciado su gravedad. Puesto que no va a haber guerras, ya que lo ha
dicho Dios, ¿qué hacemos con los militares?, ¿qué hacemos con la industria de
armamentos?
VII
La trilateral no es un triángulo equilátero, sus tres lados no son iguales.
Ahora, el que estaba reunido era su lado más importante, su lado esencial, ya
que los otros dos existían para darle apariencia de organización con una cierta
estética y por tanto con una cierta ética.
El Orden del Día de aquel encuentro delicado, secreto y oculto decía
escuetamente: “El futuro. Siglo XXI”. Cuatro palabras que sólo pretendían hacer
discreto lo que de verdad se estuvo tratando y que fue el conjunto de posibles repercusiones
que podría tener la desaparición de las guerras, anunciada por Dios.
Si desaparecía la
carrera de armamentos desaparecería el río de dólares que ella generaba para
sus empresas, si desaparecían las guerras civiles desaparecería la posibilidad
de controlar o desestabilizar la política de otros países, si desaparecían las
guerras desaparecería "la amenaza de guerra" y la deuda de los países
del Tercer Mundo no sólo no se cobraría, sino que además, ello lo sabría la
opinión pública mundial, con lo que la crisis bancaria sería peor que un choque
de planetas,...
Los análisis y sus
conclusiones eran tan negativos y tan cruelmente sinceros, que en uno de los
momentos de máxima desesperación, uno de los miembros del Club Más Poderoso del
Globo, con gesto de espanto exclamó:
"¡Santo Cielo,
Dios se ha vuelto loco!"
VIII
En la OTAN, las
intervenciones de los Presidentes de los Gobiernos ce los Estados Miembros se
producen como las salidas de los ciclistas en una etapa contrarreloj, en orden
inverso a su situación en la clasificación general, por eso fue el Presidente
del último país que entró en la organización el que tuvo que tomar en primer
lugar la palabra, para dar su opinión sobre la cuestión planteada: Ya que se va
a comunicar al género humano el mensaje de Dios, de que no va a haber más
guerras, ¿debemos comunicar simultáneamente la disolución de la OTAN? –
-Excelentísimos
señoras y señores mandatarios, no creo que haya nadie que haya luchado más por
la paz que yo, ni creo que haya nadie que haya repudiado más los bloques
militares que yo, y ahora cuando nos cuestionamos la posibilidad de la
disolución de la Organización del Atlántico Norte, porque Dios ha comunicado
que no va a haber más guerras, yo podría decir ¡disolvamos la NATO!, porque me
lo pide el corazón. ¡Pero ello sería una irresponsabilidad por parte mía!, no
fui yo quien metió a mi país en esta organización, fue mi pueblo, en
referéndum, el que voluntariamente quiso estar aquí, en las trincheras que
defienden al mundo libre, por ello señoras y señores mandatarios, yo contesto a
la pregunta planteada, con esta respuesta: Será mi nación, la que mediante
referéndum decida si debemos salirnos de la Alianza Atlántica, y en este
sentido, les puedo adelantar que ya tengo a expertos estudiando cuál será la
pregunta.
En la reunión, la más secreta celebrada por
organismo alguno, estaban los Jefes de Gobierno de los 16 países miembros,
asesorados por dos o tres personas cada uno. Cuando ya habían intervenido al
menos media docena de estadistas, se podía decir que lo único claro era la
oscuridad. Se palpaba que nadie sabía qué hacer.
De súbito, fueron
interrumpidos por el Comandante Supremo de las Fuerzas Conjuntas, que
acompañado de un nutrido y selecto grupo de generales y almirantes, pidió
atención, sin pedir permiso, para leer un comunicado de Todos los Ejércitos de
Todos los Países de la OTAN, al que se adherían todos los Ejércitos del Mundo
Libre:
"Los abajo
firmantes consideran una irresponsabilidad rayana en la traición, la supresión
de bloques militares, ejércitos y, en general, cualquier fuerza armada, por
cuanto dejaría expuesta la civilización occidental y cristiana a las hordas
marxistas y el caos.
