domingo, 13 de noviembre de 2016

El marxismo es el arma contra el paro


El Paro.

Que una formación política diga que está contra el paro y que va a poner en práctica una dinámica de pleno empleo es una de las cuestiones más vacías que existen para el ciudadano común. 

Nadie se lo cree, y no se lo creen porque no se les dice cómo.

Por ello es importante indicar inmediatamente el cómo luchar contra la falta de trabajo. 

Es necesario citar el modo de efectuar ese combate: La reducción de la jornada de trabajo ¡sin reducir los salarios!

La otra oferta de lucha contra el desempleo es la que procede de la ideología y los intereses liberales y conservadores.

Se trata según ellos de aceptar que quienes crean riqueza son los empresarios y que, en consecuencia, a estos hay que ponérselas como a Fernando VII (flexibilidad de plantillas, disminución de impuestos, subvenciones a go-go, condonación o perdón de deudas para con el Estado y la Seguridad Social, congelación de salarios por debajo del aumento previsto del coste de la vida, etc.etc.). 

Así, con todo a favor e incentivados hasta el catre, se produciría una creación de puestos de trabajo en cascada. 

Hasta ahí la teoría capitalista.

Pero la práctica habla de que el paro sigue en aumento, lo cual, traducido al castellano, significa lisa y llanamente que esa teoría es falsa. 

Incluso se puede observar bastante bien el fenómeno en el caso de la banca española. Se la sacó de la crisis en la que ella sola se había metido, con cientos de miles de millones de todos los ciudadanos y ciudadanas. Hoy ya son empresas boyantes y en expansión. Y bien ¿han creado puestos de trabajo? Ninguno, es más, a pesar de haber aumentado el número de sucursales, en los últimos años y simultáneamente, han prescindido de varios miles de trabajadores, con lo que queda demostrado, en la práctica, que del crecimiento de las empresas no va a venir la solución al problema del paro, y menos si tenemos en cuenta que a ellas les viene bien e, incluso a las más cínicas, les interesa que el número de parados aumente: Porque notan que desde que empezó el paro estructural sus negocios producen mayores beneficios. (NOTA: este párrafo se escribió en el año 1.988, pero la actualidad corrobora todo lo dicho; aunque ahora los bancos cierran ya hasta sucursales arruinados todos tras arruinarnos).

El paro surge de la aparición de la maquinaria, que en menos tiempo y con mayor producción, sustituye cada vez más a los trabajadores. 

Y este es un proceso continuo, el desplazamiento del hombre por la máquina, que se viene produciendo desde siempre. 

En el siglo pasado no sólo las jornadas superaban la docena de horas diarias sino que, incluso, trabajaban mujeres y niños.

Las máquinas permitieron reducir la jornada de trabajo y (además) prescindir de los niños.

Aún así, a pesar de la reducción del tiempo diario de trabajo, el fantasma del paro ya habría sido un problema crucial en el desarrollo del progreso de no haber surgido las dos últimas guerras mundiales, guerras burguesas, guerras entre capitales monetarios para dominar mercados de trabajo, que con su sello de sangre, destrucción, sufrimiento y muerte ocultaron o postergaron el problema de la sociedad capitalista: la producción de paro.

Hoy hay que apostar con decisión, firmeza  y rigor democrático por la reducción del tiempo de trabajo de cada persona, pero manteniendo el salario (ojo a la última idea de las mentes liberales que para  mantener el paro en torno a cifras de  tumor benigno ya van hablando de reducir la jornada pero reduciendo a la vez el sueldo, es decir, pidiendo a los trabajadores solidaridad para con los trabajadores al tiempo que ellos siguen siendo insolidarios mientras viajan en la carroza de oro de la explotación).

Recuérdese que el empresario obtiene plusvalía (dinero de regalo) de dos formas: aumentando la jornada de trabajo y/o aumentando la productividad, según los análisis científicos de Marx.

Análisis de cuya certeza dan fe los propios capitalistas, razón por la cual no quieren oír hablar de la reducción de jornada. 

(Hoy se da la paradoja de que hay más marxistas entre los empresarios que entre los obreros, y esto no es una astracanada. El marxismo es como una brújula que sirve para guiarse por la selva de la política, toda brújula tiene además una aguja que apunta al norte, pero, precisamente, por eso sirve también para ir al sur si se quiere. Los trabajadores deben usar a Marx para ir al Norte, no lo hacen y están perdidos en su infortunio, pero la derecha, lista y astuta, usa a Marx e incluso a Lenin, para caminar según los intereses de ellos).

La teoría de que los productos españoles deben ser competitivos en el extranjero es compatible con la reducción de la jornada de trabajo pues lo que por ahí pierde de plusvalía el patrón lo gana gracias a la extraordinaria productividad de las nuevas técnicas.

Amén de que si hay que sacrificar a una sociedad que se sacrifiquen también ellos y acepten ganar algunos millones menos al año.

Esta política, la de reducción de la jornada de trabajo para combatir con coraje el paro, puede crear un rechazo del poder fáctico agrupado en torno al capital, pero entonces y ahí, debe intervenir los que se denomina , que no es otra cosa que la determinación, firme, valiente y revolucionaria de llevar a cabo el programa que pidió la mayoría.

La constitución ampara cualquier medida en defensa de la democracia y de la lucha contra el paro (curiosamente si la Constitución Española de 1978 se aplicara sería una revolución), por lo que el poder fáctico militar estaría obligado a defender dichas medidas. 

Del poder fáctico eclesiástico nunca se sabría por dónde iba a salir, pero en fin, si se enfrenta al bienestar de los humildes haya él (se condenará).


Del libro EL ALEGRE COMUNISMO de Paco Molina.

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