PRÓLOGO DEL AUTOR.
¡Hay que ser agitadores! Cada vez más la sociedad en la que
vivimos parece compuesta por personas que están como dormidas, como sonadas,
tras sufrir un exceso de golpes de información, de datos de propaganda..….y por
eso, hay que ser agitadores; tomar por los hombros al pueblo y agitarlo para
que despierte.
Despertarle es invitarle a que piense por sí mismo y que
nunca deje de pensar.
Despertarle no es obligarle a que haga, actúe o vote
según determinadas ideas, en este caso las comunistas, no.
Despertarle es
ponerlo en condiciones de actuar en pleno uso de sus facultades mentales para
que luego, libre, más libre, tome el camino, los derroteros que desee o
considere más convenientes para él.
Tal vez esto resulte, a primera vista, pueril y muy simple,
pero lo cierto es que hay una política en acción que trata de ADORMECER a los
ciudadanos de todas las sociedades con distintos procedimientos: estudios
sobrecargados, televisión insípida, prensa y radio con ideario empresarial,
homologación de partidos políticos robotizándolos, encíclicas de intelectuales
venidos a más y, en general, electrodomésticos
que no dejan ver el bosque.
Por ello, contra ese adormecimiento programado hay que
emprender una descomunal tarea: ¡contra
adormecimiento, agitación!. Los agitadores son necesarios.
En este pequeño libro o cuadernillo se pretende, entre otras
cosas, dar argumentos para agitar la mente del lector, ponerle la cabeza a
ventilar y, si es posible, ponerle también las ideas de punta….sin esperar
después otra cosa que verle peinarse a s aire y con su peine.
Si el lector además de curioso es comunista, en lo que
sigue, se pretende agitarle aún más que al resto.
Se pretende presentarle, no
unas nuevas ideas, pero si una nueva visión de ellas, que les añada vitalidad,
satisfacción y alegría.
Y luego….cuando un comunista recobra la brújula de la
ideología, emprende camino hacia su meta y lleva la mente despierta, el alegre
comunismo ¡ahí está!.
Pero hay que aprovechar este introito también para agitar.
Lo genuino de cada revolución es la valentía de las ideas
que defiende.
Sin embargo, hoy en día lo que sugiere la palabra revolución es
violencia, resultando esto un inconveniente más para conseguir que prospere un
proyecto de izquierda revolucionaria.
Por reflejos condicionados la gente, al oír la palabra
revolución, encuentra que “se les viene a la mente” la idea de violencia; la
revolución les parece algo violento y por ello les asusta.
Los reflejos condicionados son ese mecanismo por el cual al
oír determinada canción se recuerda, casi con detalles, aquellos días en los
que estaba de moda, y consisten en asociar en el aparato sensorial distintas
impresiones que no tengan nada que ver entre sí.
Ello se logra por sucesivas
repeticiones de dos sensaciones juntas.
En los reflejos condicionados se basa
en gran medida la publicidad.
En esta no se trata sólo de informar sobre que
existe una determinada bebida, se busca también que cuando se dude qué
pedir “el primer nombre que venga a la
boca” sea la marca que machaconamente entró en la cabeza a través de los
sentidos.
Por ese mecanismo muchos creen que una revolución tiene que
ser algo violento, que sin violencia no hay revoluciones.
Eso es falso y
conviene dejarlo claro.
Por el contrario, hay que empaparse de lo siguiente. La
esencia de cada revolución es el triunfo de unas nuevas ideas, si es que estas
son en si algo transformador, sorprendente, mágico.
Recuérdese como ejemplo la revolución por excelencia, la de
1917 en Rusia.
Consistió en una serie de cambios que triunfaron arrastrados por
unas ideas de rompe y rasga: PAN, TRABAJO, PAZ ¡y para lograrlo! TODO EL PODER A LOS SOVIETS, todo el poder
para los consejos de ciudadanos.
Eso es lo que querían, en aquellos días y en
aquellos pueblos, los que lo estaban pasando mal, y como eran mayoría acabaron
con la violencia que les oprimía, transformaron el orden social, hicieron una
revolución.
Pero no bastan las ideas, no bastan las ofertas. Lo
revolucionario también es la determinación firme de cumplir lo prometido, y en
la actualidad mucho más, cuando es fácil observar que la mentira se ha
convertido en ley.
Por ello, entonces, conviene recordarlo, lo que hacía
revolucionarias esas ideas - por lo demás, hoy todavía tan vigentes- era la inalterable voluntad de llevarlas a
cabo, hasta el punto de que, siguiendo con el ejemplo, el Partido Bolchevique
ofrece la salida más valiente para obtener la paz prometida y así acepta las
condiciones que pone el enemigo para firmarla, es decir, no duda en “rendirse”.
¿Hay quien de más en cuanto a ideas revolucionarias?.
NOTA añadida en el año 2013:
En mi libro “LA ESTAFA SEXUAL”
profundizo algo más sobre la PRESUNTA
violencia de las revoluciones.
SON LAS CONTRARREVOLUCIONES LAS
VIOLENTAS, nunca las revoluciones. Y lo escribí así:
Suele caerse en el error de considerar que quien
genera violencia, en una revolución, es la parte social que lucha por los
cambios que modificarán el orden establecido a su favor. Es decir, se piensa
que aquel a quien beneficia un cambio revolucionario es quien genera la
violencia.
Pero no es así. Es justo al revés. El sujeto
violento siempre ha sido el sector social que, como consecuencia de esa
modificación del orden imperante, ha pensado que perdía privilegios. Todo el
mundo puede encontrar entre sus conocimientos ejemplos de cambios
revolucionarios en los que al principio no hubo violencia, y que sin embargo,
cuándo se pudo reorganizar el sector perjudicado,
todo acabó en inusitados derramamientos de sangre.
Del libro EL ALEGRE COMUNISMO de Paco Molina.
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