Recordamos a
nuestros mandatarios que su poder es un poder democrático, emanado del pueblo,
y es ese mismo pueblo el que para sentirse protegido y libre ¡reclama la
existencia de ejércitos que los protejan!, ejércitos que defiendan la paz. Por
tanto, de decidir clausurar la OTAN, en nombre del pueblo que nos dio las armas
y en su defensa, y en defensa de la libertad de esos pueblos, nos veríamos
obligados a tomar el poder en los correspondientes estados, ya que los actuales gobernantes,
Vds., no habrían defendido los intereses de los que les votaron".
El Presidente de los
EEUU llamó a parte al Comandante en Jefe, y conocidos como eran por amistad y
por favores, en tono familiar le preguntó:
- ¿A qué viene eso?
- Mi Presidente, ya
lo ha oído.
- Menos rollo, eso
no es una nota para vosotros, es una nota para el pueblo.
Dime la verdad, por
tu madre, ¡dime la verdad!
- Mi Presidente,
nadie quiere perder su puesto de trabajo, reconvertir a todos los militares de
Occidente puede ser el caos. El puesto de trabajo consideramos que es sagrado.
Menos mal que esta
gente es de confianza -siguió el Presidente, esta vez refiriéndose a los
presidentes de los otros países allí presentes así como a sus asesores- y menos
mal que no hay periodistas por aquí. Sois unos brutos, confiad en nosotros.
La reunión siguió
sin orden pero también sin sobresaltos. Las intervenciones que faltaban fueron
más cortas y en general apuntaban hacia lo realista que era la nota recién
oída, y lo pragmática que sería la permanencia de la OTAN como garante de los
Valores Occidentales.
Así hasta que le
tocó el turno al representante de Norteamérica:
- Señores, bien es
verdad que un cargo como el que desempeño, que un cargo como el que desempeñan
Vds. da un sinfín de sinsabores, pero no es menos cierto que también hay
momentos en que la satisfacción, el bienestar interior, superan y compensan
cualquier otro. Hoy es uno de estos momentos. La certeza de que sólo la
democracia lleva al poder a los más capaces y sólo la libertad hace a éstos
acertar de pleno en la defensa de sus pueblos, se ha vuelto a poner aquí en
evidencia. Si Vds. hubieran sido utópicos en vez de realistas, idealistas en
vez de pragmáticos y dogmáticos en vez de flexibles, ante el anuncio hecho por
el presunto-Dios de que no habrá guerras, habrían caído en la tentación,
habrían caído en la trampa, de proponer la desaparición de nuestra
organización, la desaparición que más ha hecho por la paz en la historia no
sólo de Europa, sino también del mundo -hizo una pausa para beber-.
Tal vez se estén
preguntando por qué usé la expresión "presunto-Dios" e incluso la
expresión "trampa"; pues bien, señores, escuchen con atención, según
mis servicios secretos, los soviéticos están en condiciones científicas de
poder haber simulado una aparición de Dios ante el Papa. De ser esto así, lo
que se iría buscando sería precisamente lo que debemos evitar. No sólo no hemos
de bajar la guardia, hemos de estar alerta, no sólo no hemos de disolver la
OTAN sino que hemos de ampliarla; no sólo no debemos suprimir ejércitos y
fabricación de armas, sino que debemos potenciar el aumento de ambas
cuestiones.
IX
Cuando el Presidente
Norteamericano en persona y aprovechando un viaje privado (?) al Vaticano,
comunicó al Papa la posibilidad de que todo fuera un trucaje de los rusos para
que Occidente se desarmara y así poder invadir la Europa Libre, Su Santidad
sintió un alivio.
