CAPÍTULO VI
EL BIRREPARTIDISMO
Este es un fenómeno que exige una especial atención y por
ello se vuelve sobre él.
Ya se dijo, en esencia, lo que es: La existencia de dos
grandes formaciones políticas (en cada democracia) que aunque usan lenguajes y formas
distintas ofrecen un solo programa económico verdadero.
Hasta ahora se han oído críticas al bipartidismo de bastante
pobreza en el razonamiento. Se ha dicho que es malo el bipartidismo porque no
refleja la pluralidad de la sociedad (española) y cosas más insípidas aún, que
de serlo tanto escapan de la memoria.
Cuando un partido pequeño dice que el bipartidismo es malo,
acompañe lo dicho de lo que lo acompañe, sólo suscita un pensamiento en la
mente del que lo oye, “qué más quisieras, seguro que si tu partido fuera uno de
esos dos grandes grupos no decías eso”.
Y es lógica esa expresión, porque el bipartidismo en
absoluto es malo si se dan dos condiciones: Una, que lo quiera el pueblo (surja
de las urnas), otra, que en efecto sea bipartidismo, es decir que se trate de
verdad de dos ofertas políticas diferentes
(en lo económico).
No, el problema para la sociedad no es el bipartidismo (que
no existe) el problema profundo es el BIRREPARTIDISMO.
El birrepartidismo es algo perfectamente programado, o al
menos después de descubierto, fomentado por el capital, y aceptado por los
partidos socialdemócratas y socialismos más descarados.
En España no sólo nos hemos hartado de oír defender dicho
modelo y sus excelencias (eso sí con el nombre de bipartidismo) a la derecha,
sino que en la práctica se ha podido comprobar el fervor con el que los
Gobiernos socialistas tratan de consolidarlo.
El birrepartidismo busca el engaño del pueblo y para ello se
aprovecha precisamente de los resortes afectivos de éste.
Sus efectos, que a la vez lo potencian y consolidan son:
Efecto péndulo:
Consistente en que una vez repartidos los papeles entre las
dos fuerzas (supuestamente distintas) siempre quedará una como conservadora y
la otra como progresista o laborista o socialista. Ello, unido al juego de
simpatías y antipatías que se desarrolla en la cabeza de cualquier ciudadano, y
a la propia pasión competitiva de éste, que tiende a querer ganar mediante héroes superpuestos,
etc., va a hacer que “luche” por el
triunfo de aquellos por los que simpatiza, para poder decir “hemos ganado” y
darle en las narices a aquel conocido que el cae mal.
Así quedan constituidos dos grandes equipos de fútbol y los
que luego deciden quién gana cada “encuentro” (electoral) son ese importante número
de ciudadanos que con buena fe son los que hacen inclinar la balanza y,
entonces, si el gobierno del partido “A” no les ha gustado le entregan el poder
al “B”, que por otro lado aplicará la misma política económica (no se olvide
esto, pues esa es la madre del cordero).
Perdidas las elecciones ante esta nueva situación, los
partidarios del partido “A”, como locos, lucharán -por pundonor, no por otra
cosa- para recuperar el poder, y así sucesivamente, el péndulo del ejercicio del
Poder (o sea, de Gobernar) estará en un lado u otro, pero el reloj marcará
siempre la hora de la economía liberal que, muy cuca, nos dice que sólo hay una
manera de progresar, haciendo que los ricos lo sean más.
Efecto vodevil.
Para mantener las apariencias han de repartirse los papeles
(lo otro se lo repartirán después) y así se pondrán verdes si lo exige el
guion, pero en cuestiones tan poco trascendentes para el conjunto social como
dónde celebrara una fiesta autonómica. O sobre la permisividad (de carne) en
televisión, o el número de papeles necesarios para divorciarse, etc. E incluso
en otros temas más cañi, pero nunca de trascendencia económica, como el aborto,
televisión pública vs privada, etc; lo que no les impedirá en aras de la
gobernabilidad, alcanzar consensos secretos.
Dos verborreas distintas pero un solo guión económico
verdadero, el dinero.
