Apareció sólo con
medias.
Ni una prenda más,
sólo con medias.
Ni ropa interior, ni
ropa exterior, ni un pendiente, ni una pulsera.
Sólo con medias;
unas medias negras y al tiempo muy transparentes; unas medias que llegaban
hasta ese pliegue en que quedan soldadas las piernas al cuerpo, los muslos a
donde se dan los azotes.
Y acentuando aquella
presencia, bella y erótica, una melena suelta y un cuerpo escultural sobre unos
zapatos negros de tacones finos y altos.
Aquella chica era
una mujer, y aquella mujer era una diosa.
Benito Lasolana se
sintió un pelele.
Eso sí, un pelele
excitadísimo.
Oyó las campanadas
que anunciaban las 3 de la madrugada, pero ni aún bajo tortura podría decir si
esas campanadas las dio un reloj, las dio su corazón o las dio la luna de
primavera.
Lo que no le cabía
duda es que él, Benito Lasolana, iba a dar la campanada.
Se puso en pie y
empezó a desabrocharse la camisa tras quitarse el jersey.
“Espera un poco.
Vamos a hablar un poco. Tú sentado y yo tampoco”.
Miró atontado de
aturdimiento.
-“¿Por qué no te
sientas?¿No me has dicho: tu sentado y yo tampoco…”.
-“Estoy jugando, ¿no
lo notas?. Anda, siéntate. Yo seguiré de pie…me va la pasarela”.
Obedeció sin
rechistar, sentía pavor de que por hacer algo mal se rompiera todo y despertara;
creía que estaba soñando y temía despertarse”.
Ella, empezó a
pasearse con una impudicia que atormentaba.
Desde los 13 años,
en que sometido a un fuerte tratamiento, consiguió erradicarla, no había vuelto,
él, el gran Benito Lasolana, a aquel
vicio que desde los 2 años le acompañó durante 11 años; pero ahora, como un
poseso, cayó de nuevo en él, y sin recato alguno: Empezó a morderse las uñas.
(Continuará)
Paco Molina de
Zamora. Emitido en Antena 3 Radio de Zamora en 1986.
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