PRESOS
DEL SIDA
Por ser concejal de
IU se dirigió a mí, por carta, un recluso de la prisión de Zamora, de nombre
Andrés y sobre el que ya escribió un soberbio comentario Gabriel Guijosa.
Nunca sospeché que
una cosa tan simple y sin importancia como el ser concejal pudiera ser motivo
para descubrir un mundo tan marginal y desconocido para los que hemos tenido
suerte en la vida.
Andrés me escribe
larguísimas cartas, atropelladas en el tiempo, y la última con un grito en el
sobre: “Date prisa, quiero hablar contigo. El tiempo se me acaba”.
Por lo demás, jamás
creí que pudiera ser literalmente cierta la frase: "Ese no tiene dónde
caerse muerto".
Pero...muy
tristemente, lo es. La Ley Penitenciaria permite a los presos que están a punto
de morir o con un diagnóstico de muerte segura ("fase terminal de alguna
enfermedad") poder obtener la libertad... con solo dos condiciones: un
informe favorable y que alguien les acoja.
En nuestra cárcel
hay tres o cuatro casos de estos. Hay tres o cuatro personas que teniendo derecho
a la libertad, no pueden disfrutar de ella porque no tienen a dónde ir.
Por estar a punto de
morir se les concede la gracia infinita de salir de lo que si no será por
fuerza su mausoleo de barrotes..., pero por no tener a nadie que les acoja no
pueden obtener el alivio de la libertad.
No pueden salir de
la cartel porque no tienen donde caerse muertos.
Así de cruel.
Alguien, las
instituciones, las organizaciones benéficas, el estado, alguien debe crear
centros o simples y sencillos lugares (pisos, casas rurales, habitaciones,
algo) donde puedan recibir cobijo y alguna ayuda económica estas personas cuyo único
requisito que no cumplen para "morir en libertad", es el de que no tienen
donde esperar su propio final.
Hay que empezar a
hacer algo.
Que los que tienen
poder se muevan.
Andrés se movió.
Ante la sentencia de muerte por Sida que le anunciaron se rebeló intelectualmente
(Andrés nunca ha sido violento), tal vez por ello se convirtió en un preso incómodo,
impertinente.
Hay otros, que en la
situación de él, no dan la lata.
Tanto para uno como
para los otros, ya que a la cárcel de fuera se le une la cárcel de dentro del
Sida, y puesto que no encuentran, de momento, con quien ir a morir; lo lógico
es que en la prisión les mimen, les traten con paciencia y privilegios, para
que su dramático final se vea aliviado.
Andrés hizo huelgas
de hambre pidiendo socorro al destino.
Andrés estaba en la
cárcel por robar. Nació en un mundo duro y triste, y quiso pasar al lujo y al
poder.
Lo consiguió sólo por
unos años, como cuenta en su última
carta, de once paginas de folio que considera su "testamento vital",
y que acaba así:
"Es mi deseo
que una vez llegado el límite fatal que no se intente la prolongación de la
vida por medios artificiales, sino que se deje seguir el curso natural del
cuerpo y morir sin tubos ni medicación. Dios se apiade de mí. Doy gracias a
quien lea mis palabras".
Francisco
Molina. El Correo de Zamora. Entre 1991 y 1992
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