EL TERCO DE ZAMORA
Romance de ciegos
Por Pacomolina
I
De una
ciudad española
Como su
nombre de grata
Es de la que
hablamos hoy
En esta
narración chata
II
Hijos de mil
y una noche
La
bautizaron primero
Porque en
ella junto al Duero
Una y mil
noches de amor vivieron
Desde tiempo
inmemorial
Lo sabe
cualquier mortal
Le dicen así
a la perla
Porque en su
tierra tan yerma
Todo el amor
se encuentra
Desde la Z a
la A……ZamorA
III
Mas lo bello
por ser bello
Desconfiamos
que exista
Tan absurdo
es nuestro mundo.
Pero pà
hacerlo verdad
Lo dicho
sobre el amor
Sirva la
historia que sigue
Cogida
corriendo al vuelo
Calendario
doblado en dos
Allá por
allá nos lleva
Pues de
duques era la era
Y de siervos de la gleba
IV
Cuanto más
feo era el nombre
Más bella
era la jaca
Pues la
llamaban Urraca
Su edad era
tentación
Su cara
guapa a rabiar
Y su cuerpo
una ballesta
Que flecha
quiere lanzar
V
No pegaba en
aquel mundo
Pues su
pasión galopante
Desentonaba
en secreto
Entre tanto,
Caballero
andante
Damas de
protocolo
Y plebe fiel
por narices
Encima era
la reina
O por mejor
decir Señora
De la ciudad
de Zamora
VI
Los
huracanes que provocaba
Por quiera
que ella pasaba
No a todos
arrastraba
Con la misma
intensidad
Que quien
más trapo tenía
Sentía que
el viento en popa
Le llevaba
hacia la proa
de tan bella
criatura
Sin poderlo
remediar
VII
Un hombre
normal y burdo
Sin
atractivo ninguno
La adoraba
como un kurdo
Y no hay que
extrañarse nada
De que
siendo ella tan bella
La amara
tanto aquél hombre
Que no tenía
en su cuerpo
Ni la mitad
del encanto
De su más
humilde manto
Tenemos la
mala tienta
De ponernos
a pensar
Que las
personas no guapas
No se han de
arrebatar
En pasiones
y deseos
Idea loca
por Dios
Pues ni Éste
discurrió
Que quien no
tenga comida
De alguna forma
no sienta
El hambre
que da la vida
VIII
Si por algo
es reina Urraca
Es por
inteligente y guapa
Más no por
otra cuestión
Que Zamora
es ciudad, no reino,
Ni siquiera
de León
IX
Para el
hombre que la amaba
Todo les
separaba
Que ella era
reina y señora
Y él no
podía pasar
De ser
servidor leal
Ni tan
siquiera su nombre
Bellido
Dolfos, Bellido,
Le sonaba a
Doña Urraca
Por más que
lo conocía
Pues no hay
mujer que no sepa
El hombre
que la porfía
X
Problemas
hay en el mundo
A más de
hambre y amor
Que no los
debía haber
Pues no
sirven para nada
salvo que se
consideren algo
Guerra, odio
y rencor.
Y si el
problema de él era Urraca
El de esta
era la Estaca
Pues en
guerra y estallido
Puesto la
había
un mal nacido
XI
Nacido o no
mal nacido
Del mismo
vientre nacido
Pues el que
guerra buscaba
Era Sancho
el malacara
Igual que
ella engendrado
Hijo del
padre querido
XII
Pegarse por
una herencia
Debe ser
buena pendencia
Pues hasta
hermanos lo hacen
Desde tiempo
inmemorial
Y no les
debe de ir mal
Que aún
hijos de buena estofa
Transforman
en carcamal
Al que en el
lecho mortal
Consideraban
genial
Aquí el
muerto indiscreto fue
Fernando I
el Grande
Que al morir
partió con cariño
Lo que su
espada había unido con tino
A un hijo
dejó Castilla
A otro León
Aún a otro
Galicia entera
Y aunque
parezca quimera
Tan grande
fue su grandeza
Que a las
mujeres dejó
Dos ciudades
fortaleza
XIII
Mientras la
madre vivió, vaya
Pero al
morir la parienta
El de
Castilla glotón
Fue a por
Galicia y por León
La ciudad
sobre la peña
Tan sólo con
el aliento
Quitó a su
hermana pequeña,
Toro.
Y como otro
verraco
Contra
Zamora embistió
XIV
Recordaba
La bellísima
doncella
Su infancia
y adolescencia
Con días,
bosques y riberas
Que
embargaban su conciencia
De recuerdos
imborrables
En el
castillo en que estaba
Jugó, con el
padre al que adoraba,
En el rio en
que bañó
Sedujo al
Cid a quien amó
Y en las
calles que miraba
Caras amigas
veía
Que un día
le dieron agua
O curaron de
caída
O le
invitaron a dulces
Mientras
pasaba la vida
Era mucho
para ella
Perder otra
cosa más:
Su padre
muerto por vida
Su amor de
siempre esfumado
Y sin
haberlo logrado
Y ahora, por
un cretino
¿Iba a
perder su destino?