Efecto moqueta.
Permítaseme analizar este efecto a partir de la observación
del caso español: La derecha lo repite a todo el que quiera oírlo: < A
España- dicen- le vendría bien un sistema democrático de rasgos anglosajones,
en que dos grandes partidos se alternaran en el poder> (o sea, que nos
vendrían bien dos partidos de alterne).
¿Por qué vendrían bien? ¿Para quién vendrían bien? Obsérvese
esto: En el caso de España el partidor perdedor
tendría garantizados siempre cien escaños en el congreso, más cincuenta en
el Senado, más las diputaciones y autonomías que la suerte disponga, o sea que,
aún los perdedores podrían perpetuar en el “alterne” como mínimo a unos
doscientos cincuenta militantes, que serían representantes vitalicios del
pueblo, los cuales , unidos a los otros doscientos cincuenta fijos del
vencedor, darían en torno a medio millar el número de políticos que estarían
por encima del bien y del mal, que nunca perderían, quinientos incombustibles,
quinientos archiduques de la política.
Esta masa inalterable de políticos, (que elección tras
elección serían ganadores, ganaran o perdieran sus partidos) está muy bien
pagada ya que hay que dignificar la política (se dice) y el ejercicio de esta
exige gente preparada, que de lo contrario se irían a la empresa privada (se
sigue diciendo) .
Para la derecha es muy importante que el político este
suficientemente remunerado , ya que además de otras ventajas, va a suponer que
esas quinientas personas, archiduques de la política, no vivan ni por asomo
como viven aquellos a los que representan, lo cual es trascendente porque ese
millar de “voluntades populares” van a ser las que desplacen el centro de gravedad
a la hora de hacer leyes, y que ese desplazamiento del centro de gravedad sea
marcadamente conservador ya que van a
hacer leyes que resuelvan problemas que los archiduques de la política ni
tienen, ni viven, ni conocen.
En definitiva los que hacen las leyes, gracias al
birrepartidismo “viven en otro mundo”, tan agradable, que tienden a conservar;
se vuelven pues, si no lo son ya, conservadores.
Efecto imán.
Este efecto está basado en el celebérrimo tema de los
enchufes. El partido ganador coloca, en los pocos puesto de trabajo que hay, a
sus parientes, amigos y CARNETIZANTES, allí donde domina; permitiendo (por
respeto a las instituciones) que el perdedor haga lo mismo allí donde haya sido
ganador. Luego, en las próximas elecciones, tras el alterne, colocará más
gentes de las suyas el que colocó menos, pero permaneciendo todo enchufado y
bien enchufado.
Naturalmente, esta perspectiva, constatada por el pueblo (a
los poderosos les conviene que se entere) hace que muchas personas permanezcan
lo más cerca posible (si hay sitio) de uno de los dos grandes grupos políticos.
Los ciudadanos la elección parece que la hacen en la manera
en que sufra menos su conciencia. Pero lo cierto es que este número de
personas, entre afiliados y simpatizantes, lubrifica y engrandece el aparato
reproductor del partido, por lo que es muy importante. (Lo de reproductor se
refiere a reproductor de victorias).
Pero es que además es muy importante que la gente sepa que
si no se arrima (efecto imán) a uno de estos
dos grandes grupos lo va a tener difícil (lo de encontrar empleo). Y este
mensaje subliminal siega la hierba bajo los pies de las fuerzas
transformadoras, máxime en esta sociedad de sálvese el que pueda.
Efecto campana neumática.
Una campana neumática es un habitáculo de cristal que aísla
perfectamente del exterior lo que contiene dentro.
Pues bien, el birrepartidismo también produce ese efecto,
gracias al propio desprestigio de la clase política. Al birrepartidismo le
viene bien el elevados sueldo de los políticos (que aparta socialmente a los
representantes populares del propio pueblo que representan) y le bien el
descrédito del enchufismo (todos van a los suyo) porque en cuanto el pueblo
afirma “todos los políticos son iguales”
él mismo se pone a construir las paredes de cristal que van a impedir que las
gentes críticas, inquietas, que las gentes hartas, entren en política ( a nadie
le apetece ser identificado con esa clase política que pide sacrificios desde
el púlpito de una vida de cinco estrellas y coches importados).
