GORGORITO
Y ROSALINDA
De la infancia
recuerdo a Don Nicanor Tocando el Tambor (un pequeño muñeco, que adherido a una
silbato, tenía un tambor que mediante una cuerda y soplando, permitía que
tocara a la vez flauta y el tamboril).
También recuerdo, y
mucho, hasta el punto de que considero tuvieron una gran influencia en mis métodos
oratorios, a los charlatanes. (De ellos aprendí que si no sorprendes o
mantienes la intriga, se te va el público).
Y por último es
recuerdo de la época, el guiñol, que el vulgo y por tanto los niños, llamábamos
marionetas.
Las marionetas
tenían una misión única, la de divertir al público infantil. Y dentro de esa línea
todas las representaciones eran más o menos iguales.
Gorgorito y Rosalinda,
que eran los dos niños protagonistas, vivían siempre una aventura consistente
en que un monstruo, ogro o animal, perseguía a Rosalinda, que a su vez era
defendida por su admirador, Gorgorito.
Las marionetas fueron
pioneras en el invento de la función interactiva, pues continuamente se le
preguntaba a la chiquillada: “¿Dónde está el lobo?”. Contestando ésta histérica
perdida. “Ahí-Ahí-Ahí. Detrás”.
“¿Ya se ha ido?” “No,
no, no, no, detrás, detrás….”; gritábamos desesperados ante el peligro que corrían
nuestros héroes.
En Galicia, la
función acababa con un “Morreu o toro, acabouse la peseta” (es decir nos
decían: Muerto el toro, se acabó la función, que había costado una peseta).
Medio siglo después parece
que el guiñol ha evolucionado tratando de divertir también a los adultos. Para
ello unos titiriteros han montado una obrita en la que predican contra el Estado
por ser opresor, y por tanto contra sus estamentos.
Al parecer la bruja
(el pueblo) es perseguida (lo fueron en la edad media con hoguera y todo). La religión
(la monja) es un pilar del régimen. Y la policía y el juez, en la medida en que
ejecutan las leyes y las órdenes de los poderosos son los malos de la película.
Siendo el personaje del rico el símbolo de la propiedad privada, causa de todos
los males, y quien tiene problemas con la bruja.
Lo que en Gorgorito
y Rosalinda se resolvía a garrotazo limpio aquí parece que se solventaba a
cuchillada sangrienta.
No he visto la obra,
pero en principio sospecho que su pecado único es ser aburrida.
Pero el Ayuntamiento
de Madrid, sin querer, hizo que se hiciera la función al aire libre, lo que siendo
carnaval y tratándose de un guiñol la gente interpretó lógicamente como “programación
infantil”.
A partir de eso
(dadme un punto de apoyo y me cargaré a Podemos) a los titiriteros se les ha
acusado:
1.-De Apología del Terrorismo
porque en la obrilla salía un cartel que ponía: “Gora Alka ETA”.
Pues bien, si el
público era infantil no hubo apología de nada, porque los niños de Madrid
(aunque sean los de la capital) no saben qué quiere decir “gora”, y menos “alka”
(que no lo sabe nadie), y sobre qué es ETA nada saben pues se rindió (a la evidencia)
antes de que ellos nacieran.
Además de haber habido enaltecimiento del terrorismo,
también serian culpables todos los medios informativos, que han reproducido el
cartel hasta la saciedad, de manera tal que los etarras más acérrimos, si aún
quedan, estarán felices de tan impresionante y gratuita, “pegada de carteles”.
2.-Se ha dicho,
incluso por defensores de los titiriteros, que la obra es abyecta, cuando lo
más y lo peor que se puede decir de ella es que parece aburridilla; siendo eso,
por cierto, el peor calificativo para un espectáculo.
3.-Y por último, se
acusa a los titiriteros de promover el odio e incitar a la violencia.
Pero si así fuera,
que se persiga también, por poner un ejemplo de los millones que hay, al director
de cine Quentin Tarantino (que cada vez me gusta más y me preocupa) que en sus
películas (por ejemplo en “Django”) primero te hace odiar a los malos (por lo
violentos que son) para que al final ganen los buenos en una orgía de pólvora,
cadáveres y sangre, que te deja muy a gusto y descansado.
Todo igual que cuando
el Estado prepara una guerra de verdad, que primero nos cuenta lo odioso que es
el enemigo (para que lo odiemos) y luego nos invita a ir a por él, a matarlo a
domicilio, con familia incluida, por eso de los daños colaterales.
¡Ay! Señor, a este
paso no va a quedar títere con cabeza.
PACO
MOLINA. Zamora. 11 de Febrero del 2016
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