XV
Del destino
los bromazos
Más que
bromas son porrazos
Y así quiso
aquel cretino
¡¡El
destino!!
Que le pidiera
rendirse
Aquel Cid
Campeador
a quien
estuvo rendida
de alma y de
corazón.
La cercaba
su Sancho hermano
La amenazaba
su amor primero
Y le pedían
Zamora
“No puedo,
no puedo
Esto tiene
que acabar”
Y aquella noche
olvidó
Que era
bella, ¡lloró!
Que era
fuerte, ¡tembló!
Que era
mujer, ¡peleó!
XVI
“Esta noche
he llorado
De rabia, de
amor y pena
Fuisteis los
preferidos del Rey
Fernando
Como yo
quisiera haber sido su preferida
Mi tutor,
Arias Gonzalo, con vosotros me educó
Y costumbres
de aquí inculcó
En cada
esquina de esta ciudad
Algo de mi
vida hay
Y en los
alrededores, valientes,
Vi despuntar
mis dientes.
Mi hermano
Sancho ahora
Nos ha
cercado Zamora
Y el de
Castilla Rey
Quiere
imponernos su ley.
Ha quitado a
mis hermanos
Manchándose
bien las manos
Toro,
Galicia y León.
No se que ha
de pasar
pasando a ser sus vasallos
pero de
quien así trata
la memoria
de su padre
y a los
hijos de su madre
es justo
desconfiar
pues más
parece una rata.
Esta noche
he llorado
De rabia de
amor y pena
He llorado
sin parar
Y cuando sin
fuerzas sentía
Que lágrimas
no tenía
Ocurrió que
amanecía
Zamoranos
resistid
Yo os
invito, resistamos,
Todos juntos
resistamos.
Si hay que
luchar se lucha
Si hay que
aguantar se aguanta.
¡Hasta la
última lágrima!
Y cuando sin
fuerzas sintamos
Que lágrimas
no tenemos
Que
amanecemos veremos”
XVII
Palmas,
metales y gargantas
Tronaron
Clamor,
valor y entusiasmo rubricaron
“Quien
quiera entrar en Zamora
Si lo hace
en plan guerreo
Lo
arrojaremos al Duero”
-gritó
espontáneo Bellido-
Y contentas
responden voces
“Al Duero,
al Duero”
La plaza es
un corazón
Que no cesa
de latir
La emoción
tiembla rodillas
de Bellido y
muchos más.
Allí ella
como una
diosa, bella
cual
gladiadora, valiente
igual que
amante,
resplandeciente
Sus miradas
se cruzaron
Chispa de
afecto vio en ella
Y se llenó
de orgullo.
Devoción y
admiración
vio en él
y se llenó
de ternura
XVIII
El asedio
avanzó por meses
Y como la
angustia todo lo cobra
Aunque
siempre hermosa Urraca
Mostró en su
rostro zozobra
¿Estaba
siendo justa?
¿Lo que era
bueno para ella
era bueno
para su pueblo?
¿Era la
dignidad de la ciudad o la de
ella, la que
defendía?
Bellido al
tanto
Suplía con
valentía
La carencia
de su vida
Templaba
ánimos
Adiestraba
mozos
Sugería
tretas
Llenaba su
tiempo de acción
No le
estallara de amor.
Desde lejos
la cuidaba
Y notaba más
que el resto
Que aquella
mujer de arresto
Había
perdido, aún bella,
De la paz,
la huella
La sonrisa
Acostumbrado
a aguantar aguanta
La pena de
no tenerla
Y de verse
rechazado
Sufrir su
sufrimiento, vaya
Verla
sufrir, estalla
XIX
¡Verla
sufrir estalla!
Palmo a
palmo
Idea un plan
Su regalo de
amor será
Sólo los
enamorados
Trabajan
como posesos
Porque sólo
ellos están
Por poseídos
posesos
De cariño
poseídos
De deseo
poseídos
De necesidad
posesos
Su nombre
grabó en la espada
Hasta al
caballo le hablaba
Y en sus
silencios sin turno
Aquel hombre
taciturno
La llamaba
Fuera de él
vivía
Pero no
vivía en ella
Estaba,
claro, loco, estaba
Loco de amor
por ella
XX
¡Han matado
al rey!
¡Han matado
al Rey!
¡Sancho a
muerto, no es de ley!
De dentro
salían voces
Voces
llegaban de fuera
Y en mezcla
que daban coces
Coces sentía
cualquiera.
