domingo, 23 de agosto de 2020

ADOLESCENCIA Y NACIONAL CATOLICISMO. LA ESPAÑA DE LOS 50 vista desde Zamora

 


 

ADOLESCENCIA Y NACIONAL CATOLICISMO. LA ESPAÑA DE LOS 50 vista desde Zamora


(Captada desde el limbo de los justos de una pequeña burguesía)

Cuando nacimos todos nosotros, en la piedra bautismal estaba escrito que los enemigos del alma son tres: el demonio, el mundo y la carne :

Los mismos enemigos de “el alma del régimen”: pues en aquella postguerra quedó prohibido hablar de dinero, de política y de sexo, que no son más que, en otro lenguaje, el demonio, el mundo y la carne.

Pero

Hemos dicho sólo: PROHIBIDO HABLAR, que por lo demás, “política” había y se hacía de sobra, que lo que caracteriza una dictadura es que en ella, es política hasta un disfraz de carnaval  (a mi padre, y eso que era Alférez Provisional, le llamaron unos policías secretos la atención en la Avenida de Requejo – a la altura de la Marina actual y cerca de la Farola- mientras paseaba en un día radiante de luz con su Señora-mi madre-, después de misa y  antes de la hora de comer, por llevar a su único hijo de 6 o 7 añitos disfrazado de Pierrot ¡¡con un antifaz!!).

De dinero tampoco se hablaba, pero el afán de subsistir obligaba a buscarlo hasta con más de un empleo, cuando no era saliendo del pueblo, menor de edad, para emplearte en una casa de sirvienta a tiempo completo.

Y de sexo no se hablaba, de esto menos que nada, pero el barrio chino de Zamora-la Muralla-era célebre en toda España, que no en vano en Montelarreina se concentraban todos los veranos “las milicias universitarias”-futuros Padres de la Patria-, a cada uno de los cuales la instrucción de la mili, más la instrucción de la peripatética de turno, le hacía volver a su lugar de origen  “hecho todo un hombre” .

Qué satisfacción para el Patronato de Turismo, de haber existido, y para el gremio de hostelería, poder contabilizar tanto visitante de uno y otro sexo, que ellas, las del Barrio, también venían de fuera ya que las de aquí no daban a vasto

Ahora, como van a perseguir la prostitución deteniendo al cliente debemos recordar que si lo hubieran hecho entonces hoy día no tendríamos padres de la patria sin antecedentes penales.

Los citados en el libro y la pandilla propiamente dicha,  como  éramos Hijos, todos, o casi, de la burguesía y pequeña burguesía, podemos decir que nuestras familias fueron obedientes y nosotros más aún, claro. Por lo que nos desenvolvíamos en un ambiente social y familiar, donde estaba claro que los enemigos de la buena educación eran el demonio, el mundo y la carne y por tanto no se hablaba ni de sexo, ni de política, ni de dinero.

Todo estaba programado y tú te limitabas a cubrir cada etapa de la vida de la mejor manera posible: Había que estudiar una carrera, había que casarse, había que tener hijos y había que buscar casa (por descontado que se daba por hecho que se tendría coche y fantaseábamos con el modelo que escogeríamos llegado el momento).

Que no se hablara de dinero-el demonio- era lógico, “ son problemas del matrimonio y a los niños no hay que preocuparlos”. Eso unido a que aún siendo años duros se ve que nuestras familias se podían defender más o menos.

De política no se hablaba porque estaba prohibido. Vamos a ver, no es que nosotros temiéramos hablar, es que no se oía hablar y menos discrepar. Había un mundo y dabas por hecho que era así porque el mundo era así. Por tanto no cuestionabas nada.

Pero como estaba prohibido en la dictadura hablar de política, dinero y sexo, y los  enemigos del alma son el demonio, el mundo y la carne,  y ahora estamos en democracia, vamos a hablar de aquella época repasando esos tres puntos:

EL DEMONIO- EL DINERO

Era la época del hambre y aunque los habitantes del limbo de los justos de la pequeña ciudad no la pasáramos, se veía que dinero no había.

Las ropas se remendaban y remendaban hasta que el zapatero, o el sastre o la experta de la familia, certificaban la defunción definitiva de la prenda, por fatiga de los zurzidos.

Únicamente se iba a los bares o restaurantes con los padres o algún adulto, y en contadas ocasiones.

La paga de los niños y chicos era sólo lo suficiente como para comprar pipas o Campeche, o polvos de soda, o bolas de anís en invierno (con excepción de castañas si ibas con los padres), y canicas (bolas), cromos y peones, en otras estaciones, más algún polo en verano.

Era tan escaso el consumo de esos artículos que las piperas -una figura entrañable del pasado- las podíamos contar con los dedos de una mano, y en consecuencia las conocíamos a todas, y las identificábamos con la esquina donde ponían su puesto.

