María del Carmen Álvarez Rodríguez. Carmela. Profesora de Lengua
De
Miss Magisterio a Magisterio Mix.
Con Carmela, como
conocemos a la moza, hay diversidad de opiniones. Unos opinan que es muy humana
y otros opinamos que es divina.
Elegida Miss
Magisterio por aclamación visual y unánime, en sus tiempos de estudiante en la
Escuela Normal, su palmito y el titulo de maestra la llevaron, como era de
esperar, a la alegre Andalucía.
Y de allí volvió
cantando, devota como es de Lole y Manuel: “El Sol… ha vencido a la Luna… que
se aleja impotente ….del campo de batalla”.
Y como nueva y
nueva Eva, le tendió una manzana, allí en el Colegio Rio Manzanas, claro, a su
magnífico hombre de hoy, su Javier, que era compañero de aquel claustro.
Y así, feliz, un día
oyó que junto con un grupo de maestros venia destinada a la Universidad
Laboral. Qué horror un instituto lleno de “catedráticos pata negra”.
La función de los
anticuerpos es prevenir en vez de curar y por eso cualquier colectivo tiende a
evitar lo nuevo no sea qué.
Hasta el punto de
que a veces te ponen un válvula en el corazón para salvarte la vida y el cuerpo
que queremos salvar, tontamente nos la rechaza.
No había nada que
temer y si mucho que disfrutar y Carmela fue sin duda magistralmente mix, con
su estilo espiritual, su paz corporal, su entrega a la docencia, su desvelo por
nuestros clientes, su tacto con todos los compañeros del barco, desde el
grumete si lo hubiera, hasta el capitán que lo hay.
Un día me pidió que
les hablara a los chicos, de un curso que teníamos en común, ella, profesora de
lengua, del número CERO, y me lo encargó a mí que soy un cero la izquierda,
ella que es un CERO a la derecha del UNO de su magnífico desempeño profesional,
ella que es una mujer diez.
Carmela,
¡ay! Carmela, no te vayas patita negra, no te vayas espléndida amiga, que los
niños te necesitan, sus familias más, nosotros también, no te vayas encanto de
los pasillos, dulzura de los conserjes, postre de los de cocina, alegría de la
casa, no te vayas, tan guapa hasta con el pelo rapado.
Y
si te vas, Carmeliña, vente conmigo a La Habana, aunque sea con Javier.
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