Un alivio tan
grande, que no preguntó cuáles podían ser esos medios que permitían no sólo
aparentar una aparición real, sino incluso la filmación en vídeo.
Tampoco preguntó si
Occidente contaba con medios similares o mejores. Todo quedaba bastante bien
explicado con aquella tesis y además, ¿por qué habría de habérsele aparecido a
él Dios, si era el más humilde y sencillo de sus fieles?
X
La hipótesis de
trabajo fue pues la del complot soviético. Se filtró la noticia a la prensa que
como si hubiera descubierto un continente fue describiendo poco a poco el
paisaje que se les mostraba:
Los comunistas, sin
respeto a las creencias de los demás, han tratado mediante el uso de tecnología
punta, de simular la aparición de Dios al Papa, en la que Aquél anunciaría el
fin de las guerras con lo que, de haber mordido el anzuelo, el Mundo Libre
hubiera renunciado a instituciones a las que precisamente debe su libertad, lo
cual hubiera permitido el avance devastador del Totalitarismo del Este,
convirtiendo a los pueblos de Occidente en pueblos esclavos, haciendo
retroceder el progreso de la Humanidad en decenios de Siglos.
Se convocó un Congreso
Libre de Intelectuales sobre APARICIONES.
Todo el debate se
centró naturalmente, en la presunta aparición del presunto Dios al Papa.
Como había
intelectuales a secas, teólogos, metafísicos, espiritistas y gentes del campo
de la cultura y el arte, por él circularon todo tipo de opiniones, desde los
ateos, que defendieron que ni se había aparecido Dios y que ni siquiera se
había aparecido el Presunto, que todo era un montaje para seguir la carrera de
armamentos y mantener la tensión en el mundo, hasta los creyentes a
machamartillo, que defendieron que todo había sido real y era Dios mismo el que
había hablado, y que era nuestra propia cerrazón, producto de una civilización
hedonista y consumista, la que nos impedía ver esa bella realidad de que no
habría guerras, ni armas, ni opresión y que todo cambiaría hacia una vida más
sencilla pero más amable y bella.
No obstante, como la
reunión era de intelectuales, las tesis que prosperaron, y que por tanto más
pregonaron los mass-media, fueron las más racionales, pues al fin y al cabo el
término intelectual viene del de intelecto y éste es gemelo de cabeza, razón y
racional.
Había que aceptar
que el Papa sufrió (?) una aparición -dijeron- puesto que así lo había
manifestado, y un Papa nunca miente.
Era obligación
consecuente, para cualquier intelectual, analizar y desmenuzar la aparición en
sí, y por suerte, gracias a la previsión de los gestores del Vaticano, se
contaba con un vídeo.
Del estudio del
vídeo se podía colegir:
a) Que Dios no era
Dios puesto que se parecía a Dios. El razonamiento no podía ser más
intelectual, y por ello se le añadió misterio: Sabido es que Dios, de existir,
sería algo especial y no cabría suponer que respondiera a las características
plasmadas por pintores e imagineros.
b) Que la habitual
torpeza de los inquilinos del Kremlin, les había hecho caer en el error de
creer que se iba a confundir a su personaje, copiado-de-los-altares, con Dios.
Tal vez una persona -seguía la nota de conclusiones- movida por la emoción, y
en un primer momento, podía haber aceptado como real lo falso, pero se
olvidaron (los comunistas) de que el supremo valor del género humano, la libertad,
iba a permitir que no sólo una, sino miles de personas e intelectuales
estudiaran el fenómeno.
c) Que otra prueba,
y esta científica de que el presunto- Dios no era Dios es el hecho mismo de que se le pudiera captar en
vídeo. Ninguna aparición del más allá puede ser captada ni en fotografía, ni en
vídeo, como han demostrado hasta ahora los hechos, siendo ésta por tanto una
verdad empírica, es decir, una verdad científica.
d) Las mismas
palabras puestas en boca del presunto-Dios denotan el tufillo irónico del que
no es creyente, teniendo pues ante nosotros, otro error de esos fanáticos que
todo desprecian y todo atropellan, en su ciego dogmatismo.
