jueves, 2 de julio de 2020

CARTA A LAS SEÑORAS DE VOX Y AFINES.



CARTA  A  LAS  SEÑORAS  DE  VOX  Y  AFINES.

Tuve la oportunidad de escuchar el discurso de una de ustedes como padre de la patria (es decir en el congreso) en que en resumen venía a decir que lo que existe es la violencia a secas, pero no la violencia de género.

Antes de seguir aclaro que el llamarlas “padres de las patria” es para usar un término cultural de antaño, sin caer en el tan denostado  lenguaje inclusivo, que nos llevaría a un “madres de la patria” de poco uso.

Bien, sigamos. No es por llevarles la contraria pero me preocupa que por tener la suerte de contar con maridos o esposos maravillosos no hayan detectado que existe el machismo como fenómeno cultural. Porque las consecuencias serían como si un diputado, por ser empresario o simplemente rico, y nunca haber estado en paro o ante el peligro del paro, se negara a reconocer que existe el paro.

Les invito a que partamos de aquello que compartimos, la idea base de que lo que es seguro es que existe la violencia.

Ahora bien, reconocerán conmigo que la experiencia ha invitado al ser humano a catalogar los distintos tipos de violencia, para tratarlos de manera diferente.

Y así, por ejemplo, vemos que la violencia que usa un terrorista, la vemos de una manera e incluso la juzgamos de un modo distinto a otras violencias, mientras que por ejemplo la violencia que genera una guerra, o un acto en defensa propia, se ve con otra perspectiva.

Pues bien, vamos a ver ahora si es que existe una violencia que podríamos definir como de género o machista.

Empecemos por repasar la cultura que nos han metido en la cabeza y sus consecuencias.

Por usar la ideología en la que han sido educadas por voluntad de sus padres (y nadie quiere otra cosa para sus hijas que lo mejor) tenemos qué:

En el paraíso había un hombre y una mujer, y mira tú por donde, a quien se le ocurre no cumplir el mandato divino de no comer la manzana prohibida es a la mujer.

Una vez que por distintos avatares se inventa la pieza fundamental de la familia, la pareja; ella, la mujer, pasa, en cuanto esposa, a tener que dar a su marido, hijos, sexo y todo tipo de cuidados, a cambio de que él mantenga  a la familia, incluida  la esposa, claro está.

Esta relación no estaba basada en el amor (hablamos de hace mucho) sino en un acuerdo pactado entre las familias.

Es decir, la mujer se adquiría o compraba, teniendo la familia del novio que hacer un gasto en ese proceso, y recibiendo la familia de la novia además un alivio (pues así, en la medida en que se “colocaba” a la hija, se quitaba un problema de encima).

Este acuerdo mercantil o de compra venta (en el cual lo que se vendía y compraba era a la mujer; como todavía vemos en culturas más atrasadas que la nuestra) tenía un problema (y lo tiene). El de la fidelidad, o la simple libertad de tomar un café divertido.

Es verdad que esa cruz (la de ser fiel cuando la naturaleza nos invita a probar de todos los frutos prohibidos) obligaba por igual a machos y hembras, pero si el caballero no podía resistir la tentación pues no recibía castigo y menos social, mientras que si la adultera era ella, se le daba un master de puta o mala madre como mínimo.

Este tema de la fidelidad, tan peliagudo, algunas culturas han tratado de resolverlo con la llamada ablación del clítoris (o sea, se le corta el órgano del placer a las niñas y así no tendrán tentaciones de mayores, cuando sean esposas).

No se si hasta ahora han captado cómo la cultura que tanto apreciamos  (la nuestra) va poniendo a la mujer en el sitio que le interesa al macho, por debajo del hombre.

Volviendo al paraíso, no deja de ser chocante que todos los dioses monoteístas sean machos, por más que los definamos como espíritus puros. La mujer cuando reza implora al Padre (Padrenuestro que estás en los cielos…).

Pero es que en la Católica, de la que ustedes son devotas gracias a la fe, tienen una Santísima Trinidad en que ni la paloma es mujer.

Si, se puede alegar que la madre de Cristo era mujer. Faltaría más. Pero fíjense que para que fuera la mejor mujer del mundo tuvo que ser virgen a pesar de dar a luz, siendo el mensaje muy claro, yacer con hombre es algo sucio (salvo para procrear, y en este caso ni para eso).

Es decir estamos ante un mensaje similar al de la ablación del clítoris (en este caso no hablamos de la virgen, sino de todas ustedes) en que la ablación del clítoris pretende ser mental, cultural, inducida.

Una buena mujer ha de ser fiel, porque de lo contrario es una mala mujer.

¿Y qué se hace con las mujeres malas, con las infieles?

Hay culturas donde se les castiga por la sociedad, es decir no es el señor ofendido, o engañado, quien castiga, es la ley. Cosa que no ocurre en el caso contrario cuando quien cae en alguna tentación es el varón.

Castigo que no consiste en poca cosa, si no en ser lapidadas, asesinadas vamos.

Todo esto en un clima en que la ley fundamental de la vida doméstica era  “la mujer con la pata quebrada y en casa”, lo que dio lugar a que incluso en la Iglesia Católica, sean ellas las de clausura (el sueño de cualquier hombre, una esposa de clausura) y ellos, los machos, papas, cardenales, obispos, párrocos y directores espirituales.

Inclinación de la balanza hacia el macho donde las haya, pero es que si ustedes mismas, que como muy bien dicen, han llegado a ser madres de la patria por lo que valen y no por cuota, repasan la presencia de mujeres en todo tipo de órganos de dirección (políticos, institucionales, sociales, económicos, militares) ven que no había mujeres o apenas las había, y eso sólo puede deberse a dos cosas.

O bien es que la mujer es por naturaleza un ser inferior al hombre, o bien es porque la cultura machista imperante cierra o cerraba el paso a las mujeres. Por citar el caso más grotesco, en nuestra gloriosa constitución hasta hace poco se decía que entre macho y hembra, el rey debería ser el macho.

Y así llegamos al ámbito doméstico, donde cuando uno mata al otro, ustedes dicen que hay violencia doméstica, y las culturas más avanzadas, las no machistas, dicen que esa es una violencia de género (es decir mamada en un ambiente machista).

Dios quiera que sus maridos sigan siendo tan buenas personas como parece, pero procuren que no entren los cuernos (o la mera sospecha de cuernos) en casa, porque las estadísticas dicen que quien enviste y muchas más veces mata, es el macho.

Y además para esto los hombres son muy sinceros y lo dicen claramente. “Si no eres mía no eres de nadie”. El macho cree, por machismo, por cultura, que la mujer es suya. Incluso no hace tanto tiempo así consideraba a sus hijas (mera propiedad), y cuando una les deshonraba quedándose embarazada sin marido  la echaban de casa para salvar el honor de la familia. El honor del macho. 

Por todo ello nació una ley contra la violencia de género, porque en la estructura matrimonial, la doméstica, quien tiene las de perder como se ve, es la sufrida esposa. Ello no supone no respetar la presunción de inocencia del cónyuge o ex pareja, lo mismo que el derecho laboral no está hecho contra los empresarios y cuando hay un juicio por despido improcedente si se respeta la presunción de inocencia de quien despidió.

Sigan siendo felices pero no confundan su dicha, el limbo de los justos en el que afortunadamente viven, con un mundo ideal, que no existe, y menos en el ámbito doméstico en cuanto que fue un invento machista.

Paco Molina. Zamora 3 de julio del 2020


















































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