Desde luego: Nadie vivía por encima de sus posibilidades.

Los trenes tenían tres clases de vagones: de 1ª, de 2ª  y de 3ª.

De lo que deduzco que había  3 clases sociales;  de las que en la “tercera” las mujeres trabajaban todas, e incluso más que los hombres.

Para cerrar el bucle de la conexión “demonio-dinero” baste recordar que no hay golpe de estado sin capital que lo respalde y dignifique, y entonces tampoco fue aquello una excepción.

EL MUNDO –LA POLITICA:

Las costumbres giraban en torno a lo que ahora sabemos era el Nacional-Catolicismo:

El periódico preponderante en nuestro ambiente era el ABC, que tenía muchas “afotos”.

El ABC tenía una noticia recurrente que por insistencia  me dejó perplejo, a pesar de que por la edad y el ambiente, yo de política no tenía ni idea.

Y me dejó perplejo porque se repetía con frecuencia. Se refería a la “fuga de cerebros en China”. Eran tantos los cerebros que se fugaban y tantos días aparecía la noticia de esa fuga de cerebros, que tuve la fugaz idea de que China debía ser un país de superdotados  -cosa que se confirma ahora cuando vemos que tiene más dinero que nadie-

 Es más si en aquella época, de la que hablamos, las chicas de la pequeña ciudad y las de toda España, salían una vez al año enarbolando huchas  con forma de cabeza: de un negro, de un amarillo y un cobrizo, pidiendo “para salvar a los negros, los amarillos y los cobrizos”, a lo mejor ahora serán los chinos los que salgan en breve en Pekín pidiendo limosna para ayudarnos a nosotros  a salir de esta crisis, con huchas en que la cabeza del negro sea “Obama”, la del amarillo “Rajoy” y la del cobrizo  “ZP”. Y es que Dios castiga sin piedra ni palo.

Ver hábitos por la calle y no sólo de curas, era normal, pues había promesas o juramentos que desembocaban en ese tipo de vestimentas, tanto en hombre como en mujeres. “Si sana mi pariente me pongo habito de…” debía prometer al santo de turno la gente, y como luego la medicina curaba al enfermo, le atribuían el milagro a Dios, y “hábito al canto” (muchos más de mujeres que de hombres -los de estos solían ser de Nazareno- camisa morada y cordón amarillo al cuello a modo de corbata).

También existían otras figuras negras; era la gente cumpliendo con el ritual de los lutos: riguroso, de alivio y de medio luto. Y en los hombres el lazo negro en la manga del abrigo o  la chaqueta, recordando la maldita muerte de un familiar.

Se descansaba entre semana, sólo los jueves por la tarde (día de chachas y militares sin graduación, y de escolares bulliciosos), y al colegio o al instituto se iba con pasamontañas o verdugo para combatir el frio (por cierto, pienso ahora, porqué no podía ir con antifaz en carnaval con 6 añitos y si de verdugo a los 10?).  ¡¡¡Ay qué ridículo hace quien dicta prohibiciones en cuanto el tiempo dobla la esquina ¡!!.

Era también algo chocante lo del  Director Espiritual, una especie de ángel de la guarda a gusto de la devota de turno. Se trataba de un confesor que se cogían en exclusiva aquellas damas que veían peligrar su alma o que simplemente gustaban de adorar al santo por la peana

Los hombres ¡¡y los niños, para educarnos!! teníamos prohibido o recomendado no entrar en la cocina. “Los chicos no deben pisar la cocina-decía mi abuela-eso es de niñas”

Los curas llevaban sotana y tonsura - afeitada la coronilla- y al ver uno por la calle había que besarle la mano.

Los paseos de dos en dos de los seminaristas hasta el Alto de los Curas, con sus bandas rojas, recordaban las filas simpáticas que ahora a veces nos tropezamos en el camino cuando nos cruzamos con una ristra doble de parvulitos acompañados de la maestra porque van a ver algo fuera del colegio, solo que entonces eran mozos como Dios manda o mandaba.

Había gran seguridad y no había otra obsesión que jugar: de pequeños a todo y  a medida que pisábamos la adolescencia a dejar que las chicas jugaran con nosotros, en el sentido de “está jugando conmigo”. Eso sí sin malicia, por pura torpeza infantil.

Era tal el orden imperante que hubo alguna primavera u otoño en que al acabar de hacer los deberes del día, yo, por ejemplo, si mis padres no estaban en casa, me iba a escondidas, dejando la puerta simplemente  entornada -los niños no teníamos llaves aún, de puro mocosos- procurando regresar antes que ellos.

Socialmente había un método educativo - extramuros de los centros de enseñanza y las familias- que cumplió un gran servicio en la formación de quienes entonces estábamos “sin saberlo, socializándonos y aprendiendo”.

