Que una formación política diga que está contra el paro y
que va a poner en práctica una dinámica de pleno empleo es una de las
cuestiones más vacías que existen para el ciudadano común.
Nadie se lo cree, y no
se lo creen porque no se les dice cómo.
Por ello es importante indicar inmediatamente el cómo luchar
contra la falta de trabajo.
Es necesario citar el modo de efectuar ese combate:
La reducción de la jornada de trabajo ¡sin reducir los salarios!
La otra oferta de lucha contra el desempleo es la que
procede de la ideología y los intereses liberales y conservadores.
Se trata según ellos de aceptar que quienes crean riqueza
son los empresarios y que, en consecuencia, a estos hay que ponérselas como a
Fernando VII (flexibilidad de plantillas, disminución de impuestos,
subvenciones a go-go, condonación o perdón de deudas para con el Estado y la
Seguridad Social, congelación de salarios por debajo del aumento previsto del
coste de la vida, etc.etc.).
Así, con todo a favor e incentivados hasta el
catre, se produciría una creación de puestos de trabajo en cascada.
Hasta ahí
la teoría capitalista.
Pero la práctica habla de que el paro sigue en aumento, lo
cual, traducido al castellano, significa lisa y llanamente que esa teoría es
falsa.
Incluso se puede observar bastante bien el fenómeno en el caso de la
banca española. Se la sacó de la crisis en la que ella sola se había metido,
con cientos de miles de millones de todos los ciudadanos y ciudadanas. Hoy ya
son empresas boyantes y en expansión. Y bien ¿han creado puestos de trabajo?
Ninguno, es más, a pesar de haber aumentado el número de sucursales, en los
últimos años y simultáneamente, han prescindido de varios miles de
trabajadores, con lo que queda demostrado, en la práctica, que del crecimiento
de las empresas no va a venir la solución al problema del paro, y menos si
tenemos en cuenta que a ellas les viene bien e, incluso a las más cínicas, les
interesa que el número de parados aumente: Porque notan que desde que empezó el
paro estructural sus negocios producen mayores beneficios. (NOTA: este párrafo se escribió en el año
1.988, pero la actualidad corrobora todo lo dicho; aunque ahora los bancos
cierran ya hasta sucursales arruinados todos tras arruinarnos).
El paro surge de la aparición de la maquinaria, que en menos
tiempo y con mayor producción, sustituye cada vez más a los trabajadores.
Y
este es un proceso continuo, el desplazamiento del hombre por la máquina, que
se viene produciendo desde siempre.
En el siglo pasado no sólo las jornadas
superaban la docena de horas diarias sino que, incluso, trabajaban mujeres y
niños.
Las máquinas permitieron reducir la jornada de trabajo y
(además) prescindir de los niños.
Aún así, a pesar de la reducción del tiempo diario de
trabajo, el fantasma del paro ya habría sido un problema crucial en el
desarrollo del progreso de no haber surgido las dos últimas guerras mundiales,
guerras burguesas, guerras entre capitales monetarios para dominar mercados de
trabajo, que con su sello de sangre, destrucción, sufrimiento y muerte
ocultaron o postergaron el problema de la sociedad capitalista: la producción
de paro.
Hoy hay que apostar con decisión, firmeza y rigor democrático por la reducción del
tiempo de trabajo de cada persona, pero manteniendo el salario (ojo a la última
idea de las mentes liberales que para
mantener el paro en torno a cifras de tumor benigno ya van
hablando de reducir la jornada pero reduciendo a la vez el sueldo, es decir,
pidiendo a los trabajadores solidaridad para con los trabajadores al tiempo que
ellos siguen siendo insolidarios mientras viajan en la carroza de oro de la
explotación).
Recuérdese que el empresario obtiene plusvalía (dinero de
regalo) de dos formas: aumentando la jornada de trabajo y/o aumentando la
productividad, según los análisis científicos de Marx.
Análisis de cuya certeza dan fe los propios capitalistas,
razón por la cual no quieren oír hablar de la reducción de jornada.
(Hoy se da
la paradoja de que hay más marxistas entre los empresarios que entre los
obreros, y esto no es una astracanada. El marxismo es como una brújula que
sirve para guiarse por la selva de la política, toda brújula tiene además una
aguja que apunta al norte, pero, precisamente, por eso sirve también para ir al
sur si se quiere. Los trabajadores deben usar a Marx para ir al Norte, no lo
hacen y están perdidos en su infortunio, pero la derecha, lista y astuta, usa a
Marx e incluso a Lenin, para caminar según los intereses de ellos).
La teoría de que los productos españoles deben ser
competitivos en el extranjero es compatible con la reducción de la jornada de
trabajo pues lo que por ahí pierde de plusvalía el patrón lo gana gracias a la
extraordinaria productividad de las nuevas técnicas.
Amén de que si hay que sacrificar a una sociedad que se
sacrifiquen también ellos y acepten ganar algunos millones menos al año.
Esta política, la de reducción de la jornada de trabajo para
combatir con coraje el paro, puede crear un rechazo del poder fáctico agrupado
en torno al capital, pero entonces y ahí, debe intervenir los que se denomina
, que no es otra cosa que la determinación, firme,
valiente y revolucionaria de llevar a cabo el programa que pidió la mayoría.
La constitución ampara cualquier medida en defensa de la
democracia y de la lucha contra el paro (curiosamente si la Constitución
Española de 1978 se aplicara sería una revolución), por lo que el poder fáctico
militar estaría obligado a defender dichas medidas.
Del poder fáctico
eclesiástico nunca se sabría por dónde iba a salir, pero en fin, si se enfrenta
al bienestar de los humildes haya él (se condenará).
Del libro EL ALEGRE COMUNISMO de Paco Molina.
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