Así, con el pueblo y sus elementos más valiosos y vigorosos
fuera de donde se toman las decisiones, la clase política (los archiduques de
la política fundamentalmente) podrá seguir girando en el tío vivo y diciéndole
a la sociedad que se avanza mucho.
Para el birrepartidismo el descrédito de la política es
positivo, basta con que voten unos cuantos y haya un ganador y un perdedor; lo
cual siempre está garantizado. Sirva de ejemplo EEUU donde la abstención es
enorme pero siempre gana uno, el burro o el elefante, qué más da, si al final
gane quien gane, en lo esencial -económicamente- nada va a cambiar.
Epílogo sobre el BIRREPARTIDISMO. (Escrito en 1988).
Puede decirse pues, a la vista de los hechos, que el
birrepartidismo corresponde a una organización de la estructura política
perfectamente diseñada por el Estado Mayor del Capitalismo.
Repasando el mundo se aprecia mejor, obsérvese si no, el
conjunto de países miembros de la OTAN, que son los más representativos pues al
estar en la Estructura Militar Integrada del Capital resultan ejemplos más
claros de cómo quiere éste que sean las cosas.
Pues bien, en los países de la OTAN el birrepartidismo está
servido (En Turquía en vías de instauración, para lo cual no dudan en llamar
democracia a una fórmula pluripartidista en el que se prohíbe y proscribe al
partido comunista).
Tal vez se pueda objetar en contra el caso de Italia. Pero
no, precisamente el caso de Italia corrobora la tesis del birrepartidismo ¡por
no darse en ella!.
Veamos en Italia había dos grandes formaciones, la
Democracia Cristiana y el Partido Comunista Italiano, lo cual debía configurar
una política de tipo bipartidista que tanto dice alabar la derecha y que, en
consecuencia, se alternarían en el poder.
Sin embargo, el Estado Mayor del Capital no cantaba las
excelencias del bipartidismo en Italia porque allí si había dos ofertas
realmente distintas (en el aspecto económico) y no lo cantaba porque el Poder
Conservador lo que de verdad quiere es el birrepartidismo.
En consecuencia en Italia de evitar el bipartidismo (que dos opciones
DISTINTAS disputen el poder político) y, por eso,, todos los partidos que en
otras circunstancias aceptarían el birrepartidismo, paradójicamente han tenido
que constituir ese teórico monstruo político del pentapartito (monstruo teórico
nada más, ya que en la práctica aunque gobernaran por separado harían la misma
política, aunque unos se llamen socialistas y otros democristianos).
No obstante en Italia se trabajaba con ahínco para conseguir
que el Partido Socialista sea, junto con la Democracia Cristiana, el otro gran
partido, desplazando al PCI para poder dejar instalado también en aquel país,
no el bipartidismo, que ya existía, sino lo que de verdad les interesa a los
poderosos, el birrepartidismo.
¿Y los partidos bisagra?
Los partidos bisagra son un ingrediente que no viene nada
mal para el birrepartidismo, es más, los soporta muy bien porque, incluso le
sirven de coartada
¡Ante todo las apariencias! Y así, si el partido “A” gana al
“B” pero tiene que formar gobierno con el “C” porque de lo contrario no posee de
mayoría absoluta, siempre podrá decir a su clientela: “no os doy lo que os
ofrecí porque tengo que gobernar con éste (que me queda a la derecha o
viceversa) pero de lo contrario ya verías,
porque los del Partido “A” somos la hostia”.
Resumiendo, el birrepartidismo se
estructura en base a la existencia de distintos perros con el mismo collar, el
collar de su amo, el capital, al que consciente o inconscientemente sirven, y
éste, generoso, les deja REPARTIRSE el pastel político y el de las influencias
(por no hablar del pastel propiamente dicho).
Del libro EL ALEGRE COMUNISMO de Paco Molina.
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