La opinión pública
occidental se dividió. Se hicieron encuestas que indicaban que la fracción
mayoritaria hacía suyas las tesis del Congreso Libre de Intelectuales, e
incluso, se daba una pequeña paradoja con el hecho, paralelamente sondeado, de
que sólo el 58% era partidario de aumentar los gastos de defensa, cuando hasta
un 70,9% consideraba que la simulación de la aparición de Dios por los
soviéticos era la mayor agresión que podía sufrir Occidente, sólo superable por
una invasión.
XI
El despreciar a
aquellos con los que competimos es necesario para evitar que nos destroce la
derrota, por eso, tal vez, siempre se ha supuesto que los profesionales de los
países del Este tienen la cabeza cuadrada. Nada más lejos de la realidad, o al
menos de la realidad de los servicios secretos de la KGB.
Tatiana Vulvalova
con 19 años, tenía plena libertad para ejercer su labor y tenía, incluso, plena
libertad para investigar lo que ella quisiera.
Formaba parte de una
familia que para huir a Occidente no había dudado en inocularse virus del SIDA,
para luego pedir visado de emigración a Israel. Naturalmente las autoridades
soviéticas lo concedieron. El caso fue célebre y en los periódicos de la época,
los titulares fueron unánimes: "Prefieren el SIDA al paraíso comunista".
Lo que no trascendió
es que una de las tres hijas del matrimonio Vulvalova. Tatiana, no portaba
ningún virus y sí portaba, por contra, el carácter impreso de toda espía.
El supercomandante
inglés, casado con una mujer gorda y áspera, quedó atado al hechizo de la joven
Tatiana nada más verla. Era delgada y dura, de pechos tan incipientes como
provocativos, de labios mortales, de muslos y nalgas vertiginosas y toda ella,
suave como su propia piel.
Le sedujo,
simplemente, abriendo sus piernas para él y dejándose espiar, lo cual, hecho en
un tren de corto recorrido, dio pie para un recorrido largo.
Como el
supercomandante defendía la idea de que en un interrogatorio todo es válido,
ella inventó la "tortura del placer", de modo que jugaban a que
cuantas más cosas, de cualquier tipo, contara él, y que tuvieran un cierto
interés, más le daría ella en materia de sexo.
Qué de bobadas, eso
sí, íntimas, tuvo que oír la espía-niña hasta aquel día, en que él pidió lo
máximo porque iba a contar lo máximo.
Lo máximo que él
pedía era que ella permitiera la perforación profana entre sus prietas nalgas,
y lo máximo que él ofrecía era lo que atormentaba en aquel momento a los
Gobiernos de Occidente.
Tatiana, que además
de adorar su profesión gozaba ejerciéndola, accedió, y así, mientras sentía una
ambigua sensación en su recto al notar el miembro que se deslizaba por él, iba
oyendo que el Papa había visto a Dios y que éste le había comunicado el fin de
las guerras para el siglo XXI.
XII
Fue hacia el cuarto
mes de la fecha en que Dios se le apareció a Su Santidad, cuando el Kremlin
tuvo noticias suficientes como para poder juzgar.
Cuando el PCUS,
Partido Comunista de la Unión Soviética, quiere tratar un asunto fríamente
suele convocar a su Comité Central en Siberia.
La reunión fue un
mar embravecido en el que navegaban, a duras penas y sin rumbo, cientos de
pequeñas barquichuelas, hasta que vieron un faro con luz propia y potente, la
palabra del Secretario General.
Sobre aquel pleno
del C.C. del PCUS, la CIA sólo pudo informar al Pentágono que los asistentes
salían con sonrisa mesiánica y diabólica a la vez.
Cosas
que no es capaz de explicarse uno hoy se explican solas mañana.
