LA
HOGUERA
Recientemente ha
muerto Javier Krahe, todo un genio y genial artista.
Entre su obra tiene una canción titulada “La Hoguera”.
Trata esta de las distintas versiones
que han existido para que el Estado ejecute a los condenados. El tono es por
supuesto irónico-estrambótico con el fin de hacer recaer al respetable público
en la salvajada que supone la pena de muerte.
Dentro de ese
recorrido por las distintas versiones que hay para matar al reo él dice
preferir “la hoguera” porque la hoguera “tiene
algo, que se yo, que sólo lo tiene la hoguera”.
Dicho esto, y por si
alguna vez vuelve la pena de muerte, que nunca se sabe, lo que si debe saberse
es que los responsables de la prevención y extinción de incendios, no deben de
poder elegir tipo de muerte, a la hoguera y se acabó.
Dado que un año más
nos cuentan los devastadores incendios que se llevan por delante decenas de años de generación del mundo vegetal, y las pérdidas económicas
que ello produce, conviene que la sociedad sepa cómo funciona el asunto.
Hay dos tipos de
bomberos, los del mundo urbano (incluidos los pueblos) y el forestal o de los
bosques o campos.
Los bomberos que
protegen las casas (por entendernos y simplificando) dependen de las ciudades
(si estas son grandes) y de las autonomías si las localidades son pequeñas
(aunque la gestión del servicio se le encarga a las Diputaciones).
En este tipo de
parques de bomberos se pretende ahorrar o bien no dotándolos al completo, o
teniendo pocos, o bien recurriendo a usar bomberos voluntarios en vez de
profesionales. No lo olvide el lector lo que se pretende no haciendo las cosas
completamente bien es ahorrar.
Y vamos con los
bomberos forestales. Que apagan los incendios en el monte y campo: Aquí el afán
de ahorro raya la imprudencia temeraria.
Prácticamente no hay bomberos
forestales durante nueve meses al año. Y cuando llega el temido verano se
contratan con empresas privadas o publico-privadas.
Todo para ahorrar.
Es decir por no gastar y tener para sus vicios, como dice la canción, los
políticos responsables ponen en manos privadas un servicio que incluso con
buena fe tiene que salir mal por narices. PiÉnsese, por no ser exagerados, en
un grupo de excelentes bomberos forestales que contratados sólo tres meses van
al paro; lo lógico es que se busquen la vida y a lo mejor al año siguiente han
desaparecido y la empresa tiene que ofrecer un grupo de novatos para las mismas
misiones delicadas, etc.
Por tanto parece
lógico que esas personas y las complementarias, tengan un contrato anual, por
el que en épocas menos proclives al fuego trabajen en desbroces u otras tareas
importantes de mantenimiento del monte, y siendo por supuesto servidores
públicos, que esto de cuidar la riqueza patrimonial y sobre todo la personal,
no debe tener precio, ni estar bajo ojos con ánimo de lucro.
Por lo demás,
contarle al pueblo lo que ha supuesto en pérdidas estimadas cualquier incendio,
es una confesión involuntaria del político responsable, que por ahorrase una
póliza de seguro se arruina cuando se produce el accidente del coche.
Con el agravante de
que en incendios los arruinados son los ciudadanos.
Buenos servicios de
bomberos son como un buen seguro. Y un seguro nunca es caro, salvo que seas tan
pánfilo que prefieras cobrarlo en vez de sólo pagarlo.
Paco
Molina. Zamora. 28 de Julio del 2015
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