Síndrome de Vanguardia.
El entusiasmo revolucionario de algunos les lleva a cometer
un error pintoresco. Miran alrededor, se ven solos y dicen…”vamos bien, ya que
somos la vanguardia del
proletariado”.
Su buena fe les traiciona pues la soledad que observan no es
la de la avanzadilla de todo un pueblo que les sigue y al que guían, es la
soledad de la desconexión.
No es el momento de comerse el coco sobre si el partido
comunista debe ser la vanguardia de la revolución o no, aparte de que
”vanguardia” se puede entender como el conjunto de los que, al ir delante,
marcan el ritmo de la marcha, o como el de los que no dudan en ser los primeros
en exigir lo que pide el pueblo.
Pero lo que si debe hacer el alegrecomunismo es no olvidar
que difícilmente puede haber vanguardia si no hay algo que se mueve, y hoy todo
está quieto, luego la tarea es moverlo,
agitarlo, que despierte.
Para ello es necesario estudiar lo que de corazón quiere el
conjunto social y ofrecerse para ayudar a conseguirlo.
En la parte del mundo en que estamos la tarea es tanta ante
los continuos éxitos que está cosechando la ideología conservadora que “huir”
hacia la vanguardia se convierte en una forma filantrópica de eludir el
problema.
Cuando un coche no arranca ofrecerse para empujarlo desde
adelante es un mal chiste.
Todo el mundo sabe cómo se hace, colocándose en todas partes
(incluso atrás) y además recurriendo a todos (Izquierda Unida es la idea y el
pueblo participando es el remate).
Decir que los demás empujen, que uno conduce porque sabe lo
que hay que hacer después, es algo que en una sociedad más instruida que otras
como la nuestra puede resultar grotesco.
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