Era lo que se llamaba “VAMOS A ECHARLO A PIES”

Se utilizaba este sistema para elegir los componentes de 2 equipos, para lo cual se procedía así. Si se iba a jugar, por ejemplo, al  fútbol, como todos sabíamos quiénes eran los dos mejores del grupo (más o menos), se decía “que Tal y Cual echen a pies”; y entonces Tal y Cual –los 2 mejores- se ponían a cierta distancia y se acercaban, pie a pie, de manera que al último que le cupiera, en  el hueco que les separaba, un pie justo o medio, empezaba eligiendo.

Naturalmente cogía para su equipo al mejor de los que quedaban, y de la misma manera hacia luego el que perdió en esto de los pies, etc. Este sistema no desperdiciaba la EXCELENCIA porque el que escogía,  aunque tuviera inquina al “excelente”, lo “pedía” para su equipo pues de lo contrario lo cogería el rival (cada cual se iba con quien le elegía porque no había ideología a la que servir)

Aquello hacia que a cada uno de nosotros nos quedara una constancia perfecta de lo que opinaba el grupo de nuestra capacidad en tal o cual juego, sin más.

La Radio era el medio de distracción ideal, con AMA ROSA- serial donde los haya- y, aparte de otros espacios, el de un tal Pepe Iglesias el Zorro que entre sus personajes contaba con el Finado Fernández, y su “Tenía un coche con marcha a atrás;  ¿ y de qué le sirvió todo eso?...de nada”

Las mujeres y las chicas usaban faldas-nunca pantalones.

Bueno para hacer gimnasia, las chicas, que estaban separadas de los chicos en los institutos, se ponían “pololos” como bien sabíamos al irlas a espiar, más por aventura que por otra cosa, que los pololos rozaban las rodillas: o bien por arriba o bien por abajo.

Como fenómeno social hay que decir que la aparición de la “falda tubo” tuvo su importancia, pues hablamos de años en que aún no se había esfumado la costumbre de rezar el rosario en casa en determinadas circunstancias, dicho esto como contraste costumbrista.

La falda tubo y el descubrimiento de las corvas fue como el corte de la cinta que inauguraba un nuevo momento sociológico: la dictadura duró tanto que SUFRIÓ cambios por fuerza .

Los charlatanes hacían las delicias de todos en las plazas, vendiendo estilográficas Parker valoradas en 100 pesetas, que se clavaban como dardos en un madero y no necesitaban renovar la tinta, y que costando 100  las vendían,  ni por 75, ni por 50, ni por 25, ni por 10, ni por 7.  ¡¡Por 5 pesetas!! y encima te regalaban una maleta.

Hoy hubiera sido un apartamento en Torrevieja.

Aquellos charlatanes fueron el preludio de los políticos de hoy en día.

El icono sexual de la época, cuando no había ICONOS ni sexo, era Brigitte Bardot, a quien conocíamos de oídas.

Y vamos con LA CARNE-EL SEXO

En esto estábamos “más turbados” que en cualquier otra cosa

Era tan furtivo y escaso, ese mundo, e iba tan unido a un sentimiento de culpa, que se podía decir que la vida de los adolescentes respondía a los cánones de un cilicio constante e inconsciente, que nos permitiera purgar nuestros torvos pensamientos y nuestras torpes acciones (que así se llamaban estas cosas que bullían a borbotones por nuestras venas ya que  aún no teníamos colesterol) .

¿Cómo se explica si no el que se llegara a jugar en un campo reglamentario -como el de futbol de tierra del instituto de la época, EL CLAUDIO MOYANO- partidos interminables de 20 contra 20 con una pelota de “el Gorila”?

O en el “acerón”, aún existente en Príncipe de Asturias en un edificio con dos torrecillas, casi frente al templete. Llamábamos “el acerón” a la entrada de carruajes y tenía una forma especial, marcando con un desnivel la curva del coche de caballos que debería usarlo: Pues bien ahí, con las porterías formando un ángulo de 180º, qué barbaridad, podíamos estar horas y horas jugando un partido hasta quedar partidos.

Si a algunos les dio por quedarse con la idea de los coches que iban apareciendo por aquellas calles deliciosamente vacías, otros, la mayoría y a lo mejor también todos, preferíamos otro tipo de carrocerías. (“Mira qué carrocería tiene esa tía”, era frase de la época).

Por eso se debe recordar que:

1.-En el mundo de la carne, el mundo de los mayores era aún  más cerrado a nuestras vidas todavía; incluso tenían una frase en clave: “ojo que hay ropa tendida”, con la que se alertaban unos a otros SOBRE si había algún mocoso cerca de la conversación inoportuna.

Sólo recuerdo una excepción. Un Mayor muy campechano, cuyo nombre se omite.

