viernes, 18 de octubre de 2013

17.-EL BI RRE PARTIDISMO.


CAPÍTULO VI


EL BIRREPARTIDISMO


Este es un fenómeno que exige una especial atención y por ello se vuelve sobre él.


Ya se dijo, en esencia, lo que es: La existencia de dos grandes formaciones políticas (en cada democracia) que aunque usan lenguajes y formas distintas ofrecen un solo programa económico verdadero.


Hasta ahora se han oído críticas al bipartidismo de bastante pobreza en el razonamiento. Se ha dicho que es malo el bipartidismo porque no refleja la pluralidad de la sociedad (española) y cosas más insípidas aún, que de serlo tanto escapan de la memoria.


Cuando un partido pequeño dice que el bipartidismo es malo, acompañe lo dicho de lo que lo acompañe, sólo suscita un pensamiento en la mente del que lo oye, .


Y es lógica esa expresión, porque el bipartidismo en absoluto es malo si se dan dos condiciones: Una, que lo quiera el pueblo (surja de las urnas), otra, que en efecto sea bipartidismo, es decir que se trate de verdad de dos ofertas políticas diferentes (en lo económico).


No, el problema para la sociedad no es el bipartidismo (que no existe) el problema profundo es el BIRREPARTIDISMO.


El birrepartidismo es algo perfectamente programado, o al menos después de descubierto, fomentado por el capital, y aceptado por los partidos socialdemócratas y socialismos más descarados.


En España no sólo nos hemos hartado de oír defender dicho modelo y sus excelencias (eso sí con el nombre de bipartidismo) a la derecha, sino que en la práctica se ha podido comprobar el fervor con el que los Gobiernos socialistas tratan de consolidarlo.


El birrepartidismo busca el engaño del pueblo y para ello se aprovecha precisamente de los resortes afectivos de éste.


Sus efectos, que a la vez lo potencian y consolidan son:


Efecto péndulo:


Consistente en que una vez repartidos los papeles entre las dos fuerzas (supuestamente distintas) siempre quedará una como conservadora y la otra como progresista o laborista o socialista. Ello, unido al juego de simpatías y antipatías que se desarrolla en la cabeza de cualquier ciudadano, y a la propia pasión competitiva de éste, que tiende  a querer ganar mediante héroes superpuestos, etc., va  a hacer que “luche” por el triunfo de aquellos por los que simpatiza, para poder decir “hemos ganado” y darle en las narices a aquel conocido que el cae mal.


Así quedan constituidos dos grandes equipos de fútbol y los que luego deciden quién gana cada “encuentro” (electoral) son ese importante número de ciudadanos que con buena fe son los que hacen inclinar la balanza y, entonces, si el gobierno del partido “A” no les ha gustado le entregan el poder al “B”, que por otro lado aplicará la misma política económica (no se olvide esto, pues esa es la madre del cordero).


Perdidas las elecciones ante esta nueva situación, los partidarios del partido “A”, como locos, lucharán -por pundonor, no por otra cosa- para recuperar el poder, y así sucesivamente, el péndulo del ejercicio del Poder (o sea, de Gobernar) estará en un lado u otro, pero el reloj marcará siempre la hora de la economía liberal que, muy cuca, nos dice que sólo hay una manera de progresar, haciendo que los ricos lo sean más.


Efecto vodevil.


Para mantener las apariencias han de repartirse los papeles (lo otro se lo repartirán después) y así se pondrán verdes si lo exige el guion, pero en cuestiones tan poco trascendentes para el conjunto social como dónde celebrara una fiesta autonómica. O sobre la permisividad (de carne) en televisión, o el número de papeles necesarios para divorciarse, etc. E incluso en otros temas más cañi, pero nunca de trascendencia económica, como el aborto, televisión pública vs privada, etc; lo que no les impedirá en aras de la gobernabilidad, alcanzar consensos secretos.


Dos verborreas distintas pero un solo guión económico verdadero, el dinero.


Efecto moqueta.


Permítaseme analizar este efecto a partir de la observación del caso español: La derecha lo repite a todo el que quiera oírlo: < A España- dicen- le vendría bien un sistema democrático de rasgos anglosajones, en que dos grandes partidos se alternaran en le poder> ( o sea, que nos vendrían bien dos partidos de alterne).