Y así ocurrió para
los kremlinólogos, que habían apostado, porque algún personaje del Politburó
debía tener una preocupante enfermedad, ya que la ventaja de apostar, aunque
pierdas, es que sigues jugando, o sea, ¡existes!.
Todo se desveló el
1º de mayo. En la Plaza Roja se dispuso una imponente escenografía que sirviera
de marco excelso a todos los Jefes de Estado no-pro-norteamericanos, así como a
todo el cuerpo diplomático destacado en Moscú, más periodistas, cadenas de
televisión y representantes de todos los partidos comunistas del mundo.
La concentración de
dignatarios más la del resto de personas que libremente tuvieron acceso a la
Plaza de la Estrella de Cinco Puntas era impresionante.
El acto no era otro
que el que meses atrás había imaginado el Papa, para comunicar a la Humanidad
que Dios, tras aparecérsele a él como máximo representante de la Religión
Verdadera, había profetizado que en el siglo XXI no habría guerras.
Pero. como
contribución desinteresada a la esquizofrenia general. lo que ocurría ahora,
era que quien se levantaba era el Máximo Dirigente Comunista, a la sazón
Secretario General del PCUS, y leía:
"En nombre de
los no creyentes y de los creyentes de religiones no católicas, queremos
manifestar, los jefes de estado y gobierno que aquí estamos lo que sigue.
-Nadie es ateo, ni
creyente de tal o cual Dios, por odio a otro Dios o rivalidad con sus fieles.
- Ante los rumores
sobre que al Jefe del Estado Vaticano y Máximo representante del Credo Católico
se le ha aparecido Dios, y tras amplias averiguaciones, podemos afirmar con
certeza que no se trata de ningún truco mágico, ni tecnológico puesto en juego
por país alguno.
- Resulta entonces,
que es cierto que Dios se ha aparecido, de lo que se deduce que en el más
simple y puro análisis marxista la conclusión obvia es, que Dios existe, y no
sólo eso, sino que el Dios que existe es aquél al que adoraban los católicos.
- Establecido que
Dios existe y dada su naturaleza, ampliamente estudiada por cientos de teólogos
en los últimos veinte siglos, se puede colegir que es incapaz de mentir.
- Siendo pues, como
es su mensaje, ¡que no va a haber guerras en la Tierra a partir del próximo
siglo!, consideramos que tal mensaje o profecía hay que acatarla y actuar en
consecuencia.
Por ello y con
profunda emoción proclamo, en nombre de todos los Gobiernos aquí representados,
que a partir de ahora mismo iniciaremos el desarme, el desmantelamiento del
Pacto de Varsovia y la supresión de los ejércitos".
XIII
La esquizofrenia
estaba servida. A partir de aquella declaración, hecha en la Plaza Roja, plaza
que por unas horas pareció convertida en plaza de la cristiandad, la población
mundial empezó a hervir.
Creyentes que creían
en Dios, su aparición y la paz.
Creyentes que creían
en Dios, su aparición, pero no la paz.
Creyentes que creían
en Dios, la paz, pero no en la aparición.
Creyentes que no
creían en nada.
No creyentes que
creían en todo.
No creyentes que no
creían en nada. Etc.
Pero lo importante,
no sólo es lo que opina la persona en su calle, en su casa o en su puesto de
trabajo, lo importante es lo que distintos poderes tratan de que opinen las
gentes, y ahora, estos poderes, insistían, uno, en que todo era cierto y había,
porque además era necesario, que obrar en consecuencia -eran los dirigentes
materialistas y ateos- y el otro insistía en que todo era una farsa para
sorprender desprevenido a Occidente, y como prueba aportaban, a mayor
abundamiento, la propia declaración de la Plaza Roja, en la que para colmo
estaban, además, Jefes de Estado de países islámicos que sorprendentemente
pasaban de creer en Alá a creer en Dios.
¿Se podía pedir más
evidencia?
Las cartas que
estaban en juego eran Dios, la Paz y una nueva sociedad, temas demasiado
candentes e importantes como para que no se temiera el que se engendrara una
revolución.
Aunque, ¡qué mayor
revolución que lo que estaba pasando!
Las manifestaciones
se sucedían en Occidente, buscando el pueblo presionar a sus dirigentes, y los
ultimatums a sus jefes se sucedían en Oriente, buscando algunos cabecillas
cabezotas que no se siguiera por el sendero del desarme.
El orden establecido
en una y otra parte del planeta iba a saltar, como salta un matasuegras, hacia
adelante, con decisión y con burla.
Se barruntaba un
salto ADELANTE porque los distintos pueblos intuían la posibilidad de enterrar
las guerras y apretaban.
Se apreciaba
DECISIÓN porque las oleadas de protesta o apoyo en favor del desarme no cesaban
en intensidad, ni en frecuencia.
Y por último, todo
parecía tener un carácter de BURLA contra el Poder cuando gentes ateas o
creyentes no practicantes se unían en fervor, y aún superando a éstos, a los
más beatos y fieles, y todas juntas, que siempre, en una versión u otra, habían
hecho poco caso de la palabra de Dios, ahora la atendían y pedían el atenderla,
AL PIE DE LA LETRA.
Esta espontaneidad
de las masas irritó aún más a los que desconfían de la naturaleza humana, y
éstos, que siempre se habían constituido en pastores, temieron perder el poder
que les daba su condición, e incluso temieron perder el respeto del perro que
les fue útil para guardar el rebaño y para guardarse del rebaño, por todo ello
e incluso algunos de ellos obrando con ignorancia, apretaron el acelerador del
desastre:
Los dirigentes
comunistas fueron acusados de ateos sanguinarios, que no habían dudado en
utilizar la sagrada imagen de Dios y la buena voluntad de las gentes sencillas,
para detener la prosperidad de Occidente y conseguir a la vez un desarme, que
les permitiera a ellos extender sus zarpas imperialistas.
A su vez, grupos de poder del Este, acusaron a
los dirigentes de Occidente de haber provocado los movimientos pro-desarme con
el fin de hacer ver espejismos a los Gobiernos de los países socialistas, como
así había ocurrido, pero ellos, advertían, defenderían hasta la última gota de
sangre roja, las importantes conquistas del mundo obrero, contra los sapos
capitalistas.
Los insultos son
como la anestesia que aplicamos a nuestra conciencia cuando nos preparamos a
ser violentos, buscamos, con los insultos, despersonificar al enemigo para
poder asestar luego contra él golpes y agresiones que seríamos incapaces de
dirigir contra alguien al que viéramos como ser humano.
XIV
Los días y las
semanas se sucedieron entre asambleas y movilizaciones de las "gentes de a
pie", que gritaban Dios, Paz y Desarme, y ataques de histeria de las
"gentes de a tanque" que obligaban a que los gobiernos doblaran sus
apuestas de insultos y triplicaran las de amenazas.
Imposible conocer
quién batió el récord de la imbecilidad humana y apretó el primer botón, e
imposible por lo mismo saber quién obtuvo la medalla de plata de la estupidez,
considerando que, ya que él moría, debía repeler el ataque.
Había empezado el
desarme por la vía de la utilización irreversible de los más destructivos
ingenios (?) bélicos.
El espantoso final
ocurrió el 28 de diciembre de 1999, la especie humana en ése, y en días
sucesivos, desapareció del planeta Tierra, extinguiéndose entre dolor y
sufrimiento.
Dios no mentía, y
nunca más volvió a haber guerras. En un planeta desolador y desolado no había
lugar para el consuelo, ni siquiera el consuelo de que aquel maldito Día del
Odio hubiera coincidido con el Día de los INOCENTES.
FIN
Paco
Molina (Martínez) de Zamora
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