AL
MINISTRO DE EDUCACIÓN
Sr.
Director:
Le agradecería la
publicación del escrito que le envío, por cuanto puede ser útil para clarificar
una situación lamentable.
El conflicto de la
enseñanza ha sido y es lo suficientemente serio como para que el Gobierno, en
pleno, lo haya tenido que estudiar (es de suponer).
En determinado
momento la oferta del Ministerio resulta atractiva para los representantes
sindicales de cuatro grupos de los cinco que negociaban.
Como consecuencia de
ello y antes de firmar, el Ministerio y los sindicatos que avalan ese acuerdo,
deciden consultar al profesorado.
Éste da una
respuesta negativa, no gusta el preacuerdo.
Nos explican las centrales
sindicales que ya se entienden con el Ministerio, que hay que volver a votar
porque el documento que ellos habían mandado era incompleto.
Los profesores,
conscientes de que se les ha tomado el pelo, pero más conscientes aún de que
hay que “hacerse el tonto” para resolver el conflicto aceptan el nuevo referendum.
Estando así las
cosas, el señor ministro no solo pretende que nos hagamos los tontos, sino que
quiere que ejerzamos de tales, y nos dice, traducido al castellano, “que si no
votamos lo que él quiere, no nos da nada”.
Se trata de una
amenaza antidemocrática y antipedagógica.
Naturalmente, si la
pregunta que nos hagan por escrito, aún hoy desconocida, es “¿que prefieres,
esto o nada?”, se puede ahorrar el referendum, pues aunque se nos trate como
tales no somos memos.
Pero debemos suponer
que estamos en una sociedad civilizada, donde se confía y respeta la democracia,
y que por tanto, le guste o no al Ministerio, tendrá que aceptar que esta
consulta se hace para que se pueda saber si la mayoría del profesorado encuentra
suficiente el actual acuerdo escrito (lo no escrito pueden ser bulos que se los
lleve el viento). Así de sencillo.
Para un elevado número
de profesores, no es suficiente lo que de momento da el Ministerio, porque, por
ejemplo, las fechas en las que se completaría parte de la homologación son muy
lejanas, cuestión que no tiene razón de ser, pues una vez que el señor ministro
dijo en TVE que en efecto los profesores no eran tratados como la media de los
funcionarios de similar categoría, luego añadió que para este año no tenía dinero.
Bueno, pues ya lo
tiene, porque en estos momentos la media de lo que nos descontarán por huelga
está en torno a las 70.000 pesetas a cada uno.
Pero para decir no,
hay otra razón de peso: para completar el proceso de equiparación con el
funcionario medio - de - similar - categoría se ha creado una comisión técnica;
pues bien, los que no vemos que el preacuerdo sea suficiente para aproximarse
(hemos cedido) a lo inicialmente pedido, consideramos que esta comisión tiene
que fijar antes los criterios que seguirá; también debe hacer un reparto lineal
de la cantidad global que calcule; además debe de indicar que se constituye
para completar el proceso de homologación, lo cual para nosotros es
trascendente ya que no hemos ido a esta huelga dejando a los chicos sin clase
para ganar más que otros; fuimos a ella y estamos en ella para no ganar menos
que otros.
Y por último, lo más
importante, los que vamos a votar NO, queremos que la resolución de esa comisión
sea vinculante; es decir, que lo que ella diga vaya a misa, porque solo de esa
manera, aceptando por ambas partes su dictamen, se puede resolver el conflicto,
pues, de lo contrario, puede ocurrir que una de las partes no acepte el
veredicto de la comisión y esto se convierta en el cuento de nunca acabar.
Pedimos pues que esa
comisión haga de árbitro en el conflicto.
Esto, unido a otros
puntos del preacuerdo, lo hacen para algunos rechazable, pero es importante que
se vea lo poco que nos separa del Ministerio, si es que este obra de buena fe;
lo que ocurre es que ante promesas no escritas y propuestas ambiguas, es legítimo
desconfiar.
Y así vemos que el
señor ministro, en vez de aceptar dar garantías y ceder un poco, se limita a
amenazar (son lentejas, si las quieres las tomas y si no las dejas) y ahí se
equivoca, porque si gana el NO (a pesar de sus amenazas) solo tiene una
alternativa: ceder ante las cinco
centrales y la mayoría del profesorado o dimitir, y como no parece que le
apetezca lo segundo, que ceda ya, se acaba el conflicto, se ve cómo recuperar
el tiempo perdido y todos tan contentos.
Francisco
Molina. El Correo de Zamora. 1988
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