¿Por qué vendrían bien? ¿Para quién vendrían bien? Obsérvese esto: En el caso de España el partidor perdedor tendría garantizados siempre cien escaños en el congreso, más cincuenta en el Senado, más las diputaciones y autonomías que la suerte disponga, o sea que, aún los perdedores podrían perpetuar en el “alterne” como mínimo a unos doscientos cincuenta militantes, que serían representantes vitalicios del pueblo, los cuales , unidos a los otros doscientos cincuenta fijos del vencedor, darían en torno a medio millar el número de políticos que estarían por encima del bien y del mal, que nunca perderían, quinientos incombustibles, quinientos archiduques de la política.


Esta masa inalterable de políticos, (que elección tras elección serían ganadores, ganaran o perdieran sus partidos) está muy bien pagada ya que hay que dignificar la política (se dice) y el ejercicio de esta exige gente preparada, que de lo contrario se irían a la empresa privada (se sigue diciendo) .


Para la derecha es muy importante que el político este , ya que además de otras ventajas, va a suponer que esas quinientas personas, archiduques de la política, no vivan ni por asomo como viven aquellos a los que representan, lo cual es trascendente porque ese millar de “voluntades populares” van a ser las que desplacen el centro de gravedad a la hora de hacer leyes, y que ese desplazamiento del centro de gravedad sea marcadamente conservador ya que  van a hacer leyes que resuelvan problemas que los archiduques de la política ni tienen, ni viven, ni conocen.


En definitiva los que hacen las leyes, gracias al birrepartidismo “viven en otro mundo”, tan agradable, que tienden a conservar; se vuelven pues, si no lo son ya, conservadores.


Efecto imán.


Este efecto está basado en el celebérrimo tema de los enchufes. El partido ganador coloca, en los pocos puesto de trabajo que hay, a sus parientes, amigos y CARNETIZANTES, allí donde domina; permitiendo (por respeto a las instituciones) que el perdedor haga lo mismo allí donde haya sido ganador. Luego, en las próximas elecciones, tras el alterne, colocará más gentes de las suyas el que colocó menos, pero permaneciendo todo enchufado y bien enchufado.


Naturalmente, esta perspectiva, constatada por el pueblo (a los poderosos les conviene que se entere) hace que muchas personas permanezcan lo más cerca posible (si hay sitio) de uno de los dos grandes grupos políticos.


Los ciudadanos la elección parece que la hacen en la manera en que sufra menos su conciencia. Pero lo cierto es que este número de personas, entre afiliados y simpatizantes, lubrifica y engrandece el aparato reproductor del partido, por lo que es muy importante. (Lo de reproductor se refiere a reproductor de victorias).


Pero es que además es muy importante que la gente sepa que si no se arrima (efecto imán) a  uno de estos dos grandes grupos lo va a tener difícil (lo de encontrar empleo). Y este mensaje subliminal siega la hierba bajo los pies de las fuerzas transformadoras, máxime en esta sociedad de sálvese el que pueda.


Efecto campana neumática.


Una campana neumática es un habitáculo de cristal que aísla perfectamente del exterior lo que contiene dentro.


Pues bien, el birrepartidismo también produce ese efecto, gracias al propio desprestigio de la clase política. Al birrepartidismo le viene bien el elevados sueldo de los políticos( que aparta socialmente a los representantes populares del propio pueblo que representan) y le bien el descrédito del enchufismo (todos van a los suyo) porque en cuanto el pueblo afirma   él mismo se pone a construir las paredes de cristal que van a impedir que las gentes críticas, inquietas, que las gentes hartas, entren en política ( a nadie le apetece ser identificado con esa clase política que pide sacrificios desde el púlpito de una vida de cinco estrellas y coches importados).


Así, con el pueblo y sus elementos más valiosos y vigorosos fuera de donde se toman las decisiones, la clase política (los archiduques de la política fundamentalmente) podrá seguir girando en el tíovivo y diciéndole a la sociedad que se avanza mucho.


Para el birrepartidismo el descrédito de la política es positivo, basta con que voten unos cuantos y haya un ganador y un perdedor; lo cual siempre está garantizado. Sirva de ejemplo EEUU donde la abstención es enorme pero siempre gana uno, el burro o el elefante, que más da, si al final gane quien gane, en lo esencial -económicamente- nada va a cambiar.

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