CASTIGO
DIVINO
A pesar de que hacer
el amor es algo que está más rico que el pan, resulta que como el hombre tarda menos que la mujer en empezar a cantar el himno de la alegría parece que surgen
problemillas.
La
naturaleza es sabia.
Si se quiere una
prueba irrefutable ahí tienes a los árboles, que cuando quieres sombra porque
hace calor, van y tienen hojas. Y cuando necesitas el sol para vencer el frío, el
mismo árbol no tiene hojas para que los rayos lleguen a tu cuerpo.
El
Paraíso.
Llamaremos así al tiempo
aquel en que las cosas eran como te las
contamos.
Eran los tiempos en
que se veía claro el por qué la mayoría de las hembras tardan más en cantar el
himno a la alegría que los machos.
Eran los tiempos en
que lo único que buscaba la naturaleza era que se reprodujera la especie, y
para eso las mujeres debían quedarse embarazadas.
Entonces para
conseguir y garantizar esto, la hembra no solo tenía ganas de ir junto al árbol
de la vida por ganas, sino que de allí no se movía hasta que cantaba el himno
de la alegría.
Como en general el primer
macho que llegaba cantaba el himno como un disco de 33 revoluciones puesto a 45
(o a cien, más bien) ella necesitaba seguir junto al árbol, hasta que entre
tres, cuatro o veintitrés, “encuentros” ella alcanzaba y daba el Do de pecho
(de su pecho).
Así, el mayor número
de semillas plantadas en la misma tierra daban más garantías de que alguna
germinara.
Sin
complejos.
Así era esa época. ¿Qué
más le da al mono ser un barítono o un tenor?.
Él iba a lo suyo,
que como su nombre indica no era lo de ella.
Y por lo mismo,
ninguna, por mona que fuera, tenía el menor complejo.
¿Que tenía de sobra
con el primer macaco que pasaba?, pues bien.
¿Que tenía que
seguir junto al árbol hasta que llegaran los siete magníficos, pues mira, vete
tú a saber que era mejor?.
El
matrimonio.
Es esta una
institución que posiblemente sea consecuencia de la expulsión del Paraíso.
O sea un castigo.
Por lo menos en lo
que se refiere a esto de alcanzar, o no, el pleonasmo.
Sí, porque al
casarte con una (sola persona) para toda la vida pasas de hacer el amor a jugar
a las siete y media.
El
reloj-sutra.
Este es el título de
un libro que no existe.
Y sin embargo, el
que si existe es el "Kama-Sutra", que como su nombre indica, da
consejos de como funcionar en la cama.
Dentro de esos
consejos tiene un estudio sobre el tamaño de los yin y el de los yan.
E incluso recomienda
que un tornillo grande no se use con una tuerca pequeña, como saben en
cualquier ferretería.
Pero no hay ningún
libro que divida a los machos y a las hembras según tarden tanto o tan poco en
cantar el himno de la alegría.
Posiblemente porque
en una sociedad machista eso sería mencionar la soga en casa del ahorcado.
La
ruleta rusa.
En esto se convierte
cualquier emparejamiento. En un juego de azar. Que salvo que coincida bien de
chiripa, el tiempo de él con el de ella, pues menudo embrollo.
Porque claro, si los
hombres los dividimos en precox, pesadox y adaptadox, y a las mujeres en
ziszas, eternizas y acoplazas, dado que estas cosas no se cronometran, y que
hay pocos hombres de las segundas categorías y si muchas mujeres, lo más fácil
es que te toquen las cosas cambiadas, y entonces...
El
juego de las siete y media.
Eso pasa a ser el
amor. Y por eso existen mil libros que te dicen cómo aprender a jugar a las
siete y media.
Y te aconsejan cómo,
si no llegas, pedir cartas (tiempo) con una cosa que llaman los juegos eróticos,
y tienes que estar pendiente de si con una cremallera, cuatro besos y cinco achuchones
te pasas y eres capaz de llegar al momento cumbre vivito y coleando (sobre todo,
coleando). O al revés.
Eso si eres hombre,
que si mujer el problema es mayor, y así resulta que “la más mujer”, que es aquella
para la que el himno de la alegría es una Opera que tiene que interpretar una
panda de sesenta y nueve profesores, se siente menos mujer porque no le llega
el pleonasmo cuando Dios (su marido manda).
Y le entra complejo,
cuando no es que no tenga oído para la música, sino que necesita más marcha (la
marcha es una modalidad de música) y simplemente lo que le ocurre es que el
matrimonio sólo le permita un solista,
que encima puede que sea un solista de flauta.
Zamora.
Por qué aquí que se hacen
tantas bobadas no se hace un reloj-sutra con denominación de origen?
Francisco
Molina (Zamora). La Opinión de Zamora. 2 de Agosto de 1998
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