VIVA
LA CRITICA
Parece que a ese
diario —en algún sector— no le ha parecido correcta mi intervención en el pleno
de investidura del alcalde.
Ni que decir tiene
que se da por obvio que “en cuanto hombre público, debes de aceptar todo tipo
de críticas (y no sólo alabanzas) por las actuaciones que vayas, o no,
realizando”.
Por tanto, no me
quejo de que califiquen los hechos de ese día como de "ridículo
show", ni del zamoramiento que me dedican, ni del "picotazo" que
indica que esa actuación fue “algo entre lo epatante y lo ignorante”.
El motivo de
molestarles con este escrito está en que entre la crónica del acto, magníficamente
dada por la periodista correspondiente, y esos juicios queda un amplio vacío
que los lectores no entienden.
Porque...¿Qué fue lo
ridículo, ignorante y poco serio? ¿Romper el protocolo?
No es creíble, pues
en numerosas ocasiones la ruptura del susodicho se ha ensalzado como "el
no va más"; recuérdese por ejemplo cuando un periódico supertitula como
gran acontecimiento: “La reina rompe el protocolo en Nigeria y se toma un vaso
de leche fría”.
Descartada la
desprotocolarización del acto como causa digna de condena, tiene que ser otra
la cosa que ha parecido mal.
Y aquí, como “defensor
espontaneo de los lectores” (con lo cual me salto el protocolo y organigrama de
LA OPINIÓN, con perdón), bueno pues aquí es donde, en bien de los que se informan
por este medio, creo que debían de contar qué paso y qué se dijo (la explicación
que se hizo del voto se les puede hacer llegar, si no la tienen).
Y luego, ya podrán
ver las gentes si mereció la pena que dijera lo que se dijo.
No se trata de pedir
una información objetiva, pues al lado pueden ir las opiniones de los opinantes
y no pasa nada; lo que ocurre es que me invade el morbo de saber ¿qué es lo que
sentó mal?, ya que sinceramente, lo de romper una costumbre según la cual
existe un pleno en el cual los representantes del pueblo han de estar mudos
(salvo el electo) no parece que sea pecado mortal.
FRANCISCO
MOLINA. La Opinión de Zamora. 1991
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