Piedras,
árboles y rio
También gritaban
También
temblaban
¡Han matado
al Rey!
De las
murallas afuera
Las mil
tiendas de campaña
Se tornaron
catafalcos
De ternura y
desentraña;
Y aquí
dentro, bien cercados,
Gritos
fueron acallados
Tras el
júbilo espontáneo
Espontaneo
gritó el miedo,
El miedo
XXI
Sesión
solemne
Concejo de
nobles e hijosdalgo
Sesión
solemne
Preside la joven
Capitana
Sesión
solemne
Zamora
inquieta
Ella muda,
calló
Calló su voz
Calló su
cara
Ni un solo
gesto salió
Porque su
alma calló
Urraca.
Ellos, los
nobles
De título
más que de alma
Contra
Bellido clamaron
“¡Irresponsable,
mendaz, traidor!”
Y sin más lo
condenaron.
Condenado
ante sus ojos
Condenado
ante su amada
De aquella
llaga manaba
La sangre de
sus despojos
Los largos
meses de asedio
La lucha
contra un imperio
La
incertidumbre del mando
Les mandaba
una mujer
A los nobles
no tan nobles
Les hizo perder
el norte
Descomponer
su valor
Y dar rienda
suelta al miedo
Cebándose en
el traidor
Urraca se
puso en pié
Y sentenció
la sesión
“Leales mis
servidores
Supongo sois
sabedores
Que matar al
rey señores
A todos hace
traidores”
XXII
Bellido fue
a la mazmorra
Mientras en
Castilla entera
A Urraca
llamaban zorra
Retada fue
la ciudad
Pues si de
ella era el traidor
Decían los
sitiadores
Obispos y
todo el mundo
La ciudad
era traidora
Un conde
valiente y bravo
Con hijos de
igual ralea
Aceptó
pelear pelea
Para salvar
a Zamora
de afrenta
tan dolorosa
Conocido fue
el asunto
Que desde
siempre hasta ahora
Se fue
contando a la gente
Como el
Cerco de Zamora
XXIII
Turbulentos
días
los
corazones turban
y Urraca
durmió azarosa
girando su
cuerpo hermoso
mientras en
su mente está
el cejijunto
Bellido.
¿Por qué
mató al Rey Bellido?
Siendo de la
ciudad Señora
La traición
no importa ahora
Mucho más le
importaba
Algo que
sospechaba
XXIV
Allá en la
noche en secreto
Dispuso todo
con mimo
Hasta
conseguir discreto
Un encuentro
en el camino
Acostumbrada
a mandar
miró a sus ojos sin más.
“¿Por qué lo
has hecho Bellido?”
“Por Zamora
mi ciudad”
“¿Por qué lo
has hecho Bellido?”
“Por Zamora
mi ciudad”
“Matar a un
Rey no es de Ley”
“Pero si es
ambicioso
Es como
matar un oso”
“En el Campo
la Verdad
Nobles
nobles han caído
Y la fama de
este sitio
Como se vino
se ha ido
¿por qué lo
has hecho Bellido?”
Y él calló
Pero sus
ojos hablaron
Más de la
cuenta brillaron.
Los ojos de
ella también
Se acoplaron
a los de él
Y
acercándose hasta el alma
Le preguntó
con cariño:
“Dímelo a mi
buen guerrero
A dónde
querías ir
con un golpe
tan certero?”
“¿Admiráis
mi acción Señora?”
“Poco admiro
por ahora
Que un
valiente como tú
Perjudique
lo que adora”
“Si he
pecado, perdón
Pues no era la
intención”
“Perdón te
doy solamente
Si me dices
sin mentira
Por qué
actuó ciegamente
El hasta
ayer un valiente”
“Vuestra
cara se perdía,
día a día,
ver sufrir a
la ciudad
puedo
hacerlo por piedad,
ver sufrir a
mi Señora,
ni nunca ni
ahora;
mandadme
pues a ajusticiar
¡y a acabar!
“ERES TERCO
Y MUY TOZUDO
¡QUITA DEL
ALMA EL ESCUDO!”
“Os amo”
Urraca
comprendió todo
Aquél hombre
nada atractivo
La amaba sin
remisión
Y por
hacerle un favor
Mató al
hermano traidor
XXV
Urraca,
mujer al cabo
Admiró su
admiración
Y allí en
noche cerrada
Desató su
corazón
Y cuerpos
tan abrazados
Destrozaron
la razón
Silencio y
quejidos mudos
Salieron de
tanto amar;
Luna, búhos
y sol fueron
Quienes
marcaron el tiempo
Y al clarear
aquel alba
En su pasión
hubo calma.
Ya para
Urraca y Bellido
Todo podía
ocurrir
Pues como
dice su pueblo:
SÓLO EN EL
AMOR ESTÁ
EL CAMPO DE
LA VERDAD
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