Solía dirigirse a nosotros-la pandilla- porque conocía a nuestros padres, y un día frente a dónde hoy esta Zara (me acuerdo de la impresión que me produjo la anécdota) nos dijo a nosotros -mocosos aún y sin venir a cuento:

“Yo me podría acostar con cualquier tía de Zamora, pero con la mujer que tengo, para qué”. Sublime.

¿Sería verdad su dicho, habría una promiscuidad oculta entre los mayores? 

2.-Teóricamente el Insti, el fabuloso Claudio Moyano, entonces el único Instituto de la provincia, era “laico”. Bueno un pequeño lapsus que tal vez se produce al compararlo con el otro centro rival, el Corazón de María, pero en el Instituto (a pesar de que la Señora Felisa, bedel que vivía en él, que maravilla de mujer, decía: “si quieres tener un hijo bruto ¡mételo en el instituto!”), a pesar de eso, una vez por curso se suspendían las clases una semana (la anterior a Semana Santa) y nos daban unos ejercicios espirituales tenebrosos y morbosos a más no poder, donde nos quedaba claro que cada vez que pecábamos contra el sexto mandamiento “crucificábamos a Cristo de nuevo”. (infiernos aparte).

Una salvajada doble porque por un lado no queríamos hacer daño a nadie, pero por otro no lo podíamos evitar. Vamos, para que se entienda, es como si el Obispo les dice a ustedes  que cada vez que votan al PP crucifican  al Hijo de Dios 

En consecuencia cuando nos dábamos al placer solitario porque no quedaba otro remedio nos limitábamos a degustar: “orgasmo con reducción de remordimiento”.

Esa sensación de culpa en Zamora era gigantesca- y no porque los hijos que no tuvimos quedaran en las cloacas- sino porque gracias a nuestra Semana Santa sabíamos que crucificar a Cristo era una judiada de padre y muy señor mío, y no queríamos eso por nada del mundo.

Con los ejercicios espirituales venían curas muy preparados -preparados para comerte el seso (eso de la cabeza)-, tan preparados que fueron cambiando el rollo de la crucifixión indirecta de Cristo por el que estaba científicamente probado que el pecado solitario eran malo para la salud.

Eran curas cuneros que luego eran los que, junto con los de aquí, te confesaban para la misa de campaña. Pues bien, me consta, por anécdota que no puedo contar por falta de tiempo, que al menos el 10% de los curas eran de los que “veían la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

Esos ejercicios espirituales cerraban una cuaresma - con su abstinencia y todo- donde debíamos tener un espíritu masoquista (hijo del pecado sin duda) -porque- y este juego lo olvida la gente- usábamos los recreos de la temporada de invierno, en hacer batallas con las bufandas trenzas que a modo de zurriagos nos permitían sacudirnos sin piedad en una guerra de dos bandas: los cursos de los mayores contra los menores (así, a lo bestia, sin equilibrar fuerzas)

3.- Se creía que no existían las relaciones clandestinas pues, pensábamos, si un chico besaba a una chica se pondrían tan colorados cada vez que se vieran que se lo notaríamos.

Qué bendito fue el día en que no se sabe cómo, descubrimos que todos también pecábamos contra el sexto mandamiento. Qué alivio.

4.- Las chicas no estaban en nuestro mundo. Y de eso, como no había ESO, ni idea: pensábamos. Eran otro mundo, otro limbo, tal vez, pero no ese bíblico, más limbo que ninguno.

Pero también aprendimos, en aquella época, que en cuestión de sexo no se podía poner la mano en el fuego por nadie, y lo descubrimos cuando uno  de  la panda,  aparentemente ajeno  a estos devaneos, fue descubierto (dicen) metiéndose mano con  una mayor que él y ajena a nuestro mundo.

A las chicas, a medida que iban apareciendo en nuestras vidas, las cortejábamos en Semana Santa cuando a cara descubierta y vestiditas con ropas negras de sus madres, les susurrábamos desde las pequeñas aceras de las pequeñas calles de la pequeña ciudad:

 “Estás de negro que dan ganas de matar a tu padre”

5.- Hay que mencionar la dislocante presencia de quienes algunos, con extrema delicadeza, llama “chicas que ayudan en casa”, y que eran denominadas  chachas o sirvientas o criadas, y dormían en la casa de los Señoritos, si eran fijas.

Ese convivir, en ocasiones siendo chicas de tu casi edad y por tanto con la misma problemática, hacia extremadamente curiosa la convivencia sin que milagrosamente pasara nada.

Así que en definitiva se puede decir que los novios llegaban vírgenes- al menos ellas- al matrimonio.

Pero hablar de la noche de bodas es abandonar la infancia, así que acabo.

Paco Molina. Zamora 23 de agosto del 2020

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