EL
CIUDADANO ENMAROMADO
Apareció en La
Opinión de Zamora la noticia de que había 4.000 firmas en Zamora pidiendo que
lo de la asignatura de religión fuese a misa, y chico!, fue mano de santo.
Ya tenemos clases de
religión como Dios manda.
Sin que sea la
materia una “maría”, aunque se nombre le viniese por su bondad, similar la de las Tres Marías del Evangelio y no por
otra cuestión.
Pero el asunto
indica que no está el horno para bollos.
Aquí se trata de lo
que se trata y no se trata de ninguna otra cosa. La intención es, y aquí
entroncamos con la fiesta grande de Benavente, la de convertir a cada ciudadano
en un "ciudadano enmaromado".
Un ciudadano, que
como el toro de Benavente, sea llevado por una maroma lo suficientemente larga,
eso sí, como para que se crea en libertad, y llevado de esa manera, sin que lo
note, por donde quiere el Poder.
En la fiesta del toro
la maroma manda y el pueblo la dirige.
En esto de la religión
a la fuerza o forzada, es el pueblo el enmaromado, y quien maneja la cadena es
el Poderoso.
Lo de menos es que
sea el poder vestido de aparato de una iglesia, la que sea, que de banqueros,
que de mafias de la hormigonera, que de políticos conservadores, etcétera.
Pero volvamos al
divertido juego del ciudadano enmaromado.
En Afganistán la
religión también es obligatoria, pero no solo en la escuela, sino hasta en la
sopa.
¿Para qué? Para lo
dicho. Para dominar y domar. Y como mejor se domina y doma es comiéndole el coco
a la gente.
Y como mejor se le
come es haciéndole memorizar y vivir con miedo (hasta en la nota y los exámenes)
aquello que se le cuenta.
Ya sabemos por qué
quieren la religión forzosa quienes la quieren.
Por cierto, que aquí
se diga que es voluntaria son fuegos artificiales.
Sirva de prueba menor
que quienes han defendido su enseñanza han luchado para que su alternativa sea
otro rollo "enmaromante" y académico como ella.
Veamos ahora por qué
no debe haber ni una hora de clase de religión. Ni aún de la verdadera.
Primero, porque la
verdadera o nuestra, acaba de reconocer, por boca del papa, que no hay demonio,
entonces, si no hay infierno, ¿para qué queremos salvarnos?
Segundo. En el
supuesto cierto de que no hay dios que valga, la clase de religión pinta menos
aún.
Así como la del
estudio del "hecho religioso", que no nos engañemos, ni engañen,
todos los hechos religiosos son iguales: represión sexual, y eco de las normas
del poder de turno.
Tercero. Si dicen
que todas las religiones son válidas, porque todas sirven para dar salida a
algo del humano que le trasciende, tampoco debe de haber clase de religión católica.
Si todas las
religiones son igual de buenas, que cada año expliquen una a sorteo, y menos rollo.
Esto de decir que
todas las religiones son validas, cuestión ahora muy dicha, confirma que es el
Poder el que necesita que los pueblos crean.
En lo que sea, pero
que crean, siendo lo de menos en que creen.
Cuarto. Y si la
religión verdadera es la X, es esa la única que se debe explicar, pero no dando
a elegir, si no a la fuerza, que lo que no puede ser es que unos se estén salvando
porque sepan la verdad y otros no.
Si la verdad es esa,
a tragarla, que esto es muy serio.
Y el quinto motivo
para que no se den clases de religión católica tampoco, es que de ser esta la buena,
no hay que olvidar que Dios sacrificó a su Hijo por nosotros, y estando éste en
la tierra, solo perdió los nervios una vez, cuando vio en el templo a los
mercaderes y no pudo menos que echarlos de él a zurriagazos.
Bueno pues con esto
de la clase de religión estamos ante un mercadeo descarado, que como todos es
de carácter económico, abarcando desde las editoriales que así venden más libros,
hasta el obispado, que nombra a los profesores con el dinero del estado y sin
las normas del estado, y los que viven de esas clases, que ven aumentadas sus
expectativas de trabajo, por no hablar de que así pueden seguir cayendo
herencias de futuros nuevos creyentes
que se crean todo tanto que se entreguen a ello en cuerpo, alma y libreta de
ahorros.
Imponer la clase de
religión es dar al Cesar lo que es de Dios y a Dios lo que es del Cesar, es ir
contra las enseñanzas del Mesías y de los verdaderos creyentes, amén de contra
los no creyentes o creyentes de otros dioses, mas o menos divinos.
En pocas palabras,
es un pecado.
FRANCISCO
MOLINA. La Opinión de Zamora. 1 de Julio del 2003
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