VI
LA FUERZA DE TRABAJO DEL HOMBRE ES UNA
MERCANCÍA, ALGO QUE SE COMPRA Y SE VENDE. EL “VALOR DE USO” DE ESTA
MERCANCÍA ES EL DE SER FUENTE DE VALOR.
Todo el que trabaja para otro le vende fuerza de trabajo, y el
que compra dicha fuerza lo hace porque le produce valor. ¡Quién crea riqueza es
el trabajo!
Toda mercancía, todo lo que se vende, tiene dos clases de
valor.
Uno es el “valor
de cambio” (por ejemplo, en el caso de este libro, el valor de cambio
es el precio que el comprador ha pagado por él),
y otro es el “valor
de uso” (siguiendo con el ejemplo, a lo más casual el valor que le ve
Vd. a este libro y que le movió a adquirirlo, es que le viene muy bien usarlo
para calzar una mesa que cojeaba).
Pues bien, la razón
por la que el empresario “compra” la fuerza de trabajo del obrero es porque la
usa para que le cree una riqueza que él solo no podría crear.
Esto conviene recordarlo para que no se avergüencen todos
aquellos a los que los electrodomésticos no les dejan ver el bosque de la clase
social a la que pertenecen, si es que viven de vender su fuerza de trabajo.
¡Quién crea riqueza es el trabajo! Y hay que repetirlo
porque es necesario.
Y es necesario por varias razones: porque es lo cierto,
porque es beneficioso para que los que viven de su trabajo, o que no pueden
vender otra cosa que su trabajo, recobren su autoestima, y es necesario
repetirlo para contrarrestar ese eslogan del capital que en su actual momento
de victoria ideológica se está imponiendo, y que no es otro que el eslogan de
que el empresario crea riqueza.
Si así fuera, si fuera el empresario quien crea riqueza, la
humanidad no hubiera progresado, por la sencilla razón de que hubo épocas y
pueblos donde no había empresarios, mientras que lo que siempre existió fueron
hombres y mujeres trabajando.
Ni siquiera es cierto en
esencia que el empresario cree puesto de trabajo.
El empresario, en su
permitido derecho, opta por invertir su capital con el único y exclusivo fin de
aumentarlo, y si crea puestos de trabajo es porque no le queda otro remedio (la
prueba está en que cuando lo tiene lo aplica y por ello las máquinas sustituyen
a los trabajadores).
Por lo tanto no es correcto decir que el empresario crea
puestos de trabajo, ya que se induce a creer algo que no es así.
Un ejemplo
chocante lo puede aclarar: Cuando alguien va a hacer una visita al retrete no
se le ocurre decir a nadie que dicha persona “va a crear olor”, se sabe que va
a lo que va, y lo otro, es pura carambola.
Esto es importante, porque una cosa es la existencia de
iniciativas privadas y otra el que hipnotizados por el supuesto de que “el
empresario crea riqueza y puestos de trabajo”, se ponga todo el estado a su
servicio, con subvenciones, condonación (perdón) de deudas, permisividad en
normas de seguridad, posibilidad de
despidos sin motivo y sin indemnización, grandes ayudas económicas por contrato
realizado, etc.
Cada mercancía tiene dos valores, el de uso y el de cambio.
Este libro que lee tuvo para Vd. un valor de cambio que no es otro que el
precio que pagó por él. Pero además tiene un valor de uso, más indeterminado,
más personal, que consiste, simplemente, en el conjunto de razones por las que
consideró útil adquirirlo.
Todo el que vive de su trabajo, vive porque vende su fuerza
de trabajo, y puede vender esa capacidad porque hay alguien que se la compra.
Aquella persona o entidad que compra esa fuerza de trabajo
lo hace porque para él (para el comprador) lo útil de esa fuerza de trabajo es
el hecho de que crea riqueza, es decir, el empresario o la empresa o el Estado,
compra la capacidad de trabajo de una mujer o un hombre ¡porque el valor de uso
de la fuerza de trabajo está en que crea riqueza! (El valor de cambio está en
la cantidad bruta en euros que reciba el trabajador).
Actualmente hay como un sentimiento de deshonra en sentirse
trabajador.
No es que se quiera presumir de ser vago, es que no se quiere ver
nadie en el espejo; pero el asunto es simple, si alguien, que hoy trabaja, no
pudiera vivir (no nos referimos sólo a subsistir) sin un trabajo, aunque le
incomode, es un trabajador o una trabajadora, por mucho que gane.
Obrero no es sólo el trabajador de mono, lo mismo que
trabajador no es sólo el que recibe un salario moderado.
A esa clase social
pertenecen, quieran o no, todos los que para vivir han de vender su fuerza de
trabajo.
Ocurre que, o no son conscientes de ello, o no quieren aceptar eso,
con lo que, tanto en un caso como en el otro, lo que acontece es que no tienen
conciencia de clase.
Los parados, aquellos que ofrecen su fuerza de trabajo pero
nadie se la compra, pertenecen también, obviamente, a la clase trabajadora.
Del libro EL ALEGRE COMUNISMO